En Familia

La esperanza que no avergüenza

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Esperanza es la confianza de reconocer que nuestros problemas temporales tienen soluciones temporales, que las dificultades se pueden superar, y que confiar es tener fe, como fuente de fortaleza y renovación interior. En la ilustración: Ángel alegórico de Antonio Canova.

Rubén Panotto (*)

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Nuestro lenguaje popular acuña palabras y refranes que encierran verdades y misterios que merecen nuestra sensata reflexión. Es habitual que sobre el fin y comienzo de cada año, el poeta que todos llevamos dentro exprese con profusa imaginación los genuinos deseos con relación a la paz, la esperanza, la fe y el amor. Expresiones como las de Martin Luther King: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, aún hoy plantaría un árbol”, o aquella otra: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”.

Las más populares en nuestro medio como: “Mientras hay vida hay esperanzas” o “La esperanza es lo último que se pierde” pretenden sacarnos de la decepción y fatalidad por lo que nos acontece. Un comentarista de la realidad social dice que “se ha puesto de moda entre los intelectuales de la política social y económica, pregonar las virtudes del dolor y el sufrimiento, a partir de que quienes sufren son los que menos chances tienen de evitarlo”. No obstante, el dolor y el sufrimiento forman parte de la vida humana, más allá de las posibilidades culturales, económicas y religiosas que posean para mitigarlos. Es en esta situación donde la esperanza toma un significado preponderante en nuestros deseos y necesidades no satisfechas.

El camino correcto

¿Qué es la esperanza? Significa el estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible aquello que esperamos que ocurra, entre todo lo que deseamos. Expresándolo de otra manera, tener esperanza no es el facilismo de aparentar una vida positiva y exitosa, sin problemas, sino que es el camino y la actitud correcta para encontrar soluciones dentro de lo que nos sucede en la cotidianidad. Esperanza es la confianza de reconocer que nuestros problemas temporales tienen soluciones temporales, que las dificultades se pueden superar, y que confiar es tener fe, como fuente de fortaleza y renovación interior.

Cuando todo parece terminarse y el panorama es de lo más oscuro, cuando aun la vida parece haber perdido su significado, cuando nos sentimos acorralados por circunstancias insuperables, surge la esperanza como recurso final para encontrar un nuevo camino, una nueva oportunidad. La esperanza del que ha sufrido una pérdida irreparable, la esperanza del secuestrado y sus familiares, la esperanza de los padres con su hijo discapacitado...

La esperanza le da sentido a la vida. Es un detonante para movilizarnos a trabajar con fuerzas sobrenaturales y lograr el objetivo, alcanzar una meta o hacer realidad un sueño.

La virtud de ser mejores

Nadie puede negar que cada año que termina cierra con estadísticas cada vez más preocupantes, por el incremento de la violencia personal, accidentes fatales, enfermedades discapacitantes y terminales, crisis en los vínculos familiares, inestabilidad laboral, etc. En la sociedad y en el orden mundial se percibe un estado de transición, y para enfrentarlo se necesita de la esperanza que motiva y califica nuestras luchas por la superación personal y el bien común. Decía el mencionado insigne defensor de los derechos de los ciudadanos negros en EE.UU. que “... la esperanza hace libre a los pueblos, los llena de justicia, pero ante todo les regala una invaluable paz espiritual”.

El clamor de miles en este año que comienza es obtener un renovado sentimiento de esperanza. Esta sociedad en que tantos viven sumidos en la pobreza integral de sus derechos y valores, donde el progresivo deterioro de la tolerancia e irrespeto por los ancianos, mujeres, niños y extranjeros se han transformado en el pan nuestro de cada día, nos obliga a invitarnos a volver a nacer con esperanza, tanto en el plano personal como familiar y comunitario. ¿No deberíamos proponernos ser mejores ciudadanos, mejores padres, con la esperanza como la mejor virtud que se impone al desánimo y desaliento?

Bien valdría la pena de que en este 2012 nos comprometamos a compartir renovada esperanza, para recrear en nosotros el fortalecimiento de los valores éticos y espirituales, el respeto, el amor y la empatía en la convivencia. ¿Alguien puede ayudarnos a encontrar esa esperanza? La respuesta que da la Biblia dice que: “... tenemos paz por medio de nuestro Señor Jesucristo... así que nos alegramos en la esperanza de alcanzar a Dios, y no sólo en esto sino también en los sufrimientos que producen perseverancia, la perseverancia que produce entereza de carácter, y la entereza de carácter que produce esperanza. Y esta esperanza no nos avergüenza, porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado”, y “... cuando el labrador ara la tierra y el segador trilla, debe hacerlo con la esperanza de participar del fruto de la cosecha”.

(*) Orientador Familiar