editorial

Los desafíos del nuevo escenario

El abrumador respaldo obtenido por la presidente Cristina Fernández de Kirchner el pasado 14 de agosto modificó la naturaleza política de las elecciones primarias de ese día y también de las generales del 23 de octubre, a la vez que anticipó interrogantes e interpelaciones dirigidos al próximo período constitucional.

Sin candidaturas para definir a nivel presidencial, el peso determinante de los resultados electorales estuvo dado en su componente plebiscitario y en el casi concluyente indicador de una reelección de Cristina en primera vuelta. Por efecto de la misma proyección, y de la convicción instalada en la mayor parte de los referentes políticos, los comicios de octubre asumieron un carácter eminentemente parlamentario; a tal punto que casi todos los partidos han resignado sus aspiraciones -moderadas 1o excesivas- de competir por el cargo principal, y ahora reorientan sus discursos y estrategias a mejorar las perspectivas de obtener bancas legislativas.

En este plano, cobra importancia no solamente la disputa interpartidaria por espacios de poder, sino el futuro diseño institucional que asumirá la conducción de los destinos del país, conforme a la composición que adopte el Congreso. El esperable repunte en representación porcentual que redundará en beneficio del oficialismo podría ir más allá y, con la probable confluencia desde otros espacios, poner al gobierno a las puertas del control absoluto de ambas cámaras legislativas. Esta circunstancia es cuanto menos riesgosa para un sistema de división de poderes, pero particularmente preocupante cuando se trata de un régimen con probada y ostensible vocación hegemónica.

Fuerza es admitir que el mal llamado y nunca consolidado “arco opositor” capitalizó en elecciones anteriores el disgusto o las prevenciones de los argentinos hacia el gobierno, pero no fue capaz de traducir el fortalecimiento numérico resultante en un accionar capaz de otorgarle al Parlamento el rol protagónico que permitiera frenar avasallamientos del Ejecutivo. Esa oportunidad histórica, en su momento fuertemente agitada como bandera de campaña y luego desaprovechada, quedará seguramente más diluida con el recambio de diciembre próximo.

En este nuevo escenario, la capacidad de discernimiento de los votantes adquiere un valor fundamental; aún cuando el triunfalismo convoque al arrastre, y el sistema de boletas-sábana dificulte la selección por categorías. Pero en cualquier caso, el desafío posterior será para la clase política y su capacidad para construir institucionalidad por encima de la imposición prepotente o la obstaculización paralizante. Y finalmente -pero sobre todo- hacia la población, y su talante para exigir el respeto de las pautas de funcionamiento consagradas por la Constitución; de manera directa y a través de organizaciones intermedias no cooptadas y de medios de comunicación independientes, cuya subsistencia resulta de esta manera un presupuesto imprescindible para la irrestricta vigencia de la propia democracia.