Un hombre de fe

Un hombre de fe
 

En el salón parroquial, rodeado de fieles que lo homenajearon en sus 60 años de sacerdocio.

El padre Cirilo Zenklusen, referente de la parroquia San Pablo de nuestra ciudad, cumplió 60 años de sacerdocio y fue homenajeado por todo el barrio. Semblanza de un hombre que, con sencillez y convicción, abrió un camino que muchos siguen recorriendo.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTOS. RAMÓN ÁVALOS Y GENTILEZA C. ZENKLUSEN.

En los tiempos que corren no es común presenciar una demostración espontánea y desinteresada de amor hacia una persona, ya que nuestras conductas están regidas, lamentablemente, por el interés, la conveniencia material o social. Sin embargo, todavía existen seres especiales que, con su vida, nos marcan el camino correcto; no el más fácil, pero sí el verdadero.

Esta historia tal vez comienza el día en que el ahora Párroco Emérito de la Parroquia San Pablo, Cirilo Zenklusen, vio la luz en un pueblito llamado Villa San José, cerca de Susana, provincia de Santa Fe, el 25 de setiembre de 1928. Era una familia numerosa, de once hermanos. Cirilo tenía que hacer un kilómetro y medio a caballo para llegar a la escuela.

Eran muy creyentes, de rezo diario del rosario. Su catequesis fue en el idioma de sus padres: el alemán.

Hizo su Primera Comunión y, al terminar la escuela primaria, ingresó en el seminario de Guadalupe. Corría el año 1940. El joven Cirilo participaba de todos los deportes, a la vez que demostraba aptitudes para la música mediante la ejecución de piano, acordeón a piano, armonio, violín y flauta dulce. El 8 de diciembre de 1951, el entonces Cardenal Fasolino lo ordenó sacerdote. Celebró su primera misa en su pueblo natal. Y comenzó a andar su camino.

TODO POR HACER

En el Seminario actuó como profesor, prefecto, director espiritual y director del Coro “Schola Guadalupana” de más de sesenta voces. Mientras desarrollaba estas tareas ayudaba en las parroquias de San Roque, Jesús Sacramentado y también en Monte Vera, donde hizo la Casa Parroquial. Pero el destino de Cirilo era Guadalupe.

El Arzobispado disponía de terrenos en lo que hoy es Castelli al 600 y allí comenzó su tarea. No había nada. Corría la década del ‘60, el joven sacerdote recorría casa por casa y conversaba con los vecinos. Primero fue la misa en varios galpones llenos de herramientas hasta que, finalmente, se colocó la piedra fundamental. Era el 8 de diciembre de 1969.

Ese fue el punto de partida de una historia que tuvo como protagonista a un hombre de fuertes convicciones, respeto y cariño hacia sus feligreses y lo fue demostrando a lo largo de todos estos años. Primero fue el templo, más tarde la casa parroquial, para dar nacimiento, luego, al Jardín de infantes Nº 1227 San Pablo, en 1971.

Ana María Gallardo, que fue directora, recuerda con emoción cuando en el fitito del padre Cirilo recorrían el barrio casa por casa buscando niños para anotarlos. Así también, de la nada, fue haciéndose realidad el edificio para los más chiquitos. Tanto Ana María como Hilda Zurmitten, como todas las que vinieron luego, manifiestan su agradecimiento porque el entusiasmo del padre les permitió avanzar, no sólo como personas sino también como profesionales.

LA IGLESIA CRECE

La parroquia crecía junto con el edificio, gracias al entusiasmo convocante del párroco. Muchos fueron los que colaboraron con su tiempo y su trabajo. Nadie podía negarse ante el empuje, el tesón y el entusiasmo del padre Cirilo, que estaba presente en todo: en los detalles de la organización de cada grupo que iba surgiendo, pero también para brindar la palabra adecuada en el plano espiritual. De suaves maneras, comprensivo, bondadoso, humilde, respetuoso, pero firme a la hora de actuar, daba ideas, convocaba, pero también dejaba libertad de acción.

Así, junto a la construcción que crecía, nacían los distintos movimientos dentro de la flamante parroquia: misioneras de manzana, catequesis familiar, de adultos, confirmación, prebautismal, prematrimonial, Unión Eucarística Reparadora, Mujeres de Acción Católica, Legión de María, Jóvenes del Movimiento de Encuentro de cristiandad, grupo de scout y guías, Movimiento Misionero Parroquial (MOMIPA), Apostolado de la Oración y equipo Cáritas Parroquial.

