Tribuna ciudadana

Hacia la formación de personas con pensamiento crítico

Osvaldo Panza Doliani (*)

El desafío de la educación y de la instrucción debe programarse para la formación de personas que piensen sin condicionamientos modales pero con fundamentos correctos. El pensamiento crítico es el principal camino para ello.

Para estos objetivos, los avances de la neurociencia cognitiva y aplicada ofrecen soportes eficaces que pueden ser puestos en práctica de inmediato a la cotidianeidad del hogar, la escuela y la comunidad.

Para alcanzar una escuela ejemplar (no ideal), debe tenerse presente, recordando Plutarco, que “el cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender.”

Además que nadie aprende cuando otros quieren, ni cuando uno lo desea. Sólo se alcanzan aprendizajes, cuando se completan modificaciones naturales e inevitables en la totalidad del cerebro modulando sus procesos madurativos por la acción enseñanza, el estudio, la comunicación diaria y la actividad mental, al emplear los contenidos memorizados sean normales o no, reales o virtuales.

Por estas razones elementales, se torna urgente -como en ningún otro tiempo-, valorar científicamente la integración y los efectos inevitables del medio ambiente externo y del tiempo biológico, como factores protectores de la salud y preventivos tanto de los docentes como de los alumnos en la práctica de la enseñanza, de modo que el resultado sea el alcanzar el pensamiento crítico, que debe ejercitarse en el hogar, emplearse con más intensidad durante la formación escolar y alentarse en la participación social para la construcción contínua de la paz interior y social.

La dimensión temporal

Alarma la evolución descontrolada del número de personas de todas las edades y ambos géneros con déficits de atención.

Los tiempos de la vida (biológicos) no condicen con los administrativos, con los de la tecnología ni con los de las políticas circunstanciales.

El desarrollo involucrado, desde impartir enseñanza a la formación de la conducta, se integra por complejísimos procesos orgánicos de orden atómico, molecular y metabólico que involucran a todo el organismo. Requiere etapas que comienzan en los órganos de los sentidos por acción de los mensajes de la enseñanza, el estudio y la comunicación diaria y culminan con la conducta como expresión de lo aprendido: 1) atender, 2) emocionarse 3) entender, 4) estudiar, 5) memorizar, 6) pensar, 7) valorar, 8) aprender, 9) decidir y 10) actuar. No existe forma alguna de cambiarlas, omitirlas o alternarlas porque son funciones producto de la evolución del cerebro que le permiten a la persona existir y ser. Sus registros documentan que: lo que se aprende no se desaprende. De allí que es imprescindible el compromiso de padres, docentes y autoridades en el futuro de la Nación.

De la organización o desorganización de las áreas cerebrales integradas en esas etapas, producto del medio ambiente desde el despertar hasta el próximo sueño nocturno y de los contenidos que haya memorizado y empleado para pensar, dependerán el orden o desorden de las bases orgánicas inevitables de su identidad en cada instante vivido o recordado.

Atender y el Tiempo de Atención Útil o primer etapa: es el tiempo durante el cual la persona, de manera voluntaria u obligada, puede focalizar y sostener su atención, sin distracción y con razonamientos propios, durante la enseñanza que recibe, el estudio que ejercita o la comunicación que comparte conforme a sus conocimientos y capacidades aunque las respuestas que pueda dar, en ese momento, no sean las correctas.

Su alteración tiene sus correlatos en los fracasos inevitables de todas las etapas hasta la identidad, manifestada en conductas mayoritariamente impropias a las circunstancias.

Conocer las complejas estructuras cerebrales activadas para focalizar la atención y sostenerla durante el tiempo necesario, según lo demande la enseñanza, el estudio o la comunicación diaria, para el mejor aprovechamiento evolutivo, permite acordar acciones inmediatas para prevención y/o asistencia precoz de estos problemas que indican siempre compromiso cerebral evolutivo.

Los contenidos programados en la escuela, los métodos para enseñarlos y los tiempos de su administración, deben ser acordes a los desarrollos biológicos del alumno para la evolución adecuada de sus potencialidades y según su edad y género, en pos de un mejor rendimiento académico en ambientes saludables.

Los padres deben educar y formar a sus hijos para que su integración a las etapas de la evolución cerebral impuestas por los estímulos de la escolaridad, no presente sobresaltos “madurativos”.

La descoordinación hogar-escuela y sus respectivos medioambientes desordenados -especialmente el áulico-, imponen modificaciones cerebrales perjudiciales y evolutivas hacia la cronicidad en docentes, alumnos y familiares.

Por no agotarse en ellos, se transfieren a la comunidad generando problemas sociales de difícil solución como está ocurriendo en la actualidad.

Las alteraciones que el tiempo de atención útil tiene, se expresan en las conductas antisociales de los alumnos, y en la salud cerebral del docente en detrimento del rendimiento académico.

Urge incorporar estas informaciones en los ámbitos de la familia y la docencia para iniciar procesos acordados con el objetivo de programar educación y formación de excelencia durante cada jornada escolar que se sostenga durante la trayectoria de los integrantes de la institución.

Padres, docentes y autoridades debemos comprometernos en la coordinación de nuestras responsabilidades para educar y formar hijos, alumnos y ciudadanos capaces de pensar sin condicionamientos modales y libres de los flagelos de la ignorancia, el miedo, la violencia y los tóxicos, afianzando el ejercicio de los valores ante un futuro que se presenta incierto.

(*) Médico, investigador, docente universitario en Neurociencias cognitiva y aplicada

Hacia la formación de personas con pensamiento crítico

Un ambiente ordenado y el respeto del tiempo biológico del alumno generan un ámbito externo que incentiva los períodos de Tiempo de Atención Útil. Foto: Archivo El Litoral