El día que naufragó un estilo de vida

El hundimiento del Titanic fue algo más que una tragedia que provocó la muerte de más de 1.500 personas. Para los historiadores, la tragedia del barco que “ni Dios podía hundir” es el signo de una época o, para ser más precisos, el fin de una época. El Titanic como tragedia es un hecho histórico que se produjo el 15 de abril de 1912, hace exactamente un siglo; pero es también un mito y una leyenda.

 

Películas, novelas, investigaciones, han trabajado de distintos modos la historia de aquel barco formidable que naufragó en su viaje inaugural. La última sobreviviente murió en el 2009. Se llamaba Millivina Dean, quien al momento de la tragedia era una beba de pocos meses. Por lo tanto ya no quedan testigos vivos de la tragedia, aunque la documentación existente es abundante. Y a ella hay que agregarle, desde un tiempo a esta parte, las excursiones que se organizan para visitar los restos seculares del Titanic que reposan en el oceáno Atlántico a cuatro mil metros de profundidad y a casi mil kilómetros de la isla de Terranova.

¿Por qué para los historiadores el Titanic es importante? Porque a la hora de periodizar un tiempo histórico, el naufragio marca el fin de una época. Toda periodización admite diversas lecturas, siempre y cuando puedan justificarse. Eric Hobsbawm, por ejemplo, estima que el siglo veinte se inició en 1914 con la Primera Guerra Mundial. En cambio, otros colegas consideran que el inicio del proceso que le puso punto final al período de esplendor de una burguesía que creía con obstinada fe en las virtudes del progreso, comenzó aquel 15 de abril de 1912, cuando un iceberg demostró que al barco “insumergible” podía irse al fondo del mar con rapidez.

La fe en el progreso, la ciencia, la razón y la tecnología, esa fe que funcionaba como un mito, se hundió en las aguas del Atlántico. La tragedia incluyó la impotencia de los hombres para vencer a las fuerzas de la naturaleza. Fue necesario que el Titanic se fuera a pique para que los hombres asumieran que los sistemas de comunicación y señales eran imperfectos y que los trasatlánticos lujosos debían hacerse cargo de la seguridad de los pasajeros y la tripulación.

El Titanic es considerado también el barco que llevó en sus lujosos camarotes y ostentosos salones a la última expresión de una clase social portadora de una cultura y un estilo de vida que aquel 15 de abril iniciará su ciclo de decadencia sin retorno. Aquella fatídica madrugada murieron los pobres que viajaban en la tercera clase, pero también perdieron la vida multimillonarios y personajes del mundo de la farándula, un dorado universo que incluía a diseñadores de la moda, bon vivants y políticos de renombre.

En este sentido, el Titanic puede verse como una metáfora de la crisis irreversible de una sociedad burguesa arrogante y espléndida. Por cierto que la burguesía sobrevivirá a ese naufragio, pero aquel brillo, esa distinción, ese estilo iniciarán una lenta pero irreversible declinación.