Y en medio del horror, la resistencia

Griselda Tessio

Ante el silencio de un mundo atónito frente al exterminio, se oyó el grito resonante de un grupo de seres humanos que no se resignaron a morir mansamente.

Porque así como en el desfiladero de las Termópilas, el Rey Leónidas combatió aun a sabiendas de que ni él ni sus soldados habrían de sobrevivir, así, con ese coraje que se evidencia en la lucha desigual, así pelearon los habitantes que quedaban en el Ghetto de Varsovia a comienzos de 1943. Un grupo insurrecto, compuesto por pocos hombres adultos (aproximadamente 400), sub-alimentados, heridos moralmente, mal armados, con la ayuda de las mujeres, niños y ancianos, demostrando que la dignidad humana es siempre infinitamente superior a la opresión.

Recordar este hecho del que se cumplen 69 años, es confrontarnos entonces con dos aspectos de la historia, y de la naturaleza humana. El horror imperante en el Tercer Reich, la Solución Final, la delación, la muerte, la xenofobia, el fanatismo, el desprecio al prójimo, todos esto sintetizado en nombres como Auschwitz, Treblinka.

Pero es también conmemorar la lucha, la resistencia cultural diaria, la generosidad, la esperanza, los cantos, el heroísmo cotidiano.

El Ghetto de Varsovia (Getto Warszwskie, en polaco) fue el ghetto judío mas grande de la Europa Nazi. Durante los tres primeros años de su existencia, las deportaciones a los campos de exterminio, el hambre y las enfermedades redujeron su número de habitantes de un total estimado en 400.000, a 50.000.

Las tropas de las SS conducían a diario 6.000 personas al punto de encuentro desde donde eran llevadas a Treblinka, y en menor grado a Majdanek. En caso de desobediencia, se realizaban fusilamientos al azar.

Ante estas situaciones, comenzaron a desencadenarse suicidios en masa entre los habitantes del ghetto.

La fase final del proceso sucedió entre julio y septiembre de 1942. Entre estas fechas, 40.000 judíos fueron llevados a campos de exterminio, 3.000 ejecutados en el lugar, y más de 100 se suicidaron. Luego de esta etapa, aproximadamente 50.000 personas quedaron en el Ghetto, ya sea “trabajando” en industrias alemanas, o viviendo escondidas.

La resistencia judía clandestina se agrupó en dos organizaciones, la ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa, Organización Judía de Lucha) y la ZZW (Zydowski Zwiazec Walki, Unión Judía de Lucha), contando ambas con armamento similar; explosivos caseros, palos, cuchillos y pistolas de mano.

El 9 de enero de 1943, el comandante de las SS Heinrich Himmler visita el ghetto y ordena la reanudación de las deportaciones.

Y entonces, comienza la heroica resistencia armada. Durante tres meses, tras barricadas y largas jornadas, los habitantes del Ghetto se preparan para la batalla final.

Los alemanes tropezaron con una inesperada y sangrienta sorpresa, pues por primera vez un grupo de personas les manifiesta que, si habrían de morir, no lo harían mansamente, y en medio de llantos y súplicas, como lo pretendían ellos, sino en una lucha heroica, donde la dignidad humana fuese el estandarte por el cual pelear.

Durante estos meses, los traslados a los campos fueron suspendidos.

La resistencia armada con que los alemanes se encontraron en el ghetto de Varsovia, les dio a entender claramente que a partir de ese momento la tarea a cumplir no sería sencilla.

La batalla final sería el 19 de abril de 1943. Ese día los alemanes comandados por Ferdinand Von Sammer-Frankenegg llegaron con 2.100 soldados, confiados en que los habitantes del Ghetto al ver el despliegue de fuerzas se sentirían desanimados y se rendirían.

Mientras las tropas nazis avanzaban, los partisanos judíos, esperaban armados con piedras, pistolas, vidrios, o simplemente sus manos, sin ánimos de rendirse. Esto desató la ira de Himmler, quien pasó el mando a Jürgen Stroop, que contaba con experiencia en combates no formales. En los días que siguieron, éste ordenó la quema masiva de todos los edificios, para obligar a los combatientes a salir. El área entonces se llenó de llamas y negro humo. Muchos murieron asfixiados en sus refugios, mientras que un gran número prefirió suicidarse saltando desde las terrazas.

La resistencia mayor fue sometida el 23 de abril, y el levantamiento en general el 16 de mayo de 1943. Ese día los alemanes volaron la Sinagoga Tlomacki (que estaba fuera del ghetto) como símbolo del aniquilamiento de los judíos de Varsovia.

Stroop dijo entonces: “El antiguo barrio de los judíos de Varsovia, ya no existe. Hubo una vez un distrito judío en Varsovia, el cual nunca será recordado.”

Sin embargo, se equivocaba. No solamente recordamos al Ghetto, sino que todos y cada uno de sus heroicos habitantes nos demuestran a pesar de los años transcurridos, que siempre la dignidad de la condición humana es más fuerte que la banalidad del mal. Para homenajearlos bien vale ponernos de pie y entonar las estrofas del Himno de los Partisanos del Ghetto, aquel que comienza con las siguientes estrofas:

“Nunca digas que esta senda es la final,

Acero y plomo cubre un cielo celestial

Nuestra hora tan soñada llegará,

Redoblará nuestro cantar; ¡Henos acá!”

Y en medio del horror, la resistencia

Una pareja visita el Museo Yad Vashem en memoria del holocausto en Jerusalén. Observan fotografías del Ghetto de Varsovia en Polonia. Foto: Archivo El Litoral