En torno a “Querida señora” y sus peripecias

La novela esperada de Lermo Balbi

La novela esperada  de Lermo Balbi

“Las parvas” (1911), de Martín Malharro.

Por Osvaldo Raúl Valli

 

“Querida señora”, de Lermo Rafael Balbi. Fondo Editorial Municipal de Rafaela. Rafaela, Santa Fe, 2010.

Cada vez que en los últimos tiempos se hizo referencia a la obra novelística de Lermo Balbi, junto a Los nombres de la tierra (1985) y Continuidad de la Gracia (diez años después), aparecía una tercera, condenada aparentemente al olvido o, en el mejor de los casos, ubicada en la ambigua situación de “inconclusa”. El mismo autor, en conversaciones con amigos e inclusive en su “Inventario íntimo”, se ocupó en señalar las dificultades que acompañaron a Querida Señora desde su gestación, poniendo énfasis en los escasos documentos disponibles, como así también en distracciones y demoras que fueron restando continuidad al ritmo de trabajo. Luego, una larga enfermedad y la muerte se encargaron de truncar el siempre postergado proyecto narrativo. Sólo cabía esperar de allí en más que alguien “moviese las piezas” para que el valioso material no quedara en el olvido.

Y el momento llegó debido a la voluntad de Henry Milesi, amigo de siempre, devenido en “albacea literario” del escritor, y a la buena disposición de dos especialistas, Marta Zobboli y Mirtha Coutaz. Los tres, firmes ante la premisa de respetar al máximo “fidelidad a la escritura de Balbi”, fueron factores fundamentales en el inicio y consumación del proceso restaurador de la novela. Ardua fue la empresa de lidiar con borradores (ya sepia en muchos casos), marcados por las presumibles anotaciones al margen, tachaduras, enmiendas, vocablos “inventados”, expresiones en piamontés. En fin, indicios propios de un proceso creativo que el mismo poeta y narrador asoció alguna vez a un “parto doloroso y temido”.

Sin embargo, el desafío enfrentado por Zobboli y Coutaz no terminó allí. Tal como explicitan en el panorama introductorio, la tarea de reconstrucción exigía también salvaguardar la indispensable cohesión discursiva, cubriendo vacíos, apuntalando zonas difusas, y sobre todo, entramando espacios deficientemente articulados. Sólo desde esta perspectiva adquiere cabal dimensión el subtítulo elegido -Fragmentos de una novela inconclusa- para dar cuenta de un texto que, si bien lleva la marca indeleble de su autor, carece, por las razones apuntadas, del imprescindible trabajado final.

En este sentido, y enfocada con mirada integradora, esta novela no se aleja de las constantes temáticas actuantes en sus predecesoras (el valor práctico y simbólico de “la tierra”, ética del esfuerzo y del trabajo, importancia del grupo familiar como unidad primera en la superación de obstáculos). Pero basta con seguir las vicisitudes de los protagonistas -Francisco Buiani, su esposa y sus hijos- para advertir aspectos importantes en el sustrato ideológico que la fundamenta. Entre ellos, una penetrante mirada crítica sobre el entramado de poder jurídico, político y económico urdido para activar la llegada de contingentes venidos de un mundo que ya no los contenía. Un capitalismo modernizado, cuyo efecto mayor en este caso fue la configuración de una mentalidad que Balbi sintetiza con lucidez al ponerla en boca de un empresario que hoy llamaríamos “exitoso”: “el país, la provincia, están legislando para ponerles el pan en la boca a ellos y para servirnos el manjar a nosotros”.

En este tipo de enunciados podrían hallarse algunas de las claves para entender esta obra pensada a partir de la idea de recrear estéticamente “el proceso de una familia campesina y su descomposición (...)” que no llegó, como sabemos, a concretarse en plenitud. Aunque, si se avanza un poco más, será fácil de advertir por qué Querida Señora, “la más desposeída de todas”, al decir de Milessi, justifica con creces su publicación. En ella se descubren claves para entusiasmarse en la lectura de una obra que, más allá de “carencias” estructurales y cuestiones varias no resueltas, revela, vale la pena repetirlo, el talento narrativo y poético de nuestro autor, expresado tanto en el afán de mantener vivo un imaginario fundacional, como en la pretensión de abrir el relato inmigratorio a la posibilidad de nuevas interpretaciones. Dicho de otra manera, las reglas de juego de un universo en el que la indeterminación vence a lo seguro y las leyes inmutables del mito se entremezclan con la inclemencia de chapotear en el “barro de la historia”.

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Lermo Balbi

Foto: Jorge Cappato - Enrique Butti