Decisión inamovible

Swift: el cierre de una planta y los vaivenes del sector frigorífico

El 10 de febrero vencerá el régimen de garantía horaria en la planta de Venado Tuerto, donde trabajan más de 500 empleados. El grupo brasileño JBS Friboi ratificó que no venderá el frigorífico.

Germán de los Santos

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El cierre del frigorífico Swift en Venado Tuerto, donde trabajaban 517 personas, se concretará el próximo 10 de febrero, según confirmó la empresa JBS, cuando venza el régimen de garantía horaria acordado en el Ministerio de Trabajo provincial. Las autoridades provinciales y municipales pretenden extender un mes más el acuerdo, pero recién habrá una nueva reunión con representantes de la empresa dentro de dos semanas.

La firma de capitales brasileños pretende centralizar su producción en la elaboración de hamburguesas y salchichas en la histórica sede de Swift en la zona sur de Rosario. Esta reorientación productiva la adelantó el presidente de la compañía en Argentina, Artemio Listoni, en una entrevista que le concedió en septiembre pasado al corresponsal del diario brasileño Valor Económico, en la que advirtió: “Estamos saliendo de la historia de simplemente matar vacas en Argentina” para enfocar el “plan de negocios” en la industrialización de carne.

Listoni dijo en esa oportunidad estar convencido de que la inflación de los alimentos en la Argentina hará que los argentinos “vayan cada vez más al consumo de productos populares, como hamburguesas y salchichas, en lugar del tradicional bife o asado”.

El grupo pretende dar vuelta la relación actual de su matriz productiva: el 60 por ciento de los ingresos provienen de las ventas al exterior y 40 por ciento del mercado interno. JBS Friboi exportó en 2010 2.200 toneladas de cortes Hilton, valuados en 13 mil dólares por tonelada, y se presentó a la licitación que realizó a principios de enero la Unidad de Coordinación y Evaluación de Subsidios al Consumo Interno (Ucesci).

El grupo JBS Friboi cerró a mediados del año pasado la planta de San José, en Entre Ríos, donde trabajaban unos 200 operarios que ahora pasaron a ser empleados de una sociedad mixta con participación mayoritaria del Estado provincial. El gobierno de Sergio Urribarri terminó de adquirir los activos de JBS Friboi en diciembre pasado con la ayuda de un crédito del bicentenario de 70 millones de pesos. El Estado entrerriano pagó 15.081.000 dólares al contado y los restantes 1.419.000 dólares se cancelarán con la venta de mercadería cuando el frigorífico comience a funcionar. Funcionarios de la gestión de Urribarri agradecieron públicamente la “ayuda” de Guillermo Moreno para “convencer” a los brasileños de que como en el caso de Venado Tuerto, no querían vender.

La semana pasada, JBS Friboi ratificó que no venderá la planta de Venado Tuerto. “JBS Swift Argentina considera que, más allá de que la situación del sector sea adversa, no tiene ninguna intención de vender o alquilar la planta que la empresa posee en la localidad de Venado Tuerto, provincia de Santa Fe o cualquier otra unidad productiva que posee en la Argentina”, apuntaron en un comunicado que enviaron al diario El Informe de Venado Tuerto.

Un grupo de legisladores peronistas y el intendente de Venado Tuerto, José Luis Freyre, iniciaron gestiones con el gobierno nacional para ir por el camino que emprendió Urribarri. Pero en el caso del ex Cepa no es sencilla la tarea, porque su producción es muy específica, destinada al mercado externo (cuota Hilton) y sobre todo a la producción de cortes Kosher para Israel. Para Venado Tuerto sería un golpe muy duro que queden más de 500 empleados en la calle, y que se repita la historia del Cepa, que cerró en 2005.

