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“Ética posmoderna”

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¿Vivimos el ocaso o el renacimiento de la moralidad? Vivimos la era del individualismo; con nuevas pautas de convivencia y sexualidad; inmersos en una indeterminación institucional y laboral; en un gradual relajamiento de las tradiciones y una creciente pluralidad de decisiones personales; con un evidente desinterés de los políticos respecto de sus responsabilidades y de los ideales. A la vez, y lo que suele adscribirse a la misma debacle ética, continúan y se reproducen los genocidios, las invasiones, el terror de Estado, la explotación y las injusticias sociales.

Gilles Lipovetsky supone que nos hemos liberados de los opresivos deberes infinitos, mandamientos y obligaciones absolutas, deslegitimándose la idea de autosacrificio. Los ciudadanos ya no se sienten dispuestos a esforzarse por adherir de principio y obra a ideales y valores morales. Pero, tal como nos advierte Zygmunt Bauman en Ética posmoderna, “Lipovetsky, al igual que muchos otros teóricos posmodernos, comete el doble error de representar el tema de investigación como un recurso de investigación; lo que debería explicarse como aquello que explica. Describir conductas prevalecientes no significa hacer un juicio moral; los dos procedimientos son tan diferentes en los tiempos posmodernos como lo eran en la época anterior al posmodernismo. Si la descripción de Lipovetsky es correcta y hoy nos enfrentamos a una vida social absuelta de preocupaciones morales, si el ‘es’ puro ya no se guía por un ‘debería ser’, si la interrelación social está desvinculada de obligaciones y deberes, entonces la tarea del sociólogo es buscar cómo se ha ‘destituido’ la norma moral del arsenal de armas antes desplegadas por la sociedad en su lucha por la autorreproducción”.

A través del estudio de temas como el universalismo y sus descontentos, la soledad del sujeto moral, la responsabilidad hacia el otro, la relación moral como caricia (siguiendo a Lévinas; una ética comparable a la mano que acaricia, siempre abierta, sin oprimir ni querer “asir”), el divorcio posmoderno, la ambivalencia del acto moral, Bauman se adentra en esa conciencia moral que juzga que sólo “ha sido anestesiada, no amputada. Sigue ahí, adormecida, quizás a menudo atolondrada y en ocasiones avergonzada hasta el silencio, pero es capaz de sacudirse, capaz de esa hazaña que menciona Lévinas de despertar del sueño dogmático”.

“Cabría pensar en una unidad moral que abarque a toda la humanidad, quizá no como el producto final de la globalización del dominio de los poderes políticos con pretensiones éticas, sino como el horizonte utópico de la deconstrucción de afirmaciones tales como ‘después de mí el diluvio’ que hacen los estados-nación...”, propone Bauman, sustentado en una responsabilidad moral que no puede escapar de una “inherente e incurable” ambivalencia. Publicó Siglo XXI.