Honrar la vida

Por María Luisa Miretti

“Leonora”, de Elena Poniatowska. Seix Barral. Barcelona, España, 2011.

En los agradecimientos de esta biografía Premio Biblioteca Breve 2011-, Elena Poniatowska comenta los propósitos iniciales, más simples y modestos, finalmente devorados por la vorágine de la vida misma de la protagonista, con quien pudo departir antes de su muerte. La lectura atrapante de estas páginas son producto de ambos talentos: autora y protagonista.

La historia se circunscribe a la reproducción entre fiel y ficcional- de la vida y la obra de Leonora Carrington (Inglaterra, 1917 México, 2011), sin ocultar nada. En los 56 capítulos del libro nos regodeamos con la vida y obra de esa mujer indomable, extravagante y casi emblemática, capaz de sortear todos los obstáculos en busca de la realización de sus deseos.

El contexto surrealista permite apreciar los modos de vivir y de sentir de sus creadores (Bretón, Eluard, Dalí, Picasso, Miró) sin excluir ningún detalle de las vanguardias. El grado extremo se observa en los avatares de la relación entre Max Ernst y Leonora, odios y pasiones que reflejan entregas y distancias a partir de espacios comunes en los que se entremezclan el arte, la pasión, el sexo y la estética, sin dejar pliegues ni frases ocultas.

El libro comienza en la niñez de esta aristócrata insatisfecha, que reacciona frente a la estricta educación impuesta, o cuando le destacan que debe olvidar el arte ya que “los artistas son inmorales”. No hay escuela ni convento que la soporte, porque a todos enfrenta desde los planteos más elementales. “No. Papá. Yo no soy tu creación. Quiero inventarme a mí misma. Me voy”.

Cuando el padre le insiste en prepararse, ya que el destino de las mujeres es educarse para complacer a los hombres, no se amilana en enfatizar su negativa, que casi como un bastión emblemático- marca la señal que la acompañará toda su vida en defensa de la libertad y la creatividad sin distinción de género ni clase social.

En cada etapa se debe enfrentar con los convencionalismos de la época, pero nada la frena, ya que su espíritu indomable sólo pretende calmar el grito interior que le habla y susurra en las noches o en los días eternos, alejada del mundo convencional que abomina. Se cree pájaro, caballo y vive según esos códigos, alterna con seres imaginarios y su fantasía se escapa permitiéndole romper moldes y crear en el campo de la plástica y de la escritura ejemplos memorables.

La guerra pone coto a su relación con Max Ernst lo detienen y encarcelan como enemigo del régimen-, momento clave en el que ella parece enloquecer y debe padecer múltiples vejaciones hasta que la internan en un manicomio en España. “... ella es la tierra, sus brazos son los olivos que se levantan contra el nazismo. A ella no la han aprisionado, es a Inglaterra, a Francia, a España a las que encierran en un manicomio”.

Logra escapar, primero a Lisboa donde conoce al poeta Renato Leduc en la embajada de México con quien más tarde se casa-, luego se va a Nueva York con Peggy Guggenheim, para finalmente radicarse en México, donde se reencuentra con exiliados surrealistas, entabla amistad con Remedios Varo y luego forma su familia. “Los gobiernos son la suma de todos los egoísmos. Quieren hacerle a la gente lo mismo que Harold Carrington le hizo a ella”.

Entre biografía y ficción el lector no puede permanecer indiferente. Las escenas son arrolladoras, por momentos tiernas y jocosas o de intenso dramatismo, pero la vitalidad y la energía de su protagonista no dejan indiferente. Sólo en ciertos capítulos avanzada la historia, cuando se siente acorralada por los nazis- hay un sesgado lamento existencial de tinte regresivo, por temor al abandono y la enorme necesidad de afecto (contexto bélico), pero su fiereza por honrar la vida es inclaudicable.

Honrar la vida

Leonora Carrington en su juventud.

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Paul Éluard, Leonora Carrington y Max Ernst en Cornwall, Inglaterra, en 1937.

Honrar la vida

Leonora Carrington (agachada) con sus amigas: Lee Miller, Ady y Nusch Éluard.