El imperativo de la calidad alimentaria

El último Congreso Argentino de Nutrición concluyó con la presentación de un plan destinado a revertir las actuales condiciones de déficit en la alimentación de niños y adultos.

A partir del diagnóstico aportado por fuentes oficiales y organizaciones no gubernamentales se establecieron una serie de iniciativas orientadas a mejorar la calidad nutricional, objetivo que -como ya ha quedado demostrado- no sólo se consigue atendiendo la cantidad de comida que se pone sobre la mesa sino también la calidad. Esto es porque desde hace tiempo se viene advirtiendo que a la desnutrición crónica y aguda que presentan niños y niñas que pertenecen a sectores de bajos recursos, se suman problemas de sobrepeso y hasta obesidad, en razón de una dieta con mayor preeminencia de hidratos de carbono y grasas saturadas, por sobre frutas, verduras y fibras.

A la vez, se hace hincapié en el concepto de malnutrición asociada a la obesidad, también en las comunidades más humildes donde la falta de acceso a productos de calidad o la poca formación para su manejo y aprovechamiento limitan el consumo a los alimentos más calóricos pero no por eso más apropiados para asegurar un correcto desarrollo.

Tiempo atrás, un informe elaborado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) advertía sobre las inequidades alimentarias en las provincias y alertaba, precisamente, sobre la coexistencia de desnutrición crónica y obesidad en una misma región.

Según el Observatorio de la Deuda Social, que elabora la Universidad Católica Argentina, el 7,1 % de los hogares con chicos tienen riesgo alimentario severo, y otro 11,5 % de hogares con menores padece ese mismo problema con carácter moderado.

Por otra parte, la ingesta en demasía de nutrientes se refiere al consumo excesivo de alimentos con aportes elevados de grasas saturadas, azúcares y sodio. El nutriente mejor estudiado es la grasa de tipo saturada, y los indicadores marcan que el 68% de los niños menores de 6 años realizan ingestas exageradas de la misma, y por el contrario, el consumo de grasas “buenas” es bajo en el mismo porcentaje (68%).

Es decir que sobrepeso y obesidad, anemia y deficiencias nutricionales, y desnutrición crónica y aguda son las patologías más frecuentes entre los niños y adultos con menores recursos económicos; pero tampoco es privativo de ellos. Por una razón u otra, la mala calidad de la alimentación y la falta de diversidad en la mesa de los argentinos son características que atraviesan los estratos sociales y repercuten en la salud de la población.

Erradicar la pobreza extrema y el hambre es el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio propuestos por Naciones Unidas y al que adhirió nuestro país junto a todos los Estados miembros. Pero como condición inseparable se debe asumir el concepto de alimentación como un hecho cultural. Esto es, asimilar la importancia que tienen las propiedades de los productos e incorporar una dieta variada y equilibrada, no sólo como un complemento deseable, sino como una imperiosa necesidad.