Por un manejo seguro

Los envases vacíos no son basura

La Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL puso en marcha, con la dirección de Roberto Scotta, el Proyecto de Extensión de Interés Social “Campo Limpio y Sano”. Desde marzo realizan charlas informativas entre productores, operarios de pulverizadoras y alumnos.

Juan Manuel Fernández

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La expansión de la actividad agrícola, acompañada -o impulsada- por el desarrollo de “paquetes tecnológicos” que incorporan nuevos agroquímicos, ha instalado en la agenda pública la preocupación por la salud de las poblaciones rurales y el medio ambiente.

Por lo general las reacciones son de tipo ambiental-militante (o ideológico) y apuntan hacia una única dirección: vetar la utilización de estos productos sin importar su verdadera toxicidad, incluso desconociendo si existen protocolos de aplicación que garanticen su uso seguro. Pero también es cierto que una gran proporción de aplicadores y productores desconocen cómo protegerse ellos y a su entorno.

En este contexto, desde la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL se puso en marcha, con la dirección de Roberto Scotta, el Proyecto de Extensión de Interés Social “Campo Limpio y Sano”. El programa comenzó en marzo y consiste en charlas informativas, para la comunidad en general y para los usuarios de estos productos en particular, sobre la naturaleza de los pesticidas; sobre todo en el correcto manejo de los envases vacíos. Con el apoyo de las autoridades comunales, cooperativas y grupos juveniles, ya se realizaron charlas en Emilia, Llambi Campbell y Santo Domingo.

Acción regional

La idea del proyecto “es tomar conciencia en hacer un uso responsable de los envases; que no queden tirados por cualquier lado”, resumió Scotta en diálogo con Campolitoral, quien contó además con la colaboración de los docentes Gabriela Barolo y Eduardo Paviotti .-del instituto terciario de Santo Domingo- y de las cooperativas La Unión y Sana Lucía, de Llambi y Emilia respectivamente. “Estas dos comunidades están muy comprometidas (con el cuidado del medioambiente) porque a su vez tienen programas de reciclado de basura y están más avanzados en el tema”, agregó.

Las acciones principales consistieron en realizar charlas explicativas y reparto de folletería. El objetivo es tratar la problemática de los envases vacíos de plaguicidas y trabajar con los actores involucrados: aplicadores, vendedores, transportistas; más los relacionados indirectamente. “En estas comunidades, por ejemplo, que encuentran una lata de producto y la usan para cualquier cosa, la idea es que tomen conciencia de que esos envases hay que destruirlos, no reutilizarlos ni usarlos para tomar agua”.

Conciencia e información

Respecto del impacto en la salud y el ambiente de los agroquímicos, Scotta señaló que se está tomando conciencia del uso responsable por el reiterado tratamiento que el tema tiene en la agenda pública. Por eso la importancia de las charlas es que aportan datos técnicos sobre el correcto uso: “a veces la gente, sin saber, toma precauciones que no son las apropiadas”.

Uno de los tópicos sobre los que más insiste el profesional en las charlas es en la protección del cuerpo, cubriéndolo con la ropa adecuada. “Por lo menos tiene que estar todo cubierto para que el agroquímico no tome contacto con la piel y hacer lavar esa ropa fuera del ámbito familiar”, advirtió.

También recomendó usar la ropa de protección correctamente descontaminada. “Si por ejemplo un guante no lo lavás durante determinado tiempo -explicó- y te queda adentro sucio y metés siempre la mano en realidad más que una protección es un factor de riesgo”.

Buenas prácticas

“Otra cuestión importante -dijo, como principal recomendación a los usuarios de agroquímicos- es el triple lavado de los envases para tratar de utilizar la mayor cantidad de producto y descontaminación de los envases posible; es una técnica que realizándola prácticamente no queda resto de producto en los envases”. Para dar cuenta de la importancia de este procedimiento, Scotta hizo un ejercicio sencillo: supuso que por cada bidón de 20 litros quedaran 50 centímetros cúbicos; si se acumularan 1.000 envases entonces los residuos sumarían 50 litros de producto.

Esta práctica posibilita aprovechar hasta la última gota de producto, pero puede llevar 5 o 10 minutos por envase, que a lo largo del día suman muchos minutos con la máquina parada “y son hectáreas que no hacen”, por lo que a veces el productor o pulverizador hace la vista gorda.

El docente recordó que las pulverizadoras modernas incluyen picos para lavado del envase, pero generalmente el trabajo se hace con agua del tanque porque el depósito de agua limpia tiene sólo de 200 litros y a veces no alcanza. “Hace que la concentración que queda dentro del envase sea la misma que en el tanque y no es lo mismo que un triple lavado, por más que quede menos”, sentenció.

Envases sin salida legal

Según Roberto Scotta, en la ley 11.273 (que regula el uso, comercialización, manipulación y almacenaje de agroquímicos) no está previsto el destino final de los envases vacíos, por lo que los productores no tienen más opción que acopiarlos en su campo. Esa situación, combinada con la inexistencia de plantas de reciclado cercanas (transportar envases vacíos sería muy costoso), se presta para el comercio informal de estos residuos.

“Acá hay gente en la zona que extraoficialmente compra los bidones”, afirmó Scotta, y sugirió que destruirlos cortaría ese circuito ilegal, ya que muchos de esos compradores los utilizan para comercializar luego agroquímicos “truchos”. Otros comprarían para reciclar el plástico, pero igualmente en un mercado informal ante la falta de regulación.

“Habría que tener, como en otros países, un centro de reciclado donde te lo chipean o compactan”, propuso el docente de la UNL.

La pregunta obligada es qué hacer entonces con esos envases. El docente comentó que para ciertos usos se los puede reciclar, pero con un proceso industrial que los transforme sustancialmente. “Por ejemplo para hacer caños corrugados para instalaciones eléctricas, varillas, baterías... obviamente no para hacer bolsitas para pan; el problema es conseguir la cantidad de envases vacíos y comprar la máquina”.

En este punto hay otra complicación legal para la transformación. Dado que la normativa califica como residuo peligroso a los envases de plaguicidas y tienen restringido el tránsito interprovincial, sólo podrían reciclarse dentro del territorio santafesino.

Los envases vacíos no son basura

Caso resonante. Este año, la comunidad de Tostado se sobresaltó ante el abandono de envases vacíos de formulados con Endosulfal y Clorpirifós en el canal que desemboca en la represa de donde se sirve la Cooperativa de Agua Potable para abastecer a la población. Foto: Archivo

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En acción. El docente de la UNL en sus charlas también muestra ante operarios de pulverizadoras cómo se utiliza la ropa de protección.

Foto: Gentileza Roberto Scotta

Futura planta de reciclado en Rafaela

A principio de septiembre el Concejo Municipal de Rafaela aprobó una ordenanza que autoriza al Ejecutivo a poner en marcha un proyecto para la “gestión y tratamiento de envases de agroquímicos y sus contenidos residuales”.

Será un plan piloto que servirá de referencia a otras iniciativas similares que puedan desarrollarse en el país y la planta se levantará en el Parque Tecnológico de Reciclado de Rafaela, ubicado en el predio del Relleno Sanitario de la ciudad.

/// EL DATO