Al margen de la crónica

El “abogado descalzo”

El abogado ciego Chen Guangcheng, cuya huida del arresto domiciliario ha puesto a prueba al gobierno de China, tiene una historia de superación personal y activismo que ha cautivado a muchos.

Nacido en 1971 en Dongshigu, la misma pequeña localidad de la cual escapó este pasado 22 de abril, este hombre -que en 2006 fue considerado uno de los 100 más influyentes del mundo por la revista “Time”- quedó ciego a los 5 años, debido a una grave enfermedad.

La ceguera, en un país donde la inserción social de los invidentes no es siempre fácil, le privó de ir a la escuela. Pero a los 23 años, aún analfabeto, ingresó en un colegio para ciegos y cuatro años después, ya asistía a la Universidad de Medicina de Nankín.

Graduado en 2001, se estableció como masajista terapéutico en un hospital, una ocupación frecuente entre los invidentes chinos, pero el inconformista Chen decidió rebelarse contra su destino y empezó a acudir a clases de Derecho.

Pocos años después ya era conocido como el “abogado descalzo” (por su costumbre de asistir a personas humildes).

Su activismo brotó cuando empezó a hacer públicas denuncias sobre abortos y esterilizaciones forzosas -e ilegales- contra 7.000 