La vestimenta adecuada

Comienzan los días previos al otoño en que tenemos, en general, jornadas soleadas pero frescas. Y con estos días, se abre también la amplitud térmica de las personas que no saben cómo vestirse para salir de sus casas. ¿Mangas cortas o mangas largas, manga de dubitativos?

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

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Quiero hacer la aclaración in-formal que para mí estos son los mejores días del año en Santa Fe: el otoño y sus alrededores tienen aire fresco, sol, brisas agradables. Pero también plantean la disyuntiva siempre unilateralmente resuelta hasta aquí: Santa Fe es de mangas cortas, ocho o nueves por lo menos. Y no lo es, o no lo es del todo, justamente desde más o menos marzo hasta la primavera.

Muchos dirán: qué tontería. Para muchísima gente con conocimiento de su cuerpo y de su guardarropa, la salida a la mañana no puede constituir un problema. Pero para muchas personas, tipos más bien nabos como el que suscribe, que no sabemos mucho de nuestro cuerpo, de nuestro guardarropa, de nuestra ropa, de nosotros mismos, de nuestro futuro, pasado y presente, tipos que hemos sido largados así nomás en este planeta aciago, pues, qué cosa nos ponemos es importante.

La ropa adecuada ronda lo misterioso. Y por eso cobran fuerza tus familiares más expertos o expeditivos - “no te vas a poner eso”; “ponete la remera azul de mangas largas porque está fresco”-; los periodistas, opinólogos y climaterios varios que te descerrajan verdades generales y regionales pero nunca se la juegan o aciertan a decirte “Néstor, hermano, salí con saquito o de musculosa y bermuda”.

A esta altura, entra a complicar un poco la cuestión el exceso de información. Años atrás, ¿a quién le importaba si el año era niña o niño, o si se trataba de un episodio moderado o agudo, o si comienza a consolidarse un centro anticiclónico en las Islas Caimanes, donde quiera que se sitúen y cualquiera fuera el efecto que hipotéticamente pueden tener sobre los vientos Alisios o la Corriente del Golfo? Ahora, sabemos demasiado y en vez de ser monocomandos, tenemos un súper tablero de avión con dos millones de teclas posibles: imposible acertar de entre todas la remera adecuada.

Yo tengo un método infalible (es infalible porque me equivoco siempre) y es salir recién levantado al patio y eso me da la información necesaria para encarar el modo en que voy a vestirme. Digo que nunca acierto del todo, porque esa primera hora de la mañana te arroja información pero nada puede decirte del resto de la mañana, del mediodía, de la siesta y de la tarde. Hay mucha gente que sale a la mañana y ya no vuelve y eso la obliga a pensar y repensar en variantes, opciones, capas...

En el medio entran a tallar personas y cosas que pueden ayudar o complicar para siempre el simple hecho de elegir un jean y una remera: vienen prendas con cierres que se transforman de pantalones largos a bermudas en cuestión de segundos; y camisas sectorizadas, y diseños novedosos, asimétricos, desplegables o no, como la vela de un barco, según soplen o no los vientos.

Hay que sumar aquí el enorme avance en materia de telas, tanto las que abrigan como las ultralivianas, al punto que hay soluciones térmicas para todas las demandas, desde prendas con ventiladores o aires acondicionados portátiles -por decir algo- hasta otras con estufas incorporadas.

Está también lo geográfico, lo arquitectónico, lo laboral, que te plantea diferentes escenarios según te traslades, tengas aire acondicionado o ventanas al patio. Y está lo corporal, lo etario, la salud, la prevención y otros arrebatos, desde la mujer con menopausia hasta el Tolo que es calentón en todo el cuerpo, no sólo en la tibia.

Y para terminar de matizar todo esto, como una especie de cóctel peligroso e inestable -una especie de molotov, lista par explotar-, está la pizca de moda que te mejora o arruina para siempre. Porque a todas estas cuestiones prácticas, a la acuciante pregunta matinal de qué me pongo (me cuentan que hay organizados y organizadas, gente jodida, bah, que ya tienen decidido desde el día anterior qué va a ponerse, y que ya planchó tal o cual cosa y se la pone nomás al otro día; soberbias personas que desafían el día a día y sostienen que estarán en este mundo las próximas horas...) se suman también los mandatos, los berrinches, los provechitos y las regurgitaciones de la moda. ¡Ahhhhhh! Dichosos los inconscientes. Está todo fantástico, mis chiquitos, pero lo mío es mucho más simple: hoy, ahora, ¿qué me pongo?