Al margen de la crónica

La mujer que al amor no se asoma...

Carina Oggero

La mañana había sido agitada, pero al fin llegué corriendo al Juzgado. Tenía que presentar cuatro escritos con vencimiento, eran las 12, y a las 12.15 salían las nenas del colegio. Presenté los escritos y salí nuevamente corriendo. Busqué el auto, manejé en el tránsito desordenado del mediodía santafesino, hasta la salida del colegio: otro caos. En medio de los gritos de cuatro niñas alborotadas dentro del coche, puse la radio, y escuché: “la mujer que al amor no se asoma, no merece llamarse mujer. Es cual flor que no esparce su aroma, como un leño que no sabe arder”. Que bello bolero, pensé. Repartí a las compañeritas de Constanza, y al fin llegué a casa. Otra sorpresa: Beatriz no había ido a trabajar, así que me puse a cocinar. Después de comer, y ordenar un poco la cocina, senté a las nenas -entre rezongos y retos- a hacer la tarea. Mejor no entrar en detalles.

Llevé a Delfina a la Fonoudióloga, traté de dormir a Martina, preparé las mochilas para natación, y a las cuatro, me fui al estudio. Llamadas de teléfono, cédulas, traslados, citas, lo de siempre. Ya casi agotada volví a casa y, nuevamente al volante, me vino a la mente ese bolero tan romántico: “una mujer debe ser soñadora, coqueta y ardiente”. Llegué a casa y las nenas me saltaron encima cual moscas al dulce de leche: “mamá tengo que llevar un mapa físico político de América”, “mamá mirá como hago la medialuna”, “mamá ella me pegó, me dijo mala”.

Después de la catarsis obligada, y amenazas de por medio, me senté a la mesa para que coman, y recordé que era miércoles, Germán no cenaba en casa. ¡Que suerte! -pensé- pico algo y me voy a la cama, deseando entregarme a los brazos de Morfeo, antes que mi marido llegara y pretendiera cobrarse el débito marital.

Las nenas cayeron rendidas, así que me fui a la ducha y nuevamente volví inconscientemente a cantar: “debe darse al amor con frenético ardor, para ser una mujer”.

Y en ese instante, el click. ¡Pero quién es el desgraciado que escribió esa canción! Seguramente un hombre. Cómo pretende este señor, que después de este día de locura, pueda ser soñadora, coqueta y mucho menos ¡ardiente! Dónde vieron que una amante, sea madre, ama da casa y encima, labure 10 horas al día.

Las tareas, los horarios, el lava-rropas, la comida, los retos, los gritos, las cédulas, los vencimientos, los traslados, el cansancio y la rutina, tienen una incompatibilidad manifiesta con las velas, las puntillas, los rulos, las sonrisas y las palabras dulces.

Qué sabe este señor -no me animo a decirle hombre porque no sé si lo “merece”- lo que significa ser mujer. Qué me viene a hablar de amor si todo lo que hacemos las mujeres no es otra cosa que el amor en su máxima expresión. ¿O acaso, haríamos la mitad de las cosas que hacemos en un día, si no fuera por amor a nuestra familia y especialmente a nuestros hijos? ¿Quién lo soportaría si no fuera así?

Nacimos mujeres porque lo merecemos, porque tenemos la capacidad de amar más allá de lo físico, porque somos capaces de decidir trabajar -o tener que hacerlo- sin dejar de ser madres y amas de casa. Porque somos capaces, de -a pesar de todo- tener siempre un momento para el cuento, para el juego, y también para la intimidad (aunque sea poca). Yo también caí en las redes de este mensaje subliminal, disfrazado de romanticismo que atenta contra nuestra dignidad femenina. Pero me di cuenta de que ser mujer es mucho más, ser mujer es todo lo que somos y lo que podemos ser.