editorial

La multiplicación del discurso único

En tiempos en que los actos político-partidarios asumen formatos “de diseño” para la pantalla, e incluso las esporádicas concentraciones multitudinarias responden más a la lógica de la ambientación televisiva que a la de un acercamiento directo al líder, las formas de militancia proselitista buscan nuevos caminos a través de internet y las redes sociales.

El alcance y la modalidad que asumen tienen que ver, también, con la manera en que se plantea hoy el debate ideológico; un factor que el discurso oficialista utiliza como ariete y pretendido sustento filosófico, pero que en la práctica queda recluido en espacios minoritarios o subvertido por la manipulación grosera.

Con los programas políticos desaparecidos de los canales masivos y limitados a señales de cable con acotados segmentos de público, se apropian de ese rol los panfletos catódicos pergeñados desde el gobierno para la emisora estatal, estableciendo un corte a la realidad; válido en la parcialidad de su mirada, pero no en su pretensión de mirada abarcadora y totalizadora, a la que se cierra de manera funcional y sistemática.

En ese marco, entonces, pululan páginas web, blogs o participantes de facebook y twitter que hacen propio el menú de “verdades” del oficialismo, para repetirlas y subrayarlas con persistencia e ímpetu dignos de las polémicas más encendidas, aunque aquí suelan limitarse a la mera y guionada diatriba. También hay, corresponde decirlo, espacios en los que se desarrolla algún tipo de esfuerzo intelectual -incluso ecuánime-, pero su presencia y efecto palidece frente a la avalancha de participaciones insulsas y reiterativas, que sólo consiguen destacarse mediante la virulencia o el eventual ingenio de corto alcance de los agravios.

Resultaría ocioso analizar estos espacios en consideración a su capacidad de convencimiento o refutación de argumentos, puesto que tal cosa no existe siquiera en sus objetivos. Como acertadamente apunta Beatriz Sarlo, estos mensajes no están dirigidos a los adversarios, los críticos o los independientes, sino exclusivamente a quienes piensan igual. En este sentido, operan más como recursos para fortalecer el sentido de pertenencia, o -en términos de marketing-, para “fidelizar” a la militancia.

Naturalmente, esto se aplica a todos los prosélitos virtuales del kirchnerismo, sin necesidad de que exista renta de por medio -aunque en muchos casos la hay-. Y tampoco se cifra en su existencia y acción la verdadera naturaleza del problema. Antes bien, lo realmente preocupante es que el poder político dominante no sea capaz de alentar o concebir genuinas herramientas de discusión, donde sus convicciones se exhiban de manera abierta al juego dialéctico de la contraposición. Por el contrario, la imposición de un modelo de disciplinamiento es lo que prima en todos los formatos, como una mácula a lo más puro y genuino de la democracia, e independientemente del soporte que le sirva de plataforma.