Acoso escolar: cuando ir a clases es una pesadilla

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El bullying tiene serios efectos en sus víctimas: fracaso y dificultades escolares, ansiedad, fobia, déficit de autoestima y cuadros depresivos son algunos de ellos.

 

El bullying es una forma de violencia entre pares que puede volver insoportable el paso por la escuela. Un entorno de confianza con la comunidad educativa y la familia permite a la víctima verbalizar el problema. Un proyecto para Diputados por un Día y el trabajo en el aula pusieron el tema en debate entre alumnos de la Escuela Industrial y en otras instituciones.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. GUILLERMO DI SALVATORE Y El litoral.

Cualquier excusa es buena para no ir a la escuela o para evitar toda situación que lo obligue a socializar más allá de lo indispensable; los recreos son difíciles pero la hora de salida, cuando no hay nadie alrededor, es una verdadera pesadilla. Para un chico o una chica que sufre alguna forma de acoso u hostigamiento por parte de un compañero de escuela, los actos cotidianos, esos que se repiten durante buena parte de la infancia, involucran una connotación que a veces se torna insoportable.

Según expertos, el acoso escolar o bullying reúne algunas características propias: debe existir un hostigador y un hostigado; es contra una persona concreta y no contra un grupo; generalmente es un grupo el que ejerce el hostigamiento, dirigido por un líder que idea las acciones, aunque no siempre sea él quien las ejecuta; tiene que haber disbalance de poder o de fuerza, y el hostigamiento tiene que ser repetido y sostenido en el tiempo. Es decir que una pelea ocasional o por un tema puntual no es bullying. (Fuente: Equipo Bullying Cero Argentina).

RELACIONES COMPLEJAS

“El término correcto es bullying, que es cuando una persona ejerce violencia para imponerse sobre la víctima, y este comportamiento trae secuelas”. Así lo afirman Lucía Tacca, María Celeste Muolo, Sofía De Césaris y Agustín Musuruana, estudiantes de la Escuela Industrial Superior de Santa Fe que trabajaron dentro y fuera del aula, junto con 10 compañeros más, el complejo tema de la convivencia en el ámbito escolar, no solo entre pares sino también en la relación alumnos-profesores. Guiados por la docente Mireya Gottero, abogada, mediadora y Doctora en Educación, presentaron su proyecto en la Legislatura santafesina, en el marco del ciclo Diputados por un Día que organiza la cámara baja junto con la asociación civil Conciencia. El proyecto impulsaba la creación de un consejo consultivo integrado por docentes, no docentes, directivos, alumnos, ex alumnos y un Área de Apoyo Educativo. No fue aprobado en el recinto, pero proponía la creación de un área de negociación y mediación de conflictos interpersonales que afecten a los integrantes de las instituciones educativas, en donde cada persona en contacto con alumnos esté capacitada para intervenir en la resolución de los casos. “Porque tenemos que reconocer que la violencia se da entre docentes, para con el docente, en la familia, y en todas las interrelaciones que se dan en una comunidad educativa”, apuntaron, en diálogo con Nosotros.

La presentación del proyecto demandó una profunda investigación y permitió analizar un tema que los toca muy de cerca y tratarlo incluso desde la perspectiva de las nuevas tecnologías: “abordamos el ciber-acoso a partir del tema de las fotos, videos y mensajes intimidatorios que se difunden por la web, que son ofensivos y amenazantes y de los que no hay forma de defenderse porque -en muchos casos- ni se sabe qué es lo que está circulando por Internet”, explica Gottero.

Sin embargo, no todas las asimetrías se dan entre pares. En ocasiones, ocurre que la relación se vuelve compleja entre alumnos y docentes. “En la escuela tenemos un equipo de pedagogos y psicólogos, que ayudan y participan constantemente en las decisiones que tienen que tomar los docentes -señalan-. Pero muchas veces no llega la información; por temor de los alumnos al poder del docente o a que el planteo influya en la nota”. Y esta cuestión también demanda ser atendida, además de la relación de los alumnos entre si.

