/// el rincón de la lij (*)

Su estigma

María Luisa Miretti

Un pesado equipaje viene soportando la LIJ desde que vio la luz. Como hemos comentado en otras ocasiones, nació al amparo de la pedagogía y desde entonces sirvió a sus fines. Sometida y adaptada a sus requerimientos, costó mucho desprenderse, a tal punto que durante épocas transitaron por andariveles ‘casi’ paralelos una LIJ de neto corte realista -había que aprender realidades- y otra que promovía la ‘fantasía’ con Bettelheim haciendo punta, por entender que era la mejor manera de proyectar los miedos y la naturaleza del niño y encontrarle sentido a la vida.

El triunfo de tamaña osadía costó muy caro a creadores, escritores e ilustradores, ya que muchos de ellos tuvieron que pagar con el silencio o la censura, para el caso, situaciones similares, porque el reino de la fantasía sonaba peligroso.

Carroll en Inglaterra y en Argentina desde Villafañe, Walsh, Devetach, Bornemann en adelante, la palabra poética circuló de espaldas al canon oficial, puesto que nada podía silenciar esa maravilla plena de humor y fantasía que llegaba a chicos y jóvenes.

Esta plataforma permitió vislumbrar nuevos estilos y formatos que hoy deslumbran: “Solgo”, de María Teresa Andruetto; “Gigantes”, de Mario Méndez; “Manuela en el umbral”, de Pérez Sabbi; “El día de las cosas perdidas”, de Lilia Lardone, “Melodía en la ciudad”, de Lacombe; “Cuentos silenciosos”, de Rodríguez Almodóvar, o para los más pequeños “Pequeño dragón aprende a echar fuego”, de Pérez Aguilar; “Piojo caminador”, de Roldán o “El baile”, de Cristina Ramos. Estas maravillas recientemente publicadas por Edelvives no sólo seducen por el formato, la textura y el color, sino por haber privilegiado esa poética del lenguaje que promueve el placer y la fantasía.

(*) Literatura infanto juvenil