CON EL FLACO RODRÍGUEZ

“Esto que nace de mí no me pertenece, tan sólo soy una vertiente”

Ana Laura Fertonani

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Al Flaco Rodríguez (Juan Carlos) -ese señor alto, muy alto, que se para en el espacio y sin más remedio se impone- se le iluminan los ojos cuando trae escenas de obras del pasado. Tiene que hablar de él, y habla de una obra que dirigió, de esa escena memorable, del personaje que amó, de la reacción del público, de la plástica -siempre presente en su teatro-, de su primera dirección, del plano y la línea, de los programas de radio, de los de televisión... y todo eso es él.

Le cuesta hablar, hace cuatro meses que lo tiene un poco atrapado un problema de salud, y su voz batalla por sonar en el aire. Lo que más le da pena son los trabajos de dirección que tuvo que rechazar.

“El teatro me dio una forma de vida: no tenía horarios, tenía que viajar, se necesitaban cosas de repente, días/viajes que no estaban programados. Yo vivía para el teatro y para el dibujo. Muchos personajes salieron de mi pueblo, de Recreo, lugar que ya no reconozco como propio porque hace muchísimo tiempo que no vivo ahí, donde está toda mi infancia, mi adolescencia”, cuenta el Flaco entre silencios.

“Yo no sé si estoy retirado -dice- a lo mejor en algún momento vuelvo, si recupero bien la voz”.

“Siempre me creí un instrumento. Esto que nace de mí no me pertenece, tan sólo soy una vertiente, así lo siento, y en el dibujo también. Soy cristiano, no católico ni evangelista, creo en Dios y siento que de alguna manera él me pone en un lugar para decir algo. No sé si lo digo bien o mal, pero creo que soy una vertiente, que lo que sale no nace de mí, se me ocurre”.

TIEMPOS DORADOS

Estudió en la escuela provincial de Bellas Artes Juan Mantovani, cuando el edificio estaba en Tucumán y Urquiza. “Es una pena que la hayan demolido”, dice. “Como el barro me reseca las manos decidí hacer el profesorado con la especialidad dibujo y pintura, cuando terminé el magisterio sentí la necesidad de que los objetos se movieran, que no estuvieran estáticos”. Allí consideró que la solución a esa urgencia era ser director de teatro.

“En ese tiempo estaban el taller de Carlos Thiel, en Teatro de Arte. Yo quería estudiar dirección, de ahí a los seis meses más o menos descubrí que el escenario era mi espacio y empecé a hacer teatro y nunca dejé de dibujar y de pintar, más de dibujar... De ahí no paré más”.

Recuerda la época dorada del teatro, donde la gente iba mucho al teatro, también la especialidad de Teatro de Arte en la propuesta de Café Concert: “la gente veía pequeñas obras, improvisaciones y tomaba una copa”.

No sabe precisar la fecha, “me preguntás una cosa imposible”, dice, pero arriesga “habrá sido ‘70, fines de los ‘60”.

“De Teatro de Arte pasé a lo que a mí me parece que fue la escuela más importante de teatro de Santa Fe: la escuela del Teatro Llanura en la Biblioteca Moreno, dirigida por Jorge Ricci, Jorge Conti y Ricardo Gandini. Hicimos lo que nunca se había hecho en Santa Fe, expresión corporal, y en las clases de preparación del actor a cargo de Ricci y Gandini se discutía, nos peleábamos, era una verdadera educación... Yo seguía con mi docencia, dibujando y haciendo teatro y en la Moreno hicimos autores universales... La escuela se separó, quedó Teatro Llanura y nació Nuestro Teatro”.

Ahí concretó su primer protagónico: “Mustafá” de Discépolo, un gran éxito. “Tuve mucho éxito en el teatro”, considera.

“Nunca gané plata en el teatro, pero gracias a él conocí gran parte del mundo que conozco: estuve en España donde podría haberme quedado y Santa Fe, no se por qué razón me trajo de vuelta. También estuve actuando en Colombia y podría haberme quedado, es un país maravilloso. Conozco otros lugares: Holanda, Bélgica, Francia, Italia, Venecia, Roma... amo España y Colombia, será porque ahí estuve haciendo teatro”.

FACETAS

Hizo radio, trabajó como cronista en festivales de teatro y concretó dos programas en LT10, “Almacén de ramos generales” que se emitía por la mañana y los sábados “En el país de la noche” donde paseaba por las ofertas culturales de la ciudad.

En televisión se acuerda de “Un periodista en el tiempo”, dirigido por Jorge Alvarez y realizado en el palacio San José. “Gentilmente nos prestaron todo lo que quisiéramos de Urquiza, yo hacía de periodista y Jorge Ricci de Urquiza, pero se ve que Urquiza era pequeño porque a Jorge no le entraba la ropa. Usamos la vajilla, dormitorio, jardines... También hice un programa que se grababa en Córdoba y se emitía en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires ‘Mi primo del campo’. La televisión tiene tanto poder que todavía me subo al taxi y me preguntan si soy el de la televisión”, sonríe.

Hizo películas y recuerda las escritas por Carlos María Gómez, para Grupo de Cine. “Eran colaboraciones, porque los pibes no tenían un mango”.

