ANTONIO DAL MASETTO

“La escritura es un oficio como cualquier otro”

En “Cita en el Lago Maggiore”, Antonio Dal Masetto retoma una historia originada en “Oscuramente fuerte es la vida” y continuada en “La tierra incomparable”, una trilogía con la que el escritor rinde homenaje a su madre “y a todos los que vivieron la circunstancia de la inmigración”.

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Dal Masetto nació en 1938 en Intra, Italia. Después de la Segunda Guerra Mundial se radicó en Argentina. Fue pintor de paredes, vendedor ambulante, heladero, obrero, empleado público y periodista. Foto: TÉLAM

TÉLAM

“En estas novelas gira la idea de saldar deudas -señala Dal Masetto-. En la primera, la deuda con mi madre como personaje central; la segunda es el regreso a los orígenes, mi regreso, pero con la carga de los miles y miles que vinieron a este país en situaciones tan complicadas. También hay una forma de saldar deudas ahí: poner por escrito, contar”.

Y esta novela, publicada por editorial El Ateneo, “está temporalmente bastante lejos de las otras dos, pero comparte, sin embargo, el mismo espíritu que las anima”.

“Acá se vuelve al pueblo, a la misma búsqueda que había intentado la protagonista de las anteriores, Agata, la madre: recuperar lo irrecuperable, lo perdido en la distancia; pero por parte del hijo, un hombre ya grande, padre de la adolescente protagonista”, explica el autor de “Gente del bajo”.

“Lo que me interesó hacer pesar es la relación que se establece entre padre e hija en un contexto especial -subraya-. Volver a los orígenes. Para ella, un lugar mítico; para él, un viaje diferente, con nuevos ojos a su lado que miran una realidad que no pudo transmitir”.

“Las tres novelas, si bien son ficción, tienen un costado anclado en la realidad. No las hubiese podido escribir sin vivir esas circunstancias -asegura-. La primera nace de hablar mucho con mi madre; la segunda, por el viaje de regreso que hice al pueblo -esforzándome todo el tiempo por mirar con los ojos de Agata-; y esta última, que surge de un viaje que hicimos juntos con mi hija”.

Sin embargo, “todo lo que se cuenta no es exactamente lo que ocurrió. En literatura, uno está obligado a inventar cosas. La realidad a veces nutre, a veces escasea, y a veces también exagera; por eso hay que ir acomodándola para que sea coherente”.

Visión del conjunto

Antonio Dal Masetto nació en 1938 en Intra, Italia. Después de la Segunda Guerra Mundial se radicó con su familia en Argentina. Fue pintor de paredes, vendedor ambulante, heladero, obrero, empleado público y periodista.

Entre sus obras, figuran el libro de cuentos “Lacre” (1964); la novela “Siete de oro” (1963), las novelas “Hay unos tipos abajo” (1998) y “Siempre es difícil volver a casa” (1985), que fueron llevadas al cine, entre otras. Sus libros han sido traducidos a más de seis idiomas.

—¿Hay una manera de trabajar las relaciones personales que te interese particularmente?

—Hay situaciones que se pueden reflejar en hechos o diálogos, y hay otras que se ilustran mejor con reflexiones; en esta novela se van alternado esas formas. Ya sea en una página o en un libro, no hay que perder la visión del conjunto; como si uno estuviera sobre una colina mirando una batalla: también hay batallas en los diálogos y en las relaciones; elementos que chocan y a veces no combinan.

—¿Eso tiene que ver con el ritmo?

—El ritmo es fundamental, no sólo el narrativo, sino el que abarca la totalidad de la obra; así como hay ritmo en un pintura cuando ésta es armónica, hay musicalidad. Eso no hay que perderlo de vista nunca.

—¿El conjunto de tu obra tiene un ritmo?

—Los primeros libros que escribí eran muy íntimos, en primera persona; luego vinieron algunos que podían ser interpretados como de corte policial; otros que aludían a los ‘70; luego, esta trilogía, pero creo que todos, más allá de la variación de temáticas, componen una vasta autobiografía; ese fondo está siempre presente.

—¿Qué literatura nacional te interesa?

—Últimamente me dedico a releer, clásicos o más contemporáneos, pero me interesan varios: Guillermo Saccomanno, trabaja muy seriamente; algunas novelas de Angela Pradeli, en fin, gente que escribe desde su mundo personal. También pienso en Laiseca, Abelardo Castillo, y claro, los que no están, (Osvaldo) Soriano, un gran amigo; (Miguel) Briante, que no escribió tanto, pero su obra tiene mucho peso.

—¿Qué le dirías a los que empiezan a escribir?

—Que la escritura es un oficio como cualquier otro. Así, hay que entenderlo, al menos del punto de vista práctico; un oficio en el sentido que requiere primero creer en él: pero eso no alcanza; hay que tener disciplina y obstinación, hay momentos duros, de mucho vacío, donde parece que la literatura te abandona; pero nunca te abandona del todo: siempre hay motivos para seguir escribiendo.

Henry Miller (1891-1980) -a quien leí con mucho entusiasmo a mis 20 años-, decía que hay que escribir siempre, todos los días, y si uno no tiene nada, ni una sola idea, bueno, escribir sobre esa imposibilidad de escribir; claro que hay momentos, matices y espacios, pero la literatura es trabajo.

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El consagrado escritor en su habitual lugar de trabajo. Foto: Télam