TODA ACCIÓN TIENE CONSECUENCIAS

Gabriela Tealdi es docente de Historia y explica que el tema del bullying surgió en las clases de Formación Ciudadana, de los segundos años, a partir del suicidio de un adolescente -en Estados Unidos- luego de ser víctima de acoso. “Estaba trabajando el tema de la discriminación, es decir, cómo nos posicionamos frente a lo diferente y, para llegar luego a la actitud de la tolerancia, vimos cuáles eran las actitudes intolerantes. Los chicos y chicas de 2º año escucharon el término bullying y comenzaron a interiorizarse. Me llamó la atención la manera en que empezaron a desnaturalizar una cuestión que está muy vinculada a sus vidas. Reconocieron que, lo que para ellos es común, como las bromas, el acoso o la intimidación, tiene consecuencias y que hay gente que lo está estudiando. En algunos cursos, los chicos plantearon situaciones concretas y eso es importante; porque una de las salidas es que la víctima pueda verbalizar el problema. Es que si el docente no tiene la capacidad para percibir la situación y la víctima no transmite lo que está pasando, se puede llegar a consecuencias graves”.

La psicóloga Lara Ajún integra el Área de Apoyo Educativo. “Nuestra función es, básicamente, acompañar y dar contención en el proceso enseñanza-aprendizaje. Con el tema del bullying u hostigamiento, vemos que, en general, es una relación entre pares donde hay un abuso de poder. Son chicos o chicas, compañeros de curso, entre los que existe una cotidianeidad, pero hay una distancia asimétrica entre ellos que es lo que hace que uno pueda abusar del otro. Además, es sistemático, repetitivo e insistente. Al principio parece algo simple y aislado, pero el problema es cuando se empieza a ver en una cadena de hechos, en una consecuencia que viene a raíz de varias situaciones previas”. Para la profesional, lo principal es problematizarlo, empezar a desnaturalizarlo. Por eso es importante que los chicos estén involucrados y empiecen a ver qué pasa con lo que dicen y con lo que hacen. Históricamente existieron estos problemas, por ejemplo, con los apodos. Pero la cuestión es tomar conciencia de que estas actitudes tienen consecuencias”.

Las tres profesionales coinciden en que es difícil detectar que una situación de estas características está ocurriendo: “en ésto el rol del docente es fundamental para reconocer el problema antes de que el incidente se convierta en un hecho grave. A veces hacemos un análisis muy reduccionista y nos quedamos en el último hecho, pero es importante visibilizar el conflicto desde sus inicios”.

Para los estudiantes que participaron del proyecto, el concepto que cobra especial trascendencia es el de “comunicación”: “creemos que falta esta comunicación entre el alumno y el docente, y con su familia. Queremos lograr que el alumno sea independiente y autónomo, pero que pueda dialogar con su familia en un ambiente en el que se sienta cómodo. Para eso es importante que el contexto familiar se involucre y participe. Un alumno se forma en dos espacios principales como son la familia y la escuela y, en tercer lugar, está la calle. Para que el alumno se desenvuelva en la calle de manera correcta, necesitamos que la escuela y la familia se involucren y lo sepan contener”.

“Sin minimizar ni demonizar”

“Un niño o una niña que está siendo víctima de acoso escolar suele presentar problemas de conducta, depresión y mucho sufrimiento”, resumió Stella Maris Vallejo, delegada de la sede local del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), en diálogo con Nosotros. A su oficina llegaron durante 2011 algunos planteos llevados por padres y madres que advirtieron una situación de esas características.

“Trabajamos desde el diálogo -aclara-; nunca armamos un expediente contra la escuela sino que tratamos de buscar una reflexión entre los docentes y las autoridades, pensando en el bienestar del niño o la niña”.