Con sus textos y dibujos colaboró durante años con el diario El Litoral y la revista Ñ.

A dirigir lo convocó un grupo de jóvenes de Paraná, “la agrupación El Galpón, eran chicos muy jóvenes, muy necesitados de aire, y me pidieron si yo los podía dirigir. Fue una decisión atrevida, pero que con el tiempo fue inteligente. Con el Galpón yo seguía haciendo teatro: hicimos ‘El jorobadito’ (1982), que se presentó en el teatro Margarita Xirgu durante el ciclo Teatro Abierto”, recuerda.

En su extensa trayectoria menciona que participó de Festivales en Rosario, Buenos Aires, Entre Ríos, que hizo giras por distintos elencos con distintas obras.

DIBUJANTE

En estos días anda dibujando un poco. “Lo vacío me provoca”, sentencia, como tratando de explicar esa necesidad interior repentina que -simplemente- nace por dibujar. “El plano para mí es un vacío y mi dibujo nace a partir del plano que necesita que lo invada, es como si me pidiera”.

Concretó varias muestras, participó del grupo Espejo, fue candidato a becas, ganó premios municipales y vendió obras que hoy se encuentran en Venezuela, Israel y este país.

La inundación del 2003 le llevó gran parte de su obra y lo que se salvó está hoy en colecciones privadas y “no tan privadas”, dice.

“Prefiero el dibujo, aunque de pronto el color... me dice muchas cosas” .

Ese creador estuvo presente toda su vida y afirmar que naturalmente dibuja de toda la vida lo traslada a su infancia, a Recreo. “Cuando era chico dibujaba en el patio de tierra de lo que era mi casa, y me disfrazaba con la ropa de mis padres y habíamos creado con un grupo de chicos un circo cuya carpa era un sauce y éramos trapecistas, payasos... locuras”, sonríe.

Esas locuras que insistentemente se dedicó a cometer una y otra vez a lo largo de los años, son las que lo definen hoy como un artista y en varios mundos.

“Me voy adecuando a las nuevas formas del pensamiento y a las nuevas formas de traducir en artístico ese pensamiento. Creo que ahora estamos en una grave crisis cultural, los fines y principios de siglo nunca fueron fáciles, y nosotros todavía no sé si terminamos el siglo XX ... creo que el arte va a terminar salvándolo a este mundo como siempre lo ha salvado”.

Toda una vida dedicada al teatro y al dibujo. El domingo cumplió años y en diálogo con El Litoral recorrió su vida, los primeros pasos, los grandes saltos y las locuras que construyeron un camino de artes.

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En la butaca de un teatro, tal vez su gran pasión.Fotos: Archivo El Litoral

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Toda una vida dedicada al teatro. Entre sus éxitos se pueden mencionar “El Jorobadito”, “La cantante calva”, y su primer protagónico “Mustafá”.

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El dibujo y la pintura otra de las pasiones de El Flaco.

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En el 2006, en el marco de una muestra de Nydia Andino.

Fotos:ARCHIVO EL LITORAL

SOBRE el teatro:

“Nunca gané plata en el teatro, pero gracias a él conocí gran parte del mundo que conozco”.

Flaco Rodríguez

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El Flaco protagonizando “Un pequeño dolor” de Harold Pinter, dirigido por Lito Senkman en 2004.

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El Flaco, un grande

Roberto Schneider

Entre los muchos adjetivos que definen a Juan Carlos Rodríguez F. (con esa F que tanto le gusta, tal vez, por qué no, para designarse como feliz) la palabra grande es la que más le calza. Sólo un grande como él ha podido transmitir en los diversos roles que ha interpretado las profundidades más lacerantes y las más felices de los seres humanos, en esta Santa Fe que muchas veces desconoce a los grandes hacedores de su cultura, esta ciudad que tanto ama y a la que tanto ha dedicado su obra. En su larga, riquísima y aquilatada trayectoria, Juan Carlos, el Flaco, concretó hasta ahora diversos montajes teatrales con otros tantos grupos de actores santafesinos y paranaenses. Sus trabajos son elogiados por la crítica especializada y el público, que acompaña con su presencia los trabajos emprendidos por ese inquieto y apasionado hombre que tanto ama su profesión, por la que tanta pasión siente.

Es un verdadero maestro de actores, a quienes forma en el oficio y en la vida con su indiscutible entrega. Varias generaciones trabajan junto a él desde los más diversos escenarios, donde concreta una trayectoria basada esencialmente en sus conocimientos y en su don de gente. En muchas ocasiones ha renovado la escena y su nota distintiva es que es un profundo conocedor del arte teatral. Imposible consignar los más bellos personajes que ha interpretado como imposible no decir que en sus labores transita caminos diversos y buceadores para su arte. Juan Carlos recorre la vida con sus pasos seguros, manejando con sabiduría la magia del conocimiento y deslumbrando a todos por igual con todo lo que sabe.

Y hacemos hincapié en sostener que su labor como hombre de la cultura es siempre un elaborado juego poético, que él transforma en reflexión. Porque sabe, siempre, que el pensamiento es la esencia del hombre.

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Foto: Muestra fotográfica “Memorias y olvidos de la gente del oeste’’.