Triple homicidio

El imputado estuvo solo

en la escena del crimen

Télam

Una inspección ocular realizada en el marco del juicio que se sigue a un hombre estadounidense por el triple crimen de su esposa embarazada y de sus dos pequeños hijos, en 2009, complicó la situación del imputado, ya que se demostró que nadie pudo entrar a robar a la casa donde se cometió el hecho.

La versión de que los crímenes se cometieron durante un asalto es la principal coartada de Antonio Orlando Cajal (29), pero se determinó que la única puerta de acceso posible a la vivienda estaba cerrada con tres pasadores cuando se mató a la familia.

La inspección se inició a las 11 en la casa situada en General Juan José Valle 540, de Morón, donde Lilian Fuño Rodríguez (26), y sus hijos Brian (6) y Rocío (4) fueron asesinados y provocó el llanto del imputado ante todos los presentes.

Al lugar asistieron los jueces Carlos Torti, Rodolfo Castañares y Pedro Rodríguez, los fiscales Hernán Alarcón y Adrian Ferrari, los abogados de cada parte y un grupo de familiares del imputado que lo contuvieron en la entrada de la vivienda.

También se hicieron presentes los familiares de las víctimas con carteles que decían “Justicia para Lilian, Brian y Rocío” y “A los jueces, les pedimos cárcel para Cajal”.

Toda la inspección se efectuó con fuerte presencia policial, ante una posible agresión hacia Cajal, vestido con jeans azules y remera blanca, pero no hubo incidentes.

El trámite fue ordenado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de Morón dadas las contradicciones entre los dichos del acusado y algunos testigos sobre el lugar por donde ingresó a la vivienda y el trayecto que hizo hasta que encontró los cuerpos el 2 de noviembre de 2009.

“Quedamos muy conformes con lo hecho en la vivienda porque constatamos que no coinciden los dichos de algunos testigos que intentaban beneficiar a Cajal y que querían ayudar con mentiras”, dijo a Télam uno de los abogados de la querella, Damián Pérez.

Explicó que “la puerta trasera tiene tres pasadores desde adentro y es muy difícil abrirla desde afuera”, tal como declaró Cajal que hizo para ingresar a la casa.

“Nos queda más que claro lo que sucedió en la casa el día del crimen y ahora vemos más culpable a Cajal”, agregó Pérez, quien explicó que también se revisó la habitación donde se mató a la niña y el living en el que se encontró muerto al chico, donde todavía estaban tiradas en el piso las cartas de Ben 10 con las que jugaba.

El abogado explicó que, a su entender, está acreditado que el chico fue asesinado “por la espalda y por alguien conocido”, ya que tenía una de las cartas en la mano y no llegó a defenderse.

La masacre se descubrió cuando el propio Cajal le pidió permiso a un vecino para saltar desde su propiedad a su casa porque, según dijo por entonces, volvía de trabajar, no tenía llaves y no lo atendía nadie.

Con el vecino de testigo, levantó una persiana para mirar hacia adentro y le dijo: “Llamemos a la policía, que algo malo le pasó a mi familia”.

En el hall de la casa estaba el cadáver de su hijo Brian; en la cocina, el de su mujer, Lilian, embarazada de ocho meses y medio, y en una habitación de la planta alta, el de su hija menor, Rocío.

Todas las víctimas presentaban fuertes golpes en la cabeza aplicados con un objeto contundente y los niños habían sido degollados mientras jugaban.

Si bien faltaba un equipo de música, los investigadores descartaron la pista del robo, al considerar que, en ese caso, la familia hubiera sido reunida en un mismo lugar y no hubiese sido atacada por la espalda, como en este caso.

Cajal, quien por entonces trabajaba como pintor y albañil, le dijo a la policía que se retiró de su casa a las 10 para ir a trabajar a una obra y cuando volvió a la noche no pudo entrar porque no llevaba llaves y nadie respondía a sus llamados.

Pero luego fue detenido en base a distintas pruebas, entre ellas que la pericia de “Luminol” -reactivo que detecta sangre lavada- indicó que el asesino trapeó la escena del crimen en algunos sectores como la escalera.

Además, se detectó sangre en la bañadera, la cortina de la ducha y el lavatorio de uno de los baños.

Cajal estuvo preso hasta septiembre de 2010, cuando la Cámara de Apelaciones de Morón le concedió la libertad, situación en la que llegó a juicio.