El frigorífico bajó las persianas tras la quiebra que pidieron dos abogados que representaban a los dueños de ese entonces: el grupo Temux, de los hermanos Juan y Jorge Terrado, ex socios del quebrado banco Extrader. Los Terrado adquirieron la planta en 2003 al grupo Garovaglio y Zorraquín, que le compraron el frigorífico en el ‘97 a la familia Moché, cuyas acciones estaban divididas entre ocho hermanos. El paquete de la Compañía Elaboradora de Productos Alimenticios SA incluía no sólo la planta en Venado Tuerto, sino también en Pontevedra y Alejandro Korn. Era el frigorífico que más exportaba de la Argentina, con una faena de 450 mil cabezas al año. Garovaglio y Zorraquín lo compraron a 85 millones de dólares, un precio que menos de diez años después, cuando los Terrado lo quebraron, se depreció de forma notable. Carlos Oliva Fúnes, representante de Swift, se quedó con el Cepa al ofertar 15,75 millones de dólares y ganar la licitación por apenas 500 mil dólares a Emepa, principal accionista de Hidrovía SA.

Vaivenes de la actividad

La historia reciente de la industria frigorífica está atravesada por vaivenes muy pronunciados. Un informe del Ipec recorre a nivel temporal las sumas y restas del sector. De la etapa de crecimiento entre 1958 y 1977 se pasó, tras el golpe militar “donde el funcionamiento del sector estuvo regido por la relación con el rendimiento financiero” a una fase de liquidación. De 61 millones de cabezas en el 77 el stock descendió a 47 millones en el 88. Ese periodo negro se prolongó durante la implementación de los planes Austral y Primavera, “períodos de elevadas tasas de interés”.

Durante los 90 hubo un tibio despegue que se apagó como consecuencia de la baja en las exportaciones con la aparición del mal de la vaca loca y el rebrote de aftosa detectado a mediados de 2000. La cantidad de vacas volvió a bajar al pasar de 53 millones en 1994 a 48 en 2002. El stock repuntó a partir de 2003 con la aparición de los feedlot a fines de los 90, máximo exponente de la intensificación ganadera y el desplazamiento de la actividad a zonas extra pampeanas o marginales, para evitar que se ocuparan las tierras con soja, la gran estrella.

Pero en el año 2010 se produjo un quiebre drástico en la tendencia, con una disminución de las “existencias” de 13,5% en relación al año 2008, más que nada como consecuencia de la liquidación de vientres tanto por la menor rentabilidad relativa en comparación con la agricultura como por las sequías.

A esto se sumaron algunas medidas gubernamentales que desincentivaron la actividad, lo que llevó a que en sólo dos años se perdieran casi 7,5 millones de cabezas. “A la ganadería ya no le resultaba posible competir o complementarse con la agricultura debido a los elevados márgenes de rentabilidad del cultivo de soja, que casi quintuplicaba al de la ganadería bovina”, asegura el trabajo de la provincia. También en 2010 la cantidad de animales faenados disminuyó un 32,2%; mientras que la producción y las cantidades exportadas se contrajeron 31,9% y 53 % respectivamente.

En el mercado interno se observa a partir de diciembre de 2009 un importante aumento de los precios de la hacienda, y por consiguiente de la carne. Este incremento se debe a la significativa contracción en la faena, explicada tanto por la falta de hacienda disponible como por la aparente culminación de la fase de liquidación de hembras -de tres años y medio- más extensa de las últimas décadas.

Crisis incipiente

El caso de Swift de Venado Tuerto no fue el único frigorífico que dejó de producir en el sur santafesino. Mattievich cerró a mediados de 2010 dos plantas, una en Puerto General San Martín, con un plantel de 180 operarios, y Carcarañá, con 300 trabajadores. A pesar de la crisis que atraviesa el sector, se da una reacción común y llamativa. Los empresarios no venden las plantas; sólo las cierran y esperan con paciencia hasta que el mercado se reactive. Según los cálculos, volverá a faenarse a un buen ritmo recién dentro de tres años, como mínimo. Más allá de los tonos grises que matizan la situación crítica del sector, el descenso de la actividad a partir de los últimos tres años es incipiente.