De domingo a domingo

Los controles en la compra de dólares y las recetas ortodoxas

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Los ciudadanos que eligieron en libertad a su próxima presidenta buscaban en libertad proteger sus ahorros contra una inflación no reconocida. Ahora los detiene un corralito cambiario. Foto: Archivo El Litoral

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Los argentinos han elegido en libertad a su próxima presidenta. En cambio, cuando deciden optar por el modo de proteger sus ahorros, dejando de lado los pesos y acudiendo al dólar debido a que perciben que algo delicado puede ocurrir en materia económica, el gobierno nacional se convierte de inmediato en represor de sus deseos, les impone un corralito cambiario que sólo se puede saltar si el Gran Hermano que habita en la AFIP otorga su bendición y vulnera de un plumazo las libertades individuales.

Este debería ser el foco de la discusión, antes que el nivel del tipo de cambio. El avance del Estado sobre los ciudadanos, sin que nadie por ahora haya puesto siquiera sobre la mesa el tema a debate (los opositores mucho menos porque están metidos debajo de la cama después del sopapo del 23 de octubre), deja abierta muchas posibilidades de escalada a los más radicalizados, siempre dispuestos a cometer este tipo de arbitrariedades y, según la historia, muchas otras más, como persecuciones, censura, escuchas, expropiaciones, regimentación educativa, etcétera.

Pero además, en este caso de los dólares, y sin siquiera apelar a la excusa del bien común, el férreo control cambiario impuesto por las autoridades se ha hecho en nombre de la lucha contra delitos de los cuales, en general, el común de la gente no participa, para los cuáles ya estaba operativa la Unidad de Información Financiera (UIF) que se nutre esencialmente de datos bancarios.

Como no se atacan las causas...

En realidad, lo que se busca ahora, más que detectar lavado de dinero, es no perder más dólares de las reservas, ya que una devaluación sería traumática por un mayor impacto sobre los precios.

Esta no es la primera vez que el discurso y la realidad de los hechos van por carriles diferentes, debido probablemente a la falta de capacidad técnica o a la cerrazón ideológica que tienen algunos cultores de la actual política económica. Como no se pueden atacar las causas, ya que eso pondría en discusión lo que se considera intocable, se apunta entonces a las consecuencias y ya hay quienes buscan responsabilizar a parte de la prensa.

Ricardo Gerardi, economista de la UBA, de la Universidad de General Sarmiento e integrante del Plan Fénix, sostuvo en la semana que ‘los medios opositores son los que incitan a la compra de dólares y si logran conseguir que lo haga una masa importante (de compradores) llevarán al país a una recesión’.

Otro doble juego ya conocido: echarle la culpa a otro y abrir el paraguas por si se viene la noche en materia de crecimiento, lo que sería un baldón para quienes defienden la sustentabilidad del modelo. Sin embargo, omiten que la madre de los desvíos está en la inflación, que ellos no pueden cuestionar por variadas razones, una de ellas porque el Indec no la mide y como no la mide, no existe.

Ese aumento de precios del veintipico por ciento que el Estado no reconoce porque Néstor Kirchner en persona la mandó a ocultar para ‘ahorrarnos‘ millones de dólares con el no ajuste del CER, pero que a la vez ha sido convalidado en todos los aumentos salariales y jubilatorios, fue motorizado de modo central por el gasto creciente y la emisión monetaria, ambas palancas del alto consumo que pregona el modelo, que parece haber sido uno de los sustentos de la reelección presidencial.

Sin embargo, la brecha que se fue abriendo entre la suba de los precios y el dólar planchado le quitó competitividad a la exportaciones y deterioró la balanza de pagos y es lo que ha motivado, porque se percibe como un bien barato, la dinámica compradora de la gente que viene fugando capitales desde hace meses.

Tampoco ingresan capitales como en Brasil que debió ahuyentarlos, ya que la Argentina hoy atrae menos Inversión Extranjera Directa (IED) que Colombia y Perú, según cifras del Banco Mundial.

