Mesa de café

Aerolíneas Argentinas en la lona

MESADECAFE.tif

Rogelio Alaniz

-Lo de Aerolíneas Argentinas es una vergüenza -exclama Marcial, mientras saborea su taza de té de la tarde.

-A los gorilas siempre le molestaron las empresas del Estado -refuta José.

-A los gorilas y a los seres humanos en general nos molestan que nos estafen -explica Marcial- que nos hagan pagar dos millones de dólares por día por servicios que funcionan como la mona, que cada vez que uno quiere viajar por Aerolíneas anda con el Jesús en la boca porque nunca sabe si el avión va a salir o va a llegar... si porque me molestan esas cosas soy gorila, no tengo ningún problema en aceptar el mote.

-A los gorilas también se los conoce por el odio visceral que le tienen a los sindicatos -insiste José- les molesta que los trabajadores estén organizados, les molesta que tengan derechos y no sean esclavos, estaban contentos cuando el trabajador bajaba la cabeza, cuando vivía con un salario de hambre, cuando podían ejercer el derecho de pernada con sus hijas y esposas.

-Hasta que llegó Perón y los trabajadores fueron felices -ironiza Abel.

-Exactamente -dice José algo distraído, porque mira hacia la barra para pedirle a Quito que le sirva otro liso.

-No victimicés a los verdugos -interviene Abel. -La última noticia que tengo de los dirigentes sindicales es que mataron a un chico del Partido Obrero, vendieron medicamentos envenenados e incendiaban vagones del ferrocarril...

-Convengamos que tu mirada sobre la dirigencia sindical es parcial -digo.

-Es parcial -responde Abel- porque ellos por definición son parciales.

-No nos vayamos por las ramas -dice Marcial- porque yo, como buen gorila, sé muy bien el tiempo que se pierde viajando por las ramas... vayamos al grano: en Aerolíneas Argentinas hay siete sindicatos, es un aquelarre. El otro día me decía un amigo gremialista que si en cada unidad de trabajo las especializaciones se organizaran en un sindicato propio, en estos momentos tendríamos más sindicatos que gente.

-Yo quisiera saber, cuáles son los motivos para que en Aerolíneas haya siete sindicatos o en la ciudad de Buenos Aires los maestros tengan once sindicatos -pregunto.

-Los motivos son diversos -explica Abel- pero ninguno tiene que ver con los intereses de los trabajadores.

-¿Y se puede saber con qué tienen que ver? -pregunta José amoscado.

-Con las miserables ambiciones personales de los dirigentes, con su pulsión al negocio chiquito, con sus afanes corporativos- explica Marcial.

-Yo me acuerdo -dice Abel- cuando los pasajeros se quejaban porque les robaban las valijas. Pasaron meses y años sin que les llevasen el apunte, hasta que una vez un juez decidió un procedimiento, llegó la policía y exigió revisar los vestuarios de los encargados de controlar las valijas. ¿Saben lo que hizo el sindicato? -pregunta Abel y nos mira a todos con aire triunfador.

-No lo sé -respondo.

-Declaró un paro porque consideró inadmisible que la policía sospechara de los trabajadores.

-El crimen perfecto -exclama Marcial- roban las valijas y los ladrones después son protegidos por el sindicato. Es como decía mi abuelo: al buen trabajador lo protege el patrón, al mal trabajador lo defiende el sindicato.

-Después te enojas cuando te digo gorila -reprocha José.

-No me enojo, todo lo contrario -responde Marcial sin dejar de sonreír.

-Lo que a mi me resulta inadmisible, es el mal trato que se dispensa a los viajeros -dice Abel- hablan y se llenan la boca con la palabra soberanía para defender a Aerolíneas, pero después tratan a la gente como la mona. Cada uno de los viajeros que dejan abandonado en el aeropuerto, a cada ciudadano que dejan sin viajar o durmiendo en el suelo, estos señores le deberían levantar un monumento, porque ese viajero que desprecian, manosean y maltratan, es el que les está financiando con sus impuestos los sueldos que ganan, el puesto de trabajo que disfrutan.

-Es interesante -digo- invocan la nacionalización de un servicio público porque supuestamente se va a prestar un servicio de mejor calidad a la gente, pero luego la buena calidad, los beneficios y las comodidades son para la corporación. Conclusión: sindicalistas millonarios, empresas deficitarias y servicios pésimos.

-A eso agregale -apunta Marcial- que Aerolíneas Argentinas está administrada por unos mocosos irresponsables y ávidos de poder y riqueza, mientras que el personal de carrera ha sido desplazado o expulsado de la empresa...

-No quiero hacer leña del árbol caído -agrega Abel- pero el trato del personal es pésimo. Defienden la estatización en nombre del pueblo, pero en realidad lo que defienden es el derecho a trabajar lo menos posible y a maltratar a los usuarios que les dan de comer.

-Con esos datos -digo- no me llama la atención que el déficit diario sea casi de dos millones de dólares.

-Yo creo -dice José- que hay defectos y problemas, pero es importante que el Estado tenga una empresa de esta dimensión. Lo otro puede corregirse.

-Más o menos -dice Marcial- hasta ahora en lugar de mejorar, empeoró.

-Se dice que una empresa como Aerolíneas planifica vuelos a lugares que ninguna empresa privada haría, porque son caros, pero lo que resulta más curioso -se asombra Abel- es que el déficit por los vuelos internos es apenas del cinco por ciento.

-Con todo respeto -dice Marcial- yo creo que la discusión debería girar alrededor de la calidad del servicio prestado y los costos.

-Todas las empresas de servicios públicos tienen déficit -sostiene José.

-Puede ser, pero ese déficit debe ser razonable y como contrapartida el servicio prestado debe ser bueno. Pero acá tenemos todas las variables en contra: malos servicios, déficit, corrupción, impericia, maltrato a los usuarios...

-No exageren -insiste José- la compañera presidenta intervino en el conflicto y amenazó con quitarle la personería gremial a uno de los sindicatos.

-Era hora -exclama Abel.

-Siembras vientos y recoges tempestades -digo- la señora y su marido soliviantaron a los sindicatos y les permitieron todos los abusos imaginables. A los sindicalistas que hoy condenan les dieron cargos y beneficios y, además, alentaron todas las huelgas que le hicieron a la empresa Marsans.

-No me digas que ahora vas a defender a Marsans -dice José.

-Que Marsans se defienda sola -exclamo- pero lo cierto es que esta empresa nunca tuvo oportunidad de levantar cabeza, porque entre las huelgas y el congelamiento de las tarifas no le dieron margen para nada.

-Además, no olvidemos que Marsans fue un invento del anterior gobierno peronista. Yo te recuerdo que en su momento Terragno propuso un proceso de privatización interesante, pero los peronistas lo boicotearon para después privatizar perpetrando negociados escandalosos.

-Los de Marsans eran unos hijos de mala madre -dice José levantando la voz- corruptos, cuenteros, parásitos...

-Todo lo que quieras -admite Marcial- pero yo quisiera saber cómo va a terminar el juicio que tenemos con esa empresa y cuánto nos va a salir la jodita que se mandaron tus amigos los Kirchner.

-Yo insisto -exclama Abel- en decir que mientras tengamos siete sindicatos no hay manera de arreglar este berenjenal.

-¿Qué pretenden, que no haya sindicatos? -pregunta airado José.

-Pretendo que en lugar de siete haya uno -digo- ¿Es mucho pedir? ¿No sería mejor para todos, incluso para los trabajadores? ¿No se pondría fin al a la lucha facciosa por pequeñas porciones de poder?

-No comparto -concluye José.