EDITORIAL

Vivienda: un sueño casi inalcanzable

Según los datos recabados durante el reciente Censo Nacional, la ciudad de Santa Fe cuenta en estos momentos con un 30% más de departamentos de los que existían hace apenas diez años. Sin embargo, 15 mil familias esperan infructuosamente una vivienda propia.

 

En un país cargado de contradicciones, abundan los datos para explicar con meridiana claridad por qué se produce este tipo de fenómeno.

En general, los nuevos edificios son producto de la sobreoferta de recursos en manos de sectores que desde hace tiempo se benefician con el esquema macroeconómico vigente. En un contexto de alta inflación, tasas bajas y temores sobre la economía que viene, destinan sus excedentes a la construcción de departamentos que, en general, se transforman en inversiones seguras.

Los departamentos están, pero en muchos casos vacíos, inaccesibles para sectores de clases medias y medias bajas -sobre todo jóvenes- que no encuentran ningún tipo de ayuda o incentivo por parte del Estado para acceder a su primera vivienda.

A esto se agrega el hecho de que el ritmo de construcción de los planes Fonavi está absolutamente relegado con respecto a las crecientes necesidades reales. Según un informe recientemente publicado por El Litoral, el año pasado se realizó un sorteo de viviendas en la ciudad de Santa Fe, pero el 46% de los interesados ni siquiera alcanzó los requisitos mínimos para acceder a un techo propio mediante este sistema.

En definitiva, casi la mitad de quienes necesitan de esas casas están virtualmente fuera de carrera: no pueden acceder a los planes del Estado, pero el mercado hipotecario tampoco les ofrece una alternativa viable.

Sin ingresos suficientes, se ven prácticamente condenados a seguir destinando gran parte de sus salarios al pago del alquiler. Un círculo del que no parece haber salida, a no ser que la cuestión de fondo sea encarada de una vez por todas por un Estado que no se muestra demasiado preocupado por la problemática de estas franjas sociales.

La distribución centralizada e irracional de los recursos públicos para levantar viviendas es otro factor que incide negativamente en algunos puntos específicos del país. En 2009, Santa Fe y Córdoba fueron dos de las provincias más relegadas por el Estado nacional en sentido.

Y nada parece ser casual. Según un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la Fundación Mediterránea, en 2003 el crédito hipotecario representaba el 3,4% del PBI de la Argentina. Sin embargo, en la actualidad apenas si alcanza el 1,2% del PBI.

Como contrapartida, en aquel momento sólo 1,4% se destinaba a financiar el consumo, pero en estos momentos este rubro se lleva el 4% del PBI.

En definitiva, los recurso que hoy se destinan al consumo -pilar esencial del modelo-, son los que no están disponibles para la construcción de viviendas.

Frente a este tipo de decisiones políticas y mientras el problema de la vivienda no se convierta en una verdadera cuestión de Estado, amplias franjas sociales continuarán imposibilitadas de alcanzar su sueño del techo propio.