Mesa de café

¿Aborto?

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Remo Erdosain

-En lindo berenjenal se metieron los diputados- exclama José.

-¿No sé a que te referís? pregunto, mientras le hago señas al mozo para que me traiga un café cortado con leche.

-Al aborto. Como si no hubiera temas importantes para tratar.

-¿Y te parece que no es un tema importante? pregunta Abel.

- Lo que pasa -dice Marcial- es que la compañera Cristina hasta el momento no ha dicho una palabra sobre el tema, y a nuestro amigo José si no le dan órdenes no sabe qué hacer por cuenta propia.

José está por contestar pero el que interviene antes soy yo: -Te equivocás Marcial. La señora no se ha quedado callada en este tema; ya dijo de manera concluyente que ella está en desacuerdo con el aborto.

-Si es por eso todos estamos en desacuerdo -acota Abel-, nadie puede estar de acuerdo con la mutilación, es como si yo dijera que estoy de acuerdo con una operación para extirpar un cáncer; hay que hacerla, pero no me pidan que esté contento.

-Un cáncer no es lo mismo que un niño -enfatiza José.

-En mis tiempos se le decía feto -apunta Marcial-, no sé por qué ahora se le dice niño.

-No es una cuestión de palabras -responde José- tampoco es un tema religioso.

-No es religioso, pero todos los que se oponen al aborto son cruzados de la Iglesia Católica.

-No es así -insiste José- yo estoy en contra del aborto y la última vez que fui a misa fue cuando se casó mi hijo hace diez años-

-Vos estás en contra -digo-. porque Cristina está en contra. Si mañana la señora dice que hay que votar a favor del aborto, vos hacés cuerpo a tierra y después salís a la calle a repartir volantes a favor de la despenalización del aborto.

-Vamos a dejar las chicanas y tratemos de hablar en serio- reprocha Abel.

-Yo lo digo con mucha seriedad- dice Marcial- creo que nadie puede estar a favor del aborto, que el tema no es aborto si o aborto no.

-¿Y entonces cuál es? pregunta José.

- Si una mujer puede decidir sobre su cuerpo, si una mujer es una suerte de incubadora que está obligada a hacer lo que le dictan sus hormonas.

-Yo me opongo a ese razonamiento -cuestiona José-, acá lo que está en discusión es si ese niño o ese feto -como a ustedes les gusta decir-, es o no es vida. Y ya se ha probado con todos los instrumentos científicos que sí, que es vida.

-Puede que haya vida, pero no sé si es persona -digo-, en todo caso lo que se puede decir es que es un proyecto de vida.

-Proyecto que, como todo proyecto -completa Marcial- se puede interrumpir o continuar.

-Yo insisto -señala Abel- que es un tema delicado. Yo estuve a favor del divorcio y de la patria potestad compartida; apoyé aunque con reticencias la ley de matrimonio igualitario, pero al tema del aborto no termino de tenerlo claro.

-¿Qué es lo que no tenés claro?

-Si la oposición al aborto es una posición de la Iglesia Católica o una revelación de la ciencia.

-Yo creo que es una posición de la iglesia -dice Marcial- porque hasta hace años para la Iglesia no había problemas con el aborto ya que consideraban que el alma se instalaba en el feto al sexto mes de embarazo.

-Yo creo que son las dos cosas -afirmo- la Iglesia defiende su doctrina, pero por primera vez en muchísimos años sus posiciones coinciden con el saber científico.

-Me extraña oírte decir eso -observa Marcial.

-A mi me extraña que vos te cierres a entender que el tema es complejo.

-Es complejo, pero alguna respuesta hay que darle a las madres que se mueren por abortos clandestinos.

-Que tengan el hijo y lo den en adopción -dice José.

- Esa es una boludez, es no conocer la vida, es ignorar el drama humano -reacciono.

-El drama en este tema es matar a un chico -dice José.

-Yo afirmo que no es un chico, es un proyecto y que entre la vida de la madre y la continuidad de ese proyecto no tengo dudas de que hay que estar del lado de la madre -refirma Marcial.

-Hay que estar del lado de la vida -retruca José.

-Nadie está a favor de la muerte -responde Abel-, pero está claro que a la hora de elegir entre un embrión y la vida de una mujer que es mi esposa, mi hija o mi madre, elijo la vida de mi mujer. No ignoro que es una elección dolorosa, nadie aborta porque está aburrido o porque no tiene otra cosa que hacer. Una mujer aborta porque no está preparada para tener un hijo, porque no quiere traer un hijo al mundo en las condiciones en las que vive, porque tiene miedo de morirse o porque está sola. Es su decisión y hay que respetarla.

-Conozco una chica que tuvo el hijo sabiendo que iba a morir. Ése es un ejemplo -exclama José

-No sé si es un ejemplo -digo-, en el mejor de los casos puedo respetar su decisión, pero no puedo obligar a que todas las mujeres que corren el riesgo de morir mueran por esa misma razón.

-Y de lo que no hablamos -dice Marcial- es de los negociados que hay con el aborto. Hay médicos que se han hecho multimillonarios practicando abortos. Ellos son los principales interesados en que el aborto esté penalizado.

-Yo trato de ser moderado -exclama Abel-, no estoy de acuerdo que se pueda abortar como quien se saca una muela, pero estoy de acuerdo con que una mujer violada o una mujer cuya salud corre peligro pueda interrumpir el embarazo.

-Vos siempre tratando de estar en el término medio -reprocha Marcial.

- El término justo -responde Abel.

- Yo sigo estando en desacuerdo -dice José.

-¿Y se puede saber por qué? pregunto.

-Porque violar a una mujer es un delito horrible, continuar con un embarazo poniendo en peligro la vida de la madre es un riesgo grande, pero en todos los casos el que no tiene la culpa es el chico que está por llegar al mundo. Hay que meter preso al violador y hay que proteger la salud de la madre, pero no matar al chico.

-A mi me gustaría que tu hija esté por morir y vos firmés su condena a muerte en nombre de esos principios

-O que a tu hija la hayan violado y vos autoricés que tenga un hijo del violador.

-En todo esto hay mucha hipocresía -se enoja Marcial. Estoy cansado de conocer mujeres que están en contra del aborto, militan en contra del aborto, pero después abortan en silencio o mandan a abortar a sus hijas en las clínicas más caras y seguras de la ciudad.

-Todo eso está mal -reconoce José-, pero no responde a la pregunta central: si esa “cosita” que está en el seno de la madre es vida o no es vida. Y si es vida, por qué debemos matarla.

-Yo no voy a entrar en esa discusión. Para mi es mucho más importante proteger a esa madre de carne y hueso, a esa expresión histórica de vida, que a un embrión.

-La otra vez leí que en Nueva York la delincuencia juvenil había disminuido después de que se legalizó el aborto.

-¿Y qué tiene que ver una cosa con otra? pregunta José.

-Que esas chicas que quedan preñadas sin saber de quién quedaron preñadas, después tenían un hijo que ellas no podían o no querían criar. Chicos criados a la buena de Dios que acumulaban resentimientos, odios y terminaban siendo delincuentes.

-No comparto. concluye José.