De los versos hasta el alma

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“Green Violinist” (1923-24), de Marc Chagall.

Alberto de Jesús Goicouria

 

Hay una belleza que no llegó de los barcos, que no fabricamos y que a veces no reconocemos, pero que gradualmente nos eleva, que crece frágil y desprotegida a los ojos de quienes la ven pero que no la reconocen. Esta belleza nos construye desde dentro y desde fuera nos da forma, es como un alfarero que hace de nuestro barro una pequeña estrella polar. Este misterio que somos nosotros mismos, nos permite emprender un largo viaje, un viaje profundo quizás, hacia la fuente originaria de nosotros mismos.

Más allá de que este viaje sea personal, es posible de ser recorrido con alguien más, preferiblemente por alguien más docto en el tema, alguien sabio en el cual poder confiar, que se comprometa con la finalidad del viaje y que nos acerque a las puertas de lo que somos, dejándonos fehacientemente al uso de nuestra propia libertad. Como se trata de un camino interior, místico, necesitamos a alguien experimentado y que además hable de lo bello sin mencionarlo directamente, que nos introduzca sutilmente en las puertas del misterio sin tener más participación que la de señalar y encaminar. A razón de ello, encuentro como un guía modelo a alguien que sepa el valor de las palabras, y qué mejor para ello que un poeta.

Es entonces que, la mística y la poesía se funden para guiarnos a lo más profundo de nosotros mismos, a ese cuenco umbilical que nos une con lo divino. Para hablar de la belleza, no hay nada mejor que un bello discurso, es por eso que como maestro, como pedagogo del alma del hombre, encontramos la poesía de César I. Actis Brú. Muchos poemas pueden ser bellos, y muchos poetas pueden escribir sublimes discursos, pero no todos logran que lo bello, lo místico y lo poético se fundan con perfecta armonía, haciendo casi irreconocible su presencia y su participación.

A continuación, señalando al maestro, una breve selección de poemas de César I. Actis Brú que nos permiten degustar lo divino en los versos, de su obra Mystagogia Poética, siendo esta selección para el silencio, si la escucha es más pretenciosa, nada mejor que ir a la obra a la que nos remiten dichos versos.


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César I. Actis Brú.

Foto: Archivo El Litoral

Ha Tikvá (3) - La Esperanza

Mi corazón

avanza en el desierto.

Atrás quedaron

los esteros de Mara

y de las Cañas,

la reunión en Horeb

y la irritante fundición

del oro en el becerro.

Añora las raciones

de carne con cebollas

cuando es escasa

la esperanza.

Pero sigue adelante

en alcance brumoso

de la tierra esperada.

Y mientras tanto

enseña rudimentos

sobre Dios y los Hombres,

lo adormecen los viajes

en hoscos colectivos,

escribe versos

y pisa la hojarasca

de los fresnos de Mayo.

(3) Literalmente en hebreo significa “la espera”, la “espera expectante”.

La Hoguera

Por César I. Actis Brú

Cada uno

que mira cuando pasa

agrega breves fuegos

al fuego que me incluye.

Astillas, hojas secas,

briznas de hierba segadas en la víspera,

ramitas de los árboles del invierno extinguido.

Cada uno que pasa lo alimenta

con algo de lo suyo.

Historias amarillas, ornamentos sagrados,

códices con sueños, papeles familiares y

símbolos que ahora significan

absolutamente nada.

Todos -y cada cual que pasa-

avivan el fuego que me lame

y entre sus dedos me estruja y me deshace.

Cada uno que pasa...

De pronto,

entre las llamas que subieron a hervir toda mi sangre,

tus ojos aparecen

frescos, luminosos, afables,

poniendo refrigerio

sobre mi lábil corazón

en el instante preciso de estallar.

El (2) - Es la “Casa de Dios”

Y me mostraban altos muros

con sagradas ausencias,

espacios

y silencios ofrecidos

al único Señor

“Que fue y el que será”.

Mucho tiempo después

supe que he visto

solamente la cáscara.

La “Casa” verdadera

la encontré en las miradas

de los niños descalzos,

en las viudas

reclamando su pan escamoteado,

en jornaleros

exprimidos como las uvas en lagares,

en los enfermos,

en los solos,

en los presos,

en las sonrisas de las frescas muchachas,

en todos aquellos

que se estaban afuera,

como ese Galileo

que han colgado de la cruz

en el Calvario.

(2) En hebreo literalmente Beth (o Bait) significa “casa” y El , la “deidad”.