Sin que les corra frío por la espalda

‘Si tu sobrino se va de viaje de egresados a Cancún y no a Bariloche, empezá a pensar que hay un proceso de atraso cambiario’, señalaba en la semana en un seminario privado otro economista, de otro palo, para comparar, con regresiones estadísticas, el momento actual con los períodos de la tablita de Martínez de Hoz y con la Convertibilidad noventista. Si los defensores del modelo vieran esos gráficos, seguro que les correría frío por la espalda.

Como los dólares faltan, lo primero que hicieron las autoridades económicas fue tratar de dotar de mayor oferta al mercado, prohibiendo lo que en su momento se prohijó: la liquidación de parte de las divisas de los sectores petrolero y minero en el exterior. Luego, le tocó el turno a los dólares que las aseguradoras tienen depositados en el exterior.

Mientras tanto, se empezó a operar sobre la demanda y entonces, dicen que para controlar a los coleros, se armó este esquema de la autorización previa que le toca a todo el mundo.

¿Qué seguirá en materia de controles?

Fuentes cercanas a la conducción del Banco Central señalan que en el Gobierno se estudia algún modo de frenar la remesa de utilidades y dividendos de las firmas transnacionales a las casas matrices, una suma que ya alcanza en este año U$S 3.000 millones. En apariencia, las autoridades consideran que las subsidiarias o filiales están girando más de la cuenta, como una forma de apoyar los balances de las corporaciones que están sufriendo por la crisis internacional y se espera que en estos días haya alguna negociación para limitar ese envío.

En cuanto a la Prohibición para Todos que ha instrumentado la AFIP (‘a nosotros no nos miren‘, dicen en el Banco Central), la misma se sustenta en un sistema que fastidia cada día más a los eventuales compradores.

“Morenización” del dólar

El fondo de la cuestión es que se ha exacerbado el mercado negro cuya brecha, de abrirse, incitará a la subfacturación de exportaciones o a la sobrefacturación de importaciones para liquidar las diferencias ‘por afuera’, es decir a otro precio en este segundo mercado. Es lo que Martín Redrado, quien piensa que las divisas van a ser utilizadas sólo para lo que las necesite el Gobierno sin dejar ‘nada para los privados’, llama la ‘morenización’ del dólar.

A la hora de pedirle permiso al organismo, tampoco nadie sabe para que lado caerá la taba: los que son bochados no conocen cuáles son sus ‘inconsistencias‘ y a los que se les permite comprar una suma no tienen idea si se trata de un cupo mensual, anual o discrecional y si van a poder volver a comprar hacia adelante. ¿Es capaz de decir la omnipresente AFIP cuánto de un sueldo se debe gastar en comida y ropa y cuánto se puede ahorrar? Hasta ahora lo que parece es que se controlan los flujos de ingresos, pero a la hora de atender la libertad de las personas y de las empresas de variar a su gusto la composición de los activos de su propiedad, el organismo que todo lo ve no ha dicho ni una palabra.

Por ese otro prurito de no usar la palabra ‘ajuste‘, los ministros Julio De Vido y Amado Boudou comunicaron en la semana el ‘redireccionamiento‘ de los subsidios, que en el léxico de ingeniero del ministro de Planificación se dice ‘recalibrar‘, para no decir ahorro fiscal o recorte de gastos, conceptos demasiado emparentados con el manejo de la economía que la heterodoxia repele.

El plan económico era maravilloso hasta el 23 de octubre. Nunca antes se quiso admitir desde el Gobierno que se trataba del viento de cola de precios de materias primas que volaban, con Brasil tirando y con tasas bajísimas en el mundo.

Sin embargo, a este mismo modelo que estaba blindado antes de las elecciones, ahora se lo ve sometido a tironeos desde dos flancos distintos: desde el lado del dólar y desde la crisis internacional, que genera menos ingresos de divisas, menos compras de Brasil y, si la Argentina pudiera tomarlo, financiamiento algo más caro en el mundo.

Ahora, que el viento viene de frente, parece que el blindaje se descascaró y desde el Gobierno se han empezado a poner apenas parches para tapar las goteras, aunque todavía no se logra desagotar el techo, por lo que siguen las filtraciones. Además, hay una notoria puja interna entre los desbordados y los racionales, que deberá saldar la presidenta quizás a la hora de armar su nuevo Gabinete.