Senderos de flores, senderos de leyendas

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Símbolo por excelencia de la primavera, las flores alimentan también historias populares que se fueron transmitiendo de generación en generación y cuentan sus orígenes, casi siempre enlazados a una historia de amor.

TEXTOS. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO. FOTOS. EL LITORAL.

La primavera es, sin duda, la estación más apreciada, ya que en ella la naturaleza se orla con diademas de flores hermosas y palpitantes, en tanto la brisa perfumada nos hace sentir el beso de su aliento y bajo su dulce influjo, en alas del pensamiento, solemos recordar el pasajero encanto de inocentes amores juveniles.

Esta estación posee una magia cautivante, tanto como las leyendas sobre las flores, indiscutibles embajadoras de la primavera.

LA ORQUÍDEA O EL DESCUIDO DE UNA DIOSA

Cuentan los ancianos javaneses que -una vez, en época primaveral- bañada de frescura apareció en las costas de Java una diosa que llevaba en los hombros un hermoso, delicado y fragante chal.

Se internó en un bosquecillo de robles, sándalos, magnolias y castaños donde los rayos solares se filtraban entre la fronda, expulsando a las sombras nocturnas y conformando extrañas filigranas en el suelo. Mucho paseó por él, respirando el aire transparente y puro, burlando al sol radiante, escuchando el arrullo de las aves y aspirando un perfume encantador.

Luego, se fue tan rápidamente como había legado y dejó olvidado en una rama su transparente y delicado chal. Éste se transformó en una bellísima y rara flor emergente de una planta desconocida.

Los hombres, al pasar, tiraron la planta al suelo y la pisotearon sin reparar en la belleza de la extraña flor.

Destrozada, la planta se marchitó. Mas la diosa la hizo revivir y multiplicarse para que todos los hombres del mundo pudieran gozar con la belleza de esta flor, que no es otra que la orquídea, una de las más exóticas que existen en el planeta.

LA POSTRER OFRENDA DE AMOR: EL NOMEOLVIDES

Un caballero enamorado, vestido con la armadura, paseaba cabalgando a la orilla de un río de aguas correntosas con su amada y futura prometida.

El aire estaba impregnado del aroma sutil de las flores; el sol brindaba sus rayos que, cual flecos lumínicos, parecían ondear en el lugar, y la brisa -arpa eólica- desgranaba sus blandos sones como broche atrapante de ese día primaveral.

Vagaban inmersos en su juventud, rica de amor, ilusiones, ensueños y esperanzas, cuando ella vio unas flores azules acunadas por el agua. Atraída por la belleza que ostentaban le solicitó a él que las recogiera.

En su intento por alcanzarlas, el enamorado resbaló y cayó al río. Intentó nadar pero el peso de la armadura le impidió hacerlo; era como si una parálisis repentina se hubiera adueñado de su cuerpo.

Comenzó a hundirse en el agua; a pesar de ello, con gran esfuerzo atrapó las flores y se las arrojó a la doncella, diciéndole: “¡No me olvides!”. Es por esta razón que a estas flores azules se las llama nomeolvides, en recuerdo de aquel idilio frustrado por el destino fatídico.

EL JAZMÍN O EL AMOR A LA LIBERTAD (LEYENDA ÁRABE)

La palabra beduino y -por ende- su femenino, beduina, provienen del árabe bedul que significa “el que vive en despoblado”. Los beduinos recorren en caravanas largos caminos, atravesando el desierto y pernoctando en oasis o países con quienes comercian; es proverbial su amor por la libertad.

En un tiempo muy lejano vivía una joven llamada Jasmine; ésta cubría la hermosura de su rostro con varios velos, para protegerla del calcinante sol que, de no hacerlo, ajaría su belleza.

Debido a los velos, su presencia generaba misterio; un príncipe, atraído por esta razón sintió arrebatada su alma y su corazón quemado por ardientes lavas de un volcán latente, que ante la jovencita amenazaba estallar. Incapaz de soportar ese tormento, la pidió en matrimonio y se casó con ella, llevándola a vivir a su palacio.

Jasmine, acostumbrada a vivir en el desierto inconmensurable, sin muros, totalmente abierto, padecía el estar encerrada; extrañaba su vida nómade. Ni los ricos manjares, ni la lujosa vestimenta, ni las joyas plenas de oro y de gemas preciosas, ni las acuáticas caricias de las fuentes, ni la fresca sombra, ni la sumisión de las esclavas atentas a sus menores deseos, lograban un destello que iluminara de alegría sus verdes ojos.

