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CON ALAMBRE NO

Los cuatro “Grand Slams” de la doctora Chan

Tantalio

Los santafesinos nos vimos gratamente sorprendidos por la excelente noticia aparecida en todos los diarios del excepcional desarrollo científico del grupo del CONICET y la Universidad Nacional del Litoral (hoy formando parte de un Instituto nuevo, conocido como IAL) dirigido por la Dra. Raquel Chan. No me referiré a lo que está en los medios: la importancia tecnológica, las implicancias económicas y lo exitoso del resultado final, todos son formidables y merecen estar sobradamente en esta columna. Es sin duda uno de los hechos más destacados de las últimas décadas. Pero nunca todas son flores en el camino.

Quiero referirme a otras victorias de la Dra. Chan. Primero llegó de “afuera” a una Facultad que ya empezaba, lentamente, a levantar cabeza en el ámbito de la Universidad. Normalmente, los cuerpos extraños no son -al menos de entrada- bien recibidos. Se sobrepuso y venció el primer torneo. Luego tuvo que armar su grupo. Lleva tiempo; no sólo el de la formación científica, sino el de la consolidación de una idea fuerza para que todos apunten, con sus propias visiones y diferencias, a un objetivo común. No es fácil, mucho más dentro del individualismo característico de los científicos y las consabidas fallas de la condición humana; y logró imponerse en la segunda competencia. Hace aproximadamente ocho o nueve años, en plena incertidumbre acerca de lo que se podía esperar en nuestro país, arrancó con un proyecto. Y acá es donde puso en juego esa mezcla de inteligencia, visión e intuición. Y desarrolló un descubrimiento como éste como si en apariencia, trabajosamente, buscara una aguja en un establo lleno de heno, mientras que en realidad la intención era casarse con el hijo del granjero. Sabía lo que buscaba, lo hizo pacientemente y hasta consiguió mucho más de lo que cualquier otro, aún en países de mayor desarrollo, habría supuesto como posible. Esto no es suerte. Es saber lo que se quiere y perseverar hasta lograrlo. Había ganado su tercer partido importante: de una investigación científica realizada en el mejor sentido de la palabra y el máximo nivel, había alcanzado una aplicación fenomenal. Finalmente, tuvo la visión y la humildad de reconocer que, asociándose con un conocedor del negocio (Bioceres), la suma de uno más uno, daría más que dos. Y completó su cuarta victoria.

¿Allí terminó todo? No. Conquistó a la conocida columna de Ciencia y Salud de un prestigioso matutino porteño, para que reconociera que la biotecnología importante también se hace fuera de Buenos Aires y le entregara la corona. ¡Que no es poco! Y nada de lo hecho fue atado con alambre.