En Familia

Relaciones personales saludables

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Estamos desacostumbrados a mirarnos a los ojos, a saludarnos, a respetarnos, y descubrimos que cuando lo hacemos, arriesgamos ser tildados de sospechosos o raros. Foto: Archivo El

Rubén Panotto (*)

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No es necesario abundar en argumentos ya conocidos y aceptados, en el sentido de que el ser humano es un ser gregario, es decir está formado para relacionarse con sus congéneres y establecer relaciones personales y grupales no tan importantes como vitales, para desarrollar una vida saludable en todas las áreas de su potencialidad. El objetivo principal siempre es el mismo, aunque en la actualidad se tenga cierto grado de pudor en mencionarlo: ser feliz.

Desmenuzando el tema, las relaciones interpersonales se presentan como una especie de pintura surrealista, donde abundan los colores y tonalidades, sin formas definidas que se repitan; una especie de collage, armado con las infinitas formas de relacionarnos, como así también con resultados tan disímiles como personalidades tengamos. Es que si mantenemos la teoría de que somos seres únicos e irrepetibles, surge el concepto de sujeto. Esta característica nos permite desencadenar relaciones interpersonales de todo tipo, a veces saludables pero muchas enfermizas, que estamos obligados a reconsiderar por nuestro propio bien y el del otro/a. Para dar un ejemplo, partimos de la premisa de que la primera etapa de relacionamiento está en el hogar y la familia, para continuar extendiéndose en la escuela, el barrio, el trabajo, etc.

Si no fuera por tal secuencia, viviríamos en soledad y aislamiento. No obstante, una mala relación es tan dañina como no tener ninguna.

Palabras hirientes

Conocemos casos en que la distribución de roles en la familia es ficticia, donde se disimulan los verdaderos temperamentos, y dañan los afectos, muchas veces de forma irreparable. Una madre o un padre posesivo, equivocando su rol afectivo, censura y coarta la formación adecuada de los afectos y relaciones familiares. Cuando uno o ambos progenitores declaran preferencias entre sus hijos están perjudicando a todos, tanto al que es destacado como al relegado. Aquí puede aplicarse el dicho popular “hay amores que matan”. Expresiones como “tenés un carácter podrido”, “sos un desordenado/a, ojalá fueras como tu hermano/a”, “Quiero que seas un profesional en...”, o expresiones aún más dañinas como: “Yo esperaba un varón... una mujer...”. Las personas aprenden a compartir sus pensamientos y afectos no sólo con la palabra, sino también con el tono de su voz, sus gestos, sus silencios y tiernas complicidades.

Unos a otros

El psicoterapeuta Carlos Ramírez expresa que: “Las cualidades que valoramos en el ser humano como la justicia, la honestidad, el amor, la belleza y el respeto por el/la otro/a, las deseamos porque en algún momento las hemos vivido. Fue en ese lugar secreto de la relación materno-infantil que dio origen a nuestra existencia. Fue allí donde nos conocimos siendo transparentes, puros, felices”.

El inicio del siglo que estamos transitando comenzó con el escepticismo y el miedo al otro. Si bien es cierto que el miedo que estamos experimentando, en particular en las grandes ciudades y conglomerados se debe a la inseguridad social y a otros problemas, el mismo atenta contra las relaciones humanas saludables. Es necesario replantearnos soluciones y buscar alternativas para volver a construir nuestra convivencia cotidiana. Es inconcebible observar que las relaciones personales se establecen por medio de un celular, mientras transitamos en bicicleta, moto o en coche. Estamos desacostumbrados a mirarnos a los ojos, a saludarnos, a respetarnos, y descubrimos que cuando lo hacemos, arriesgamos ser tildados de sospechosos o raros al menos. Una de las alternativas que propone el Dr. Humberto Maturana, médico-biólogo y docente chileno, es que no todo en las relaciones humanas está mediado por el poder, como lo han afirmado algunos filósofos como Michel Foucault, o algunos antropólogos desde el enfoque de género. La educación desde la visión del poder, tanto en la familia como en la escuela, deforma y oprime, con resultados que ya conocemos como el control y la manipulación, que desencadenan en relaciones interpersonales enfermizas. Con el miedo aflora la desconfianza, la hostilidad. El amor desde esta óptica se convierte en posesivo y sobreprotector, justificando el adueñamiento de voluntades, que despojan a las personas de su dignidad, sus derechos y sus sueños. Maturana señala también que el ser humano tiene que volver a sus orígenes, ya que su naturaleza precisamente es desde el “amar”. Amar es libertad, equilibrio, sabiduría, encuentro, pero también es saber decir adiós, despedirse y soltar, especialmente cuando se trata de una relación dañina.

En conclusión podemos afirmar que las relaciones interpersonales son las que nos forman como personas y reconocer que todos nos necesitamos unos a otros, ¿no le parece? Como siempre el consejo bíblico nos recomienda con sabiduría: “Ser siempre humildes y amables, pacientes y tolerantes unos con otros en amor... abandonando toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien ser bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándose mutuamente, así como Dios nos perdonó en Cristo”.

(*) Orientador Familiar

Litoral
 

Las relaciones interpersonales se presentan como una especie de pintura surrealista, donde abundan los colores y tonalidades, sin formas definidas que se repitan.