Preludio de tango

“Vieja amiga”

A.jpg

Manuel Adet

 

Recomiendo la versión de Floreal Ruiz acompañado por la orquesta de José Basso. Es excepcional. Tal vez una de las grandes interpretaciones del Tata. El tono, el fraseo, las pausas, todo es impecable. Al tango “Vieja amiga” después lo escuché cantado por Hugo del Carril y, en algún momento, por Juan Carlos Casas. Con todo respeto para ellos, Floreal Ruiz sigue siendo insuperable.

Recuerdo cuando lo descubrí. Fue una noche de invierno de 1969, en un subsuelo ubicado sobre calle San Martín casi llegando a Catamarca. Hacía frío y garuaba, es decir, era una de esas noches en la que lo mejor que se podía hacer era escuchar tangos, muy buenos tangos. El mozo de aquel boliche era un tanguero de ley que se jactaba de vivir de noche. Él fue quien me dijo que prestara atención al tango que iba a escuchar. Siempre se lo agradecí. A los diecinueve años uno es exagerado. Yo por lo menos lo era. Esa noche a “Vieja amiga” lo debo haber escuchado por lo menos cinco veces. Seguía lloviendo, hacía frío y mi amigo nunca permitía que mi vaso de whisky estuviera vacío.

Esa misma noche supe que la letra es de José María Contursi y la música pertenece, nada más y nada menos, que a Pedro Blanco Acosta, conocido en el mundo del tango como Pedro Aznar, autor de composiciones memorables como “De puro guapo” o “ Como dos extraños”. O de versiones compartidas con Julio de Caro, como “Mala junta” o “Amurado” con Pedro Maffia.

Contursi escribió este poema en 1938 y ese mismo año lo estrenó Hugo del Carril acompañado por la orquesta de Tito Ribero. Casi veinte años después llegará Floreal Ruiz para darle su sello definitivo. “Vieja amiga” y “Como dos extraños” son poemas de Contursi que parecieran escritos para lucimiento del Tata.

Para esa época Contursi ya había escrito “Como aquella princesa”, “Milonga de mis amores”, “Esclavo” o “Pena de amor”. Son poemas interesantes, pero que están muy por debajo de “Vieja amiga”, por lo que puede decirse, sin exagerar, que la verdadera saga poética de Contursi se inicia con este tango, al que luego lo sucederán en la década del cuarenta, temas como “Gricel”, “Cristal”, “Cada vez que me recuerdes”, “Bajo un cielo de estrellas”, “En esta tarde gris” o “Quiero verte una vez más”, para mencionar los más destacados.

“Vieja amiga” es un tango clásico porque trata de un hombre y una mujer que se aman, pero no pueden ser felices porque, por alguna razón que la letra sugiere pero no revela, esa aspiración no es posible. Se supone que él ha venido a verla porque, como lo dará a entender luego, debe irse, no sabemos adónde y no importa, porque lo que interesa es que él sabe que vaya donde vaya nunca la podrá olvidar.

“Ves, he tratado inútilmente, de alejarme y olvidar”, dicen los primeros versos. Se trata de un hombre a quien le pesan los años y la soledad. También la conciencia del dolor. Sabemos que el personaje del tango, el hombre, puede admitir que está enamorado, pero en todas las circunstancias no puede permitirse perder la línea. Esa ética sentimental, esa sobriedad con los propios sentimientos, esa resistencia a confesar a la mujer de manera explícita que está enamorado, algunos la han calificado de machista. No pienso lo mismo.

“Tal vez, al notarme avejentado, pensarás que vengo a verte porque estoy desesperado. No, ya los años me enseñaron a templar mi corazón”. ¿A templar el corazón o a reprimirse? No importa la respuesta a este interrogante. Lo que importa es mantener un estilo, una línea de conducta. Es algo parecido al personaje de “Jamás lo vas a saber”. De todos modos, en “Vieja amiga” ella lo sabe, escucha la confesión de amor de alguien que en alguna época fue su pareja y, por algún motivo que por el momento ignoramos, dejó de serlo.

En la siguiente estrofa hay algunas explicaciones. “No he venido a suplicarte ni un poquito de cariño”. Tampoco viene a pedir rendición de cuentas. “Ni a que expliques tu silencio, tus mentiras o tu olvido”. No hay reproches. Y si lo hay son muy leves. En todo caso, lo que persiste es la certeza dolorosa de que nunca más van a poder estar juntos. ¿Por qué? Sólo ellos lo saben. O tal vez, sólo él lo sepa.

La estrofa concluye con el momento poético más importante del tango: “Sólo vine para verte, para verte, nada más”. La imagen está muy bien lograda y Floreal Ruiz le da el tono exacto. Es una imagen austera, digna, la imagen de un hombre íntegro, dominado por el dolor y la pérdida que se conforma con mirar a la mujer que ama. Es una contemplación, esa mirada que quiere retener hasta los detalles de la mujer amada es, al mismo tiempo, una despedida.

En la tercera estrofa la situación cambia. El insiste en que se va para siempre, se va con su cruz a otro rincón y se pregunta por qué lo domina ese impulso tan fuerte de darle un beso, el último beso, un beso en el cual sospecha que puede dejar la vida. “Es que tus lágrimas me invitan a besarte y a llorar”. En muy pocas letras de tango el hombre admite que en ciertas circunstancias puede llegar a llorar por amor. Esta es una de ellas.

Más previsible es que el gesto del hombre, su dolor, la fuerza de su amor o el amor de ella o sus remordimientos, le ha arrancado lágrimas a ella. Hay muchas letras de tango donde la interpelación del hombre hace llorar a la mujer que alguna vez lo dejó: “¿Qué tenés, estás llorando? pregunta el personaje de “Lo que vos te merecés”. O “Y esas gotas de rocío que no te dejan mirarme, me están diciendo a las claras que alcancé tu corazón” dice el persona de “La última”. O “Después quizás ahogando un llanto, quedate siempre me dijiste, que afuera es noche y llueve tanto, y comenzaste a llorar”.

El momento en que la mujer llora es uno de los momentos más puros de la poética tanguera. Hay otras versiones de llanto relacionadas con la mentira o el engaño, pero en este caso el llanto es la confesión del amor. O de la culpa.

El tango concluye repitiendo el estribillo: “No he venido a suplicarte ni un poquito de cariño‘”. Y reitera: “No es posible, vieja amiga, nuestras vidas acercar” ¿Por qué no es posible? La letra no lo dice. Autoriza que lo imaginemos. Y ésa es una excelente solución poética. A un poeta menor se le podría haber ocurrido un final feliz. Que después de esa escena -por ejemplo- ella decida ir a sus brazos o él decida quedarse. Todo es posible, pero en el tango que nos ocupa una solución feliz sería un fracaso poético, porque la grandeza de este poema es precisamente la conciencia desgarrada pero lúcida de que a pesar de estar enamorado, a pesar de que ambos se quieren, no pueden o no saben estar juntos. Tal vez porque ya han pasado muchos años, tal vez porque son mayores, tal vez porque en otro momento han intentado reiniciar el amor y todo concluyó en un nuevo fracaso.

El título del poema es curioso: “Vieja amiga”. No se trata de un viejo amor, una amante, una querida, es una “vieja amiga”. La palabra “vieja”, no alude a la edad de ella sino al cansancio de ella, al cansancio de los dos. ¿Y por qué amiga? ¿Por qué no amante? Amiga es más noble, da cuenta de un desenlace más maduro. Importa saber que él prefiere recordarla como una vieja amiga, ya que es imposible tenerla como el amor de su vida. También en este caso, el titulo es un hallazgo poético.