El jueves cumplirá 104 años

Niemeyer, entre homenajes y decepción

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Oscar Niemeyer, el “poeta del hormigón armado” y uno de los grandes de la historia de la arquitectura.

Foto: Archivo El Litoral

Máxima figura de la arquitectura brasileña, el ideador de Brasilia, Oscar Niemeyer, cumplirá este jueves 104 años de edad rodeado de amigos y homenajes, pero con el sabor amargo que le dejó el cierre de su proyecto “más querido”, el Centro Cultural Niemeyer, en la ciudad española de Avilés.

 

De la redacción de El Litoral

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Agencia DPA

Tal como apuntó el diario español El País, el “cierre provisional” del Centro Niemeyer fue un “regalo envenenado” para el arquitecto, que lo consideraba como “uno de los ejemplos recientes más expresivos” de su defensa de “una arquitectura más libre”.

Al comentar recientemente la perspectiva de cierre del Centro Niemeyer, el arquitecto expresó su “disgusto” por la disputa política que resultó en el cierre del lugar, que consideraba como “un espacio fantástico para la realización de eventos culturales, integrando las artes contemporáneas y la arquitectura”.

Pero no todo es tristeza en el cumpleaños de Niemeyer, quien, como siempre, planea celebrar la fecha reuniendo a un pequeño grupo de amigos en su departamento/oficina ubicado en un edificio sobre la playa de Copacabana, en Río de Janeiro.

Uno de sus proyectos más recientes, el de la nueva sede del Tribunal Superior Electoral (TSE), será inaugurado el jueves en Brasilia, donde todos los principales edificios públicos han sido proyectados por Niemeyer, cuyo talento logró superar los resquemores del poder por su fiel adhesión al comunismo.

El fuego incesante

A los 104 años, el arquitecto no cesa, y dedica sus tardes a elaborar nuevos proyectos, entre ellos el de un teatro con capacidad para recibir a 2.500 personas en el parque de Flamengo, cerca del famoso cerro “Pan de Azúcar”, que es hoy el encargo que más lo ilusiona.

“Se me ocurrió una solución capaz de provocar sorpresa y atraer al público: una cúpula magnífica que sería construida (...) delante del Pan de Azúcar”, escribió recientemente el “poeta del hormigón armado”.

Además, sigue las obras de culminación de otro proyecto suyo, el de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (Unila), que está siendo levantada en la ciudad de Foz do Iguazú, en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay. “Será un espacio donde alumnos y profesores de distintas nacionalidades podrán realizar intercambios sociales significativos”, expresó.

Los homenajes que no cesan jamás reflejan la importancia de Niemeyer, uno de los discípulos del francés Le Corbusier que, siguiendo los pasos del maestro, revolucionó la arquitectura mundial y creó una marca propia para sus proyectos: la línea curva.

“Niemeyer odia el capitalismo y el ángulo recto. Contra el capitalismo, no es mucho lo que puede hacer. Pero contra el ángulo recto, opresor del espacio, triunfa su arquitectura libre y sensual y leve como las nubes”, escribió una vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Un siglo y...

Nacido el 15 de diciembre de 1907 en el seno de una familia de clase media de Río de Janeiro, Niemeyer se graduó como arquitecto en 1934, por la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río. Luego se ofreció para trabajar gratis para la oficina de Lucio Costa y Carlos Leao, seguidores en Brasil de los conceptos modernistas de Le Corbusier.

Su carrera logró un fuerte impulso a partir de 1940, cuando conoció y se hizo amigo del entonces alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, quien le encargó la obra de reforma del barrio Pampulha.

Ese proyecto fue el “trampolín” para que, tres lustros más tarde, al ser elegido presidente de Brasil, Kubitschek lo invitara a formar parte del equipo encargado de proyectar Brasilia, cuyas líneas curvas encantaron al mundo y convirtieron a Niemeyer en un nombre internacionalmente respetado.

Desde ese entonces, acumuló proyectos en Brasil y en el exterior. Entre los más conocidos están las sedes del Partido Comunista Francés, en París, y del Editorial Mondadori, en Italia.

Rodeado por amigos y acompañado por Vera Lucia, su segunda esposa, Niemeyer llega a los 104 años encantado por la vida, aunque también consciente de lo difícil que es.

“El futuro es problemático e incierto para todos nosotros. La vida es un soplo... Lo que todavía puede ser un consuelo es tener al lado una mujer, una buena compañera”, dijo.