Puesta a analizar las situaciones más frecuentes con las que se enfrenta el organismo, señala que “hoy encontramos dos formas de acoso: en el aula, el recreo o el baño; y otra que se produce a través de la red y permanece como un estigma”. En cualquier caso, “los chicos suelen sentir que son culpables de lo que les pasa y lo ocultan a su familia y ésta, tal vez, por el ritmo de vida que se lleva, no está tan atenta a lo que pasa”.

En ese contexto, Vallejo consideró que no se trata de demonizar ni de minimizar la situación, “pero si de prestar atención porque estas son modalidades de violencia que pueden desatar más violencia”.

La oficina del Inadi en Santa Fe está ubicada en el 1º piso de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UNL. Funciona de lunes a viernes, de 8 a 12.30 y de lunes a jueves, de 16 a 20. Teléfono: 457-1105; e-mail: [email protected].

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En una propuesta llevada a Diputados por un Día y en las aulas, alumnos y docentes de la Escuela Industrial Superior abordaron el complejo tema de la convivencia escolar.

PREVENCIÓN

Un equipo de investigadores de la Universidad de Washington (UW) en Estados Unidos ha demostrado que reducir los rumores maliciosos que se generan entre los alumnos de educación primaria previene la aparición del acoso escolar en los centros educativos.

RUMORES

Los rumores son un elemento de intimidación y, para los niños, en ocasiones puede llegar a ser tan doloroso como la intimidación física.

APOYO

Algunos factores que evitan una mayor victimización y ayudan a los niños a salir del acoso y hacen que tengan más posibilidades de combatir el bullying son: tener amigos que los apoyen y no escoger la represalia como respuesta.

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Agresores, víctimas y padres

TEXTO. OMAR T. GONCEBAT (EFE)

El perfil de la víctima de acoso es el siguiente: tiene muy poca confianza en sí misma y no parece poder defenderse sola. Su personalidad tiene rasgos de inseguridad, baja autoestima, debilidad, sumisión, introversión, timidez, dificultades de relación y de habilidades sociales, aislamiento e inmadurez.

La psicóloga clínica Isabel Menéndez recomienda a los padres estar atentos a los indicios de un posible bullying en sus hijos, como “cambios en el comportamiento y el humor, tristeza, llantos o irritabilidad, pesadillas, cambios en el sueño y/o en el apetito, pérdida o deterioro de sus pertenencias escolares o personales, aparición de golpes, hematomas o rasguños, negativas a relacionarse con sus compañeros o a participar en excursiones del colegio”.

Si observan algunos de estos indicios en sus hijos, la psicóloga aconseja a los padres aplicar este “Decálogo anti-bullying”:.

- Nunca menosprecie sus quejas, diciéndole que son tonterías o que aprenda a defenderse solo.

- Préstele atención, con sus ojos y corazón abiertos. Aprenda a ver todo su mensaje: palabras, gestos, tono de voz, lenguaje corporal.

- Infórmese antes de alarmarse. Si son agresiones ocasionales y está feliz habitualmente, enséñele a defenderse, con sentido del humor, haciéndole fuerte y seguro de sí mismo.

- No le culpe por lo que le pasa diciéndole “te lo merecés, no valés para nada, no me extraña, sos un cobarde”.

- Nunca diga “no te metas” cuando se trate de defender a un compañero al que acosan.

- Anímele a que denuncie el acoso de un compañero. Dígale que se una a otros niños: la unión hace la fuerza.

- Si se niega a ir al colegio reiteradamente, averigüe qué sucede, vaya al colegio, pero nunca lo obligue a ir con violencia.

- Enséñele a mostrar sus sentimientos: si el niño tiene un padre y una madre emocionalmente inteligentes, él también lo será.

- Dígale que usted siempre estará ahí, que nadie tiene derecho a hacerlo sufrir, y que lo apoyará cuando necesite ayuda.

- Demuéstrele su amor incondicional, pero también su firmeza, los límites que existen para no dañar a los demás y los derechos que nadie debe pisotear; enséñele a ser fuerte y feliz.

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Los agresores tienen algo en común: algo o alguien los hace sentir inseguros, y ellos fanfarronean y agreden para sentirse mejor.