Anoche, en el Museo Etnográfico

Las pruebas sobre el caso Bustos que ignoró Córdoba

Los expertos santafesinos expusieron los argumentos que -aseguran- los restos exhumados no pertenecen a Juan Bautista Bustos. La decisión del traslado sigue en manos de los dominicos pero no hay novedades.

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Punto por punto. Alejandro Damianovich fue el encargado de abrir la conferencia en la que afirmaron que los huesos no son de Bustos.

Foto: Flavio Raina

Salomé Crespo

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Los historiadores santafesinos que integraban la comisión biprovincial destinada a investigar la exhumación de los presuntos restos del primer gobernador constitucional de Córdoba, Juan Bautista Bustos, presentaron ayer en un panel los estudios realizados, en los cuales concluyeron que los despojos desenterrados en mayo no pertenecen al caudillo fallecido en nuestra ciudad en 1831.

En el salón de actos del Museo Etnográfico y Colonial (25 de Mayo 1470) estuvieron presentes la ministra de Innovación y Cultura de la provincia, María de los Ángeles González; el subsecretario de Gestión Cultural, Carlos Bernatek; familiares de santafesinos enterrados en el templo, un nutrido grupo de estudiantes de la carrera de Archivística del Instituto Superior Nº 12 y estudiosos de la historia y el patrimonio cultural santafesino.

Antes de comenzar la minuciosa exposición que se extendió por casi dos horas, la ministra González agradeció a los integrantes de la comisión por hacer un trabajo “tan serio, tan científico y tan equilibrado”.

En referencia a las diferencias planteadas con las autoridades cordobesas sobre la identidad de los restos, González señaló que “no se ha podido determinar que sean de Bustos (los huesos), tampoco que no lo sean y queda en la orden de los dominicos la decisión final de que viajen a Córdoba”.

Los argumentos

El profesor Alejandro Damianovich estudió, entre otros aspectos, el estado en el que quedó Bustos luego de la batalla de La Tablada en 1829. Es que los rastros que le quedaron en el cuerpo por el enfrentamiento con el General José María Paz fueron los que los investigadores cordobeses dijeron encontrar en el esqueleto exhumado y representaban -a su juicio- una prueba concluyente para la identificación.

Entre las fuentes que estudió Damianovich se encuentran desde el parte del mismo combate que Bustos le escribe en Córdoba al comandante en jefe de las tropas federales, Estanislao López, hasta libros de historiadores como Enrique Martínez Paz, Ramón Cárcano y Héctor Lobos, entre otros. Las versiones son contradictorias y hasta recurren a la literatura.

Como una de sus conclusiones, Damianovich señaló que “si se suman todas las heridas que mencionan los historiadores, Bustos habría tenido lesiones en la cabeza, en ambos brazos, en ambas piernas, en el tórax y en la clavícula” y no sólo en la clavícula y en las costillas como expusieron los cordobeses. Finalmente afirmó que “los fundamentos documentales son contradictorios y abundantes, entonces sólo queda la incertidumbre”.

El arquitecto Luis María Calvo se dedicó a la revisión de los entierros en el templo en el período que va desde 1661 a 1850: en total fueron 830, entre las que hay personas destacadas, civiles, terciarios dominicos y esclavos. Aunque en reiteradas oportunidades señaló que “la búsqueda de datos no fue exhaustiva” consiguió hasta el costo de los funerales.

Según Calvo, en la misma partida de defunción de Juan Bautista Bustos consta que fue enterrado en el templo, aunque no precisa el lugar exacto.

Sobre el momento del hallazgo de los huesos y la respectiva colocación de referencias, Calvo señaló los errores que cometieron los especialistas cordobeses, entre los que se encontraban miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense. “En una fotografía que nos proporcionaron con las referencias de cómo encontraron el cadáver se indicaba que la cabeza estaba para el sur y los pies hacia el norte. Después de dos meses nos dijeron que se habían confundido involuntariamente, lo que marca un desconocimiento de los rituales de entierro”, disparó el arquitecto y agregó que “si las indicaciones de un primer momento estaban bien, el cuerpo encontrado corresponde a un sacerdote”.

Por su parte, las investigaciones de Gabriel Cocco y Adriana Collado apuntaron las falencias en el trabajo de los cordobeses respecto de la utilización de la placa conmemorativa de la muerte, ubicada en el altar en 1974, como punto de partida para la excavación y los cambios que tuvo el templo a través del tiempo. El mismo se comenzó a construir en 1660. Desde entonces sufrió sucesivas ampliaciones y modificaciones hasta concluir en el actual edificio erigido entre 1892 y 1905, siguiendo el proyecto del arquitecto Juan Bautista Arnaldi.

Entre otras cuestiones, Cocco sostuvo también que “hubo deficiencias en el registro de la excavación, porque no inscribieron constancias de las evidencias halladas en el entierro, como una capa de cerámica que cubría el cuerpo; no le dieron mayor importancia y la tiraron”.