Casos

La suma de todos los engranajes

Urvig, una de las empresas metalúrgicas más antiguas de la ciudad recupera terreno luego de pasar tiempos difíciles. Desde hace 6 meses, volvió a exportar.

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Hang. Avanzar con tecnología para el campo.

Foto: El Litoral

Félix Canale

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Contar la historia de Urvig SRL obliga a dar un salto que se remonta a 1946. Esto la sitúa en varios planos: como testimonio histórico de la industria nacional, como referencia pionera entre las manufacturas de alto valor agregado radicadas en la ciudad de Santa Fe y como testigo de los avatares industriales del país.

Un detalle de interés es que la empresa permanece en actividad, cuando ya muchas de las que la acompañaron en épocas cuando Santa Fe “también era una ciudad industrial”, han desaparecido.

“Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la Argentina no tenía desarrollo industrial y se quedó sin suministros. Hubo que improvisar. Había pequeños talleres, entre ellos los de Urbano Vignolo (Urvig), que comenzaron a crecer, primero reparando y luego fabricando piezas para maquinaria agrícola, barcos o material ferroviario. Se convirtió en una pequeña fábrica de engranajes”.

La historia la rememoran Adrián Hang (archiconocido por su actividad como piloto de autos de carrera) actual socio gerente de la empresa, y Carlos Romero, apoderado de la firma, en la que revista desde hace 40 años.

Los buenos tiempos

El primer gran impulso se produjo a mediados de los años ‘60 del siglo pasado, cuando Urvig se asocia con fabricantes de cosechadoras (entre ellas la también histórica de Juan y Emilio Senor, de la localidad de San Vicente, con el 50 % de las acciones) y tras la inyección de capital se lanza a la fabricación de productos complejos. Primero fueron cajas de cambio para cosechadoras y luego la transmisión para esas mismas máquinas.

“Entre 1964 y 1966 Urvig fabricó 1.410 diferenciales, cuando en la provincia había 18 fábricas de cosechadoras y nosotros les vendíamos a muchas de ellas”, cuentan los ejecutivos. Un dato de mercado: en 1970, casi el 80 por ciento de los fabricantes de cosechadoras estaba radicado en territorio santafesino. Había otros 6 en Córdoba y uno en Buenos Aires.

Con ese empuje, dinero fresco y mercado en expansión, la empresa compró un predio de 10 hectáreas en Sauce Viejo (en cercanía del actual Parque Industrial) donde instaló sus propios hornos de fundición en los que trabajaban 60 operarios, que se sumaban a los 150 ocupados en la planta de mecanización y montaje, ubicada en el mismo predio de 2.500 metros cuadrados que hoy tiene en la ciudad.

En 1977, la fabricación nacional de cosechadoras alcanzó uno de sus picos históricos con algo más de 2.500 unidades anuales. En 1991, había caído a menos de 300. En 1992, Urvig quebró.

El nuevo aliento

Es ahí cuando aparecen, otra vez, como en los años ‘60, capitales del interior de la provincia. Celso Hang (padre de Adrián) radicado en Frank, se asocia con inversores de San Vicente, alquilan las instalaciones en juicio y mantienen la compañía a flote, y la compran en 1994.

“Estuvimos casi dos años con un síndico supervisando la actividad, pero la compañía nunca cerró. Eso sí, tuvimos que replantearnos la producción, buscando otros nichos de mercado distintos a los que tradicionalmente veníamos ocupando”, cuentan los ejecutivos.

De acuerdo con los datos que aportan, hoy en la Argentina existen tres fabricantes de cosechadoras que venden en conjunto unas 800 unidades por año. En ese mercado, Urvig provee unas 200 transmisiones anuales.

Esa parte del negocio aporta cerca de 40 por ciento de la facturación anual, en tanto el resto se distribuye entre otros productos cuya complejidad -y uso específico- excede la mención en la presente nota. De todas formas, los ejecutivos mencionan insistentemente los “reductores epicicloidales” aplicados a “mixer”, un complejo mecánico que optimiza la función de mezcladoras y embutidoras de forraje.

Hacia el futuro

Los directivos de Urvig tienen en claro, como meta industrial, que a partir de la fabricación de su producto primario (los engranajes, que de por sí no son tan primarios), pueden avanzar hacia terminaciones de mayor complejidad, según requerimientos del mercado.

La meta histórica sigue siendo la misma: “Nosotros competimos por innovación tecnológica, apostamos a crecer con eso, siempre de la mano del campo”.

Pasa que “el campo”, en esa visión , no sólo incluye la pampa húmeda argentina sino que también agrega el desarrollo exponencial de Brasil. Pero el Gigante Verde tiene retrasos.

“En temas de agricultura y ganadería, estamos más adelantados que Brasil, tecnológicamente hablando. En Brasil, los mixer verticales (mezcladoras de forraje) recién están comenzado a conocerse y nosotros hace 2 años que los venimos desarrollando”.

También es una oportunidad el hecho de que el socio mayor del Mercosur esté frenando la importación de maquinaria agrícola, alentando a los fabricantes nacionales. Por esa vía, y después de muchos años, Urvig reabrió su capacidad exportadora. “Las exportaciones surgieron hace seis meses. Ya enviamos un prototipo y ahora despacharemos el primer pedido”.