Luego, estaban los que en forma individual ofrecían su trabajo, tiempo o dinero: Oscar Ruiz y su esposa Irma quienes, junto con su familia, donaron la estatua de quebracho de San Pablo que se colocó en el portal de la iglesia; Fernando y Elba Cristante, el Técnico Constructor H. R. Rosa, quien dirigió toda la obra de construcción; Mimí Onetto, excelente cocinera y organizadora de todos los almuerzos que se hacían a beneficio e integrante de otros grupos dentro de la parroquia, Delia Larrosa, capillera durante muchos años, y tantos más.

EJEMPLO DE VIDA

Cuando estaba en plena tarea evangelizadora, una grave enfermedad obligó al sacerdote a dejar su parroquia para someterse a una intervención quirúrgica en el exterior. Pero él no se dejó vencer, y las secuelas y molestias permanentes no lograron minar su voluntad ni su capacidad de trabajo.

Jamás perdió su bondad ni su comprensión. Su fe y templanza lo sostuvieron en el difícil camino sembrado de dolor físico que ya no lo abandonaría. Pero tampoco lo abandonaron sus feligreses que, con cariño y trabajo, siguieron en la senda que él les marcó. Pasó a ser Párroco Emérito y siguió con su presencia, su apoyo y entusiasmo. Siguió siendo un verdadero ejemplo de vida para todos.

Hoy, la iglesia San Pablo, la capilla de la Virgen de la Medalla Milagrosa y el Jardín de Infantes son una presencia innegable dentro del barrio, que no olvida a su párroco fundador.

EL HOMENAJE

El pasado 8 de diciembre, Cirilo Zenklusen cumplió sesenta años de sacerdocio y el barrio entero lo celebró. En el amplio salón con que ahora cuenta la parroquia, se reunieron más de 350 personas para testimoniar su afecto. Con su presencia le expresaban: “muchas gracias por todo, por la consagración de una vida, por todo su tiempo, su amor, fe, bondad, paciencia, por haber sabido escuchar y consolar, ayudar, tener siempre la palabra justa, estar siempre presente para el que lo necesitase”.

Allí estaban todos. Pocas veces ví una demostración espontánea tan grande y tan sincera de amor de feligreses que deseaban expresar el agradecimiento a su párroco. Cirilo, siempre con una sonrisa, recibió el afecto y el saludo de cada uno a quienes reconocía por su nombre. Cada uno de ellos tenía anécdotas para contar, testimonios, momentos vividos y compartidos con ese hombre humilde, lleno de bondad. Luego, el Arq. Lazzarini le hizo entrega de un cuadro de su autoría que representa al padre Cirilo con la imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Fue un homenaje que quedará en la memoria y en la historia de todo un barrio que se desvivía por decir gracias a un ser humano excepcional que, con humildad y tesón, supo sembrar y cosechar amor.

Su fe ha sido el sostén de todos estos años de sufrimiento, que no le impidieron seguir al frente de su amada parroquia. Los impedimentos físicos no fueron obstáculo frente a su voluntad, sus ganas de vivir y dar. Jamás olvidó a lo largo de su camino las palabras que le inculcó su madre: “Para la gloria de Dios y la salvación de los hombres”.

El 8 de diciembre de 1951, el entonces Cardenal Fasolino lo ordenó sacerdote. Celebró su primera misa en su pueblo natal. Y comenzó a andar su camino.

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Hugo Lazzarini le entrega al sacerdote un cuadro de su autoría.

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El padre Cirilo se ordenó sacerdote el 8 de diciembre de 1951. En 1969 colocó la piedra fundamental de la Parroquia San Pablo.

El pasado 8 de diciembre, Cirilo Zenklusen cumplió 60 años de sacerdocio y el barrio entero lo celebró. Más de 350 personas se reunieron para testimoniar su afecto.

LOS CUADROS

Un párrafo aparte merece el Arq. Hugo Lazzarini, autor de los cuadros que engalanan el altar mayor. Son cuatro y representan la gesta paulina. Están inspirados, a su vez, en las cuatro estrofas del Himno a San Pablo, autoría del padre Cirilo. En el centro del arco triunfal, se ubica un mural de colores, como fuente de luz y rayos, para el crucifijo central.

También a Lazzarini pertenecen las catorce estaciones del Vía Crucis pintadas sobre tela y en la Capilla Diaria, la pintura del fondo denominada “Mural de los Santos” que rodea el Tabernáculo, más otros trabajos que realizaría en la Medalla Milagrosa.

El padre Cirilo fue siempre devoto de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Por aquellos años viajó al pueblo natal de sus ancestros y de allí trajo una imagen que luego fue donada por Don Nicolás Forni, para levantar una capilla dedicada en su honor. La piedra fundamental se colocó el 27 de noviembre de 1977, en la jurisdicción parroquial. Hoy es una hermosa realidad, también con la generosa colaboración de todos los vecinos que acudieron al llamado de su párroco.

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