Sobre el tamaño de la cama

Sobre el tamaño de la cama
 

A lo largo y a lo ancho de una vida uno pasa por distintas camas. No llevo este artículo para donde ustedes, mal pensados, piensan, sino hacia el diferente tamaño de las camas que supimos conseguir, desde el moisés hasta el de madera final. Esta nota, literalmente, te acuesta.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Hay, parece, una cierta adecuación al tamaño corporal. Nosotros dormimos primero en la panza de mamá en la más cómoda cama, con temperatura regulada, sin mosquitos, y comiendo y chupando in situ: no volverá a pasarnos, lo siento, hasta la terapia intensiva previa a la despedida.

Cuando nacemos, nos colocan en un moisés o cuna, ambos adecuados a nuestro mínimo tamaño. Hasta allí, dependemos de otros para entrar y salir de la cama. Dos manos amorosas nos levantan, nos cambian, nos dan de comer, nos vuelven a depositar en esa porquería que intenta suplir o reemplazar el vientre materno, en este caso como una suerte de vientre trucho. Nos dormimos igual, pero ya sabemos que nos engañan, en especial, la tipa que nos desalojó de la cuna primigenia y que ahora, culposamente, nos llena de almohadones, frazaditas calientes y otros placebos.

En algún momento, cuando ya nos salen las patas -bueno: animalitos somos...- fuera de la cuna, tus padres te compran y trasladan a una cama individual, que nos albergará -mudanzas incluidas- hasta nuestra partida de la casa paterna.

En caso de llegada de hermanos, o de la preexistencia de los mismos, aprenderás temprano a compartimentar tu espacio, que es tuyo, pero no tuyo del todo y eso incluye tu cama: se reportan casos crueles de dos hermanos en la misma cama, durmiendo en el mismo sentido si son pequeños, colocados en cabeceras contrarias cuando vas y van creciendo. Las patas de tu hermano en tu cara y las tuyas en la cara de él.

El esquema incluye el sistema de cuchetas -a mí, la de arriba, que no es recomendada para tipos de sueño inquieto o sonámbulos-, con lo cual queda demostrado que para tus padres, tu sueño es una cuestión de packaging (nos quieren empaquetar), de estiba (nos quieren embarcar) o de mero acopio de mercadería. Hay casos de cuchetas triples en ángulo, para optimizar la zona de embalaje de sueños. Jodido que los tres hermanos trabajen al unísono desde allí, sobre todo porque los tres comen lo mismo, por ejemplo, un sustancioso guiso de porotos.

El algún momento, cuando ya estamos creciditos y la cama nos queda chica tanto para nuestro cuerpo como para la ocasional compañía de otra persona -al principio, es simpático apretarse en uno ochenta por sesenta-, donde puede ocurrir que ambos cuerpos ocupen exactamente el lugar de uno solo, por una cuestión de optimización de espacio y eficiente manejo del recurso. No diré más: que cada cual maneje su recurso como pueda.

Hay para quienes prolongan su soltería, una cosa intermedia llamada plaza y media, que es una cama individual pero un poco más grande, y que los hoteles hechos en serie han impuesto con el simpático nombre de twin.

Y luego, por fin se arriba -depende lo arriba o abajo que se coloque: cuec- a la cama de dos plazas, donde uno comparte espacio, sueños, sonidos y sensaciones táctiles con una pareja por un número indeterminado de noches, en algunas casos años y años. Ahí andamos por dos metros por uno cuarenta o uno sesenta.

En matrimonios o parejas de muchos años, viene la idea superadora de contar con una cama más grande: dos plazas y media, hasta llegar por fin a la de dos por dos, un portaaviones enorme en el medio de la pieza, justo cuando ya no parten ni llegan aviones. Se trata en realidad de un hangar para los mismos dos veteranos aviones, antes de guerra, ahora de meros vuelos instructivos...

Luego, te separás o te peleás y volvés a la cama pequeña. En muchos hogares se suma a la oferta camística un sofá-cama, o una cama marinera, que se desliza subrepticia por debajo de otra para albergar al exiliado. Puede suceder que tu pareja te expulse lisa y llanamente, negándote siquiera la posibilidad de dormir en alguna de las múltiples camas existentes en la casa. Aduce ella, tu pareja, que te estuviste haciendo el vivo por ahí y ella, tu pareja, se enteró por alguien que te vio. Es cuando te hacen una cama.