Del equilibrio necesario en la gestión cultural

No es nuestra intención entrar en una polémica que, a raíz de la repercusión pública del tema involucrado, ha tomado un fuerte cariz político. Pero las turbulencias provocadas por el conocimiento de los montos cobrados por músicos que actuaron en Rosario durante la celebración del Bicentenario de la Creación de la Bandera, abre espacio para algunas reflexiones sobre aspectos culturales que merecen la asistencia y el incentivo del Estado.

No queremos incurrir en una division ya impugnada en el campo cultural respecto de entretenimiento, proselitismo e instrucción, o lo que es más peligroso, entre alta y baja cultura. De lo que se trata es del nivel de atención que una gestión cultural del Estado debería prestar a fenómenos diversos a través de los cuales se manifiestan la creatividad y la expresividad de la ciudadanía.

Tan diversos son esos fenómenos que resulta imposible catalogarlos, ya que incluyen tanto la producción cultural de individuos como de grupos más o menos numerosos, de creadores de los ámbitos urbano como rural, de producciones tanto tradicionales como experimentales y vanguardistas.

Simplemente consideremos que si ante la escasez de recursos se privilegian los grandes espectáculos y megaeventos, de modo correlativo se restan recursos para esa otra numerosa y dispersa gama de creaciones que incluye desde las creaciones individuales, modestas, cotidianas y silenciosas de artistas y artesanos, hasta la no menos esforzada actividad de grupos comunitarios que sostienen en los barrios bibliotecas y talleres. Y no menos importancia reviste el hecho de quitar recursos a las instituciones que el Estado mismo sostiene, como museos y otros establecimientos culturales, que constantemente reclaman por la conservación o la mejora de sus organismos.

Sobre todo en momentos de crisis económica, con la ciudadanía dedicada a la actividad productiva acosada por una creciente carga impositiva, es necesario cuidar no sólo la distribución equitativa de los medios a disposición, sino evitar herir sensibilidades al destinar sumas altas y concentradas en un tiempo de vacas flacas.

Como ejemplo de algunos proyectos que lamentablemente no se han cumplido, recordamos que en el ámbito del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia hace cuatro años que no se convoca a concursar las becas que durante décadas fueron un paradigma del sostén de investigadores y estudiosos, abasteciendo un espectro social que no es cubierto por las actividades e instituciones académicas, sin límites de edad y abierto para toda la ciudadanía.

Se trata, pues, de administrar los recursos presupuestados de una manera equilibrada, con mesura e intentando cubrir el mayor espectro posible de expresiones y hacedores de la cultura, atendiendo siempre tanto al gusto popular como a la excelencia y el rigor intelectual.