tribuna de opinión

Una defensa innecesaria

Rogelio Alaniz

Honestamente creo que Arturo Frondizi no necesita que Reinaldo Avilé lo defienda. El hombre se defiende solo. Risieri y Silvio tampoco necesitan defensores. Los tres fueron grandes a su manera y como suele pasar entre hermanos, en algunos momentos se pelearon y se dijeron cosas graves. No soy yo el indicado para meterme en esas peleas pero ocurre que éstas adquirieron estado público cuando Risieri y Silvio firmaron unas cuantas solicitadas criticando a su hermano Arturo, solicitadas en las que lo más liviano que le decían era traidor.

Avilé me presenta como un enemigo de Arturo, como alguien que lo odia y lo condena. Nunca fui frondicista, pero siempre respeté al estadista inteligente que ve más lejos que sus contemporáneos, dos virtudes de las que seguramente Avilé no está en condiciones de enorgullecerse. Con sus reclamos a una anacrónica lealtad, me recuerda a esos cortesanos que exigen sumisión incondicional a su señor.

Frondizi fue un hombre lúcido, pero admitamos que alguna vez se equivocó y que en los últimos años de su vida sus facultades habían declinado, al punto que quiero creer que sólo en nombre de esa declinación pueden justificarse las tribunas compartidas con Herminio Iglesias o los actos de solidaridad con Seineldín.

Con Frondizi conversé en tres ocasiones. Me lo presentó en 1971 Angelita Romera Vera. Fue en esa reunión cuando habló del “loquito lindo”. Que Avilé no se asuste ni se persigne. Lo dijo con afecto y exhibiendo un sentido del humor que su actual y gratuito defensor no dispone. Años después, le hice una entrevista en el local del MID en 1º de Mayo y en 1986 hubo otra en el Hostal. Para esa fecha ya no era el mismo y se notaba. Seguramente Avilé estuvo más veces con él. No quiero imaginarme lo impresionado que se habrá sentido don Arturo por disponer de un interlocutor decidido a ofrecer sillas para sentarse y servir el café a los presentes.

Avilé se presenta como un tipo que quiere a Frondizi. Está en su derecho, como yo tengo el derecho a decir que quererlo a Frondizi es cosa de sonsos o de amanuenses. A Frondizi no hay que quererlo, hay que entenderlo. Él era un político que rechazaba la cursilería y el sentimentalismo, justamente las dos condiciones que Avilé pretende exhibir como virtudes.

Avilé dice que Frondizi era un cristiano piadoso. No soy la persona adecuada para decir quién es buen o mal cristiano, pero invocar las enseñanzas de Cristo para justificar el perdón a López Rega, me suena más a una coartada que a un acto de fe. A Frondizi hay que respetarlo por lo que tuvo de grande, no por sus agachadas. El problema de Avilé es que esa diferencia aún no ha logrado establecerla y entonces termina siendo un frondicista de las agachadas y no un frondicista de las grandezas, que es lo que hubiera deseado Frondizi de sus seguidores.

La nota “Triste solitario y final”, la escribí no para atacar al desarrollismo sino para defenderlo de aquellos que se pasaban con armas y bagajes al peronismo. Contra lo que supone Avilé, yo no los criticaba por desarrollistas, sino exactamente por lo contrario, por dejar de ser desarrollistas. Al título de esa nota, mi crítico afirma que lo saqué de la novela de Soriano. Otra vez se equivoca. Mejor dicho, acierta en la superficie pero se equivoca en lo que importa. “Triste, solitario y final”, no es una frase de Soriano; la escribió Raymond Chandler en “El largo adiós”. El día que Avilé pueda diferenciar a Soriano de Chandler, es probable que empiece a entender a Frondizi.

Avilé me presenta como enemigo de los desarrollistas y las pruebas que brinda se parecen a él: livianas e inconsistentes. Muy a su pesar, con los desarrollistas nunca tuve problemas. Por lo menos eso es lo que creo. Alguna vez Rogelio Frigerio me regaló un libro dedicado con su firma. Lo tengo en mi biblioteca y de vez en cuando se lo muestro a algunos amigos frigeristas que me visitan. Allí concluye toda mi relación con Frigerio. Hablé dos veces con él y me pareció un tipo inteligente y porfiado. Era de los políticos que creían en las ideas y el poder y hasta que alguien no me demuestre lo contrario, creo que nada mejor se le puede pedir a un político.