Un día pudo escapar y se dirigió a un oasis; allí, por primera vez, expuso su rostro al sol. Éste, al ver la belleza de esa faz femenina, hondamente impresionado, transformó a Jasmine en la flor que reconocemos con el nombre de jazmín, para que viviera en libertad en los sitios más calurosos del planeta y fuera admirada por su hermosura.

LAS VIOLETAS O LAS LÁGRIMAS CELESTIALES (LEYENDA ITALIANA)

Cuentan que en época remota los dioses decidieron crear las estaciones, se pusieron de acuerdo y la primera fue el invierno con vientos helados, nevadas abundantes y cielos nublados que pocas veces -al entreabrirse- dejaban pasar los fúlgidos rayos solares.

Pasado un tiempo, de un soplo apartaron las nubes y derritieron la blanca capa con que la nieve había cubierto el suelo. Al hacerlo, la hierba comenzó a crecer, los arroyos a correr y el sol a iluminar la tierra. La hierba, de esta manera, comenzó a crecer y a formar un tapiz esmeraldino que embellecía el paisaje.

Ante este espectáculo maravilloso, los dioses lloraron de alegría, sus lágrimas cayeron a la tierra y se transformaron en las pequeñas y bellas violetas que esparcen su perfume encantador por todo el mundo. Esta flor es muy apreciada y en cada primavera, al florecer, nos recuerdan su origen legendario.

LA CAMELIA O UNA RIVALIDAD ESTELAR (LEYENDA CHINA)

Dos estrellas jóvenes comenzaron a discutir en el cielo sobre cuál de ellas era la más bonita; la discusión se generalizó porque luego se armó una pelea entre todas las estrellas: cada una creía ser la más linda. Por este motivo, la paz del firmamento se quebró por sus reiteradas discusiones que cada día se hacían más agresivas.

La sabia Luna intervino decidiendo que la mejor manera de acabar con esta colosal gresca era que las estrellas se repartieran por el cielo. Así, cada una luciría su hermosura plenamente. Todas las estrellas aceptaron hacerlo y acataron la nueva ley.

Una de las estrellas más grandes resolvió ubicarse cerca de la Tierra, dándole su plateada luz al planeta. Estando un día muy cansada, decidió reposar en un árbol de mullida copa, bajó y se extendió en él para recobrar las fuerzas.

Se sintió tan gratificada que tuvo el anhelo de quedar allí por siempre y se transformó en una blanca flor, la camelia. Desde entonces, las albas camelias son estrellas de la tierra compitiendo en hermosura con sus hermanas, las estrellas del cielo.

EL TULIPÁN, SÍMBOLO DEL AMOR PERFECTO (LEYENDA IRANÍ)

El joven príncipe persa Farhad sentía un amor intenso por una doncella llamada Shirin. Cuando en las mañanas respiraba las brisas que desde la infancia lo habrían arrullado, al pensar en su amada sentía que sus nervios se atenuaban, sus duros músculos se distendían y sus entrañas trémulas se encendían haciendo arder su enamorado corazón.

Cuando, con los zafiros vagos de sus estrellas y la plateada faz de la luna conformaba la noche una celestial diadema, él pedía que le fueran prestadas alas para que recibiera el beso de su aliento la mujer que su pecho adoraba.

El amor de ambos jóvenes era inocente y plácido, los dos eran bellos; él, musculoso y viril con grandes ojos oscuros; ella encarnaba la femineidad y la delicadeza; sus verdes ojos semejaban por su brillo esmeraldas incandescentes. Sumaban ellos a estas cualidades físicas, cualidades morales que los embellecían más ante los demás.

Un aciago día llegaron al príncipe noticias de que Shirin había sido asesinada (luego se comprobó que no eran ciertas), Al momento de recibirlas, su espíritu se rindió al desconsuelo; montó su caballo y en el silencio de la noche triste se oyó el trotar de su corcel bajo una extraña luna de resplandor sombrío.

Farhad galopó frenéticamente hasta un acantilado, allí se arrojó al vacío, para morir. De las gotas de sangre de sus heridas brotó una planta con una hermosa flor: el tulipán, que desde ese día remoto, simboliza el amor perfecto.

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Esta estación posee una magia cautivante, tanto como las leyendas sobre las flores, indiscutibles embajadoras de la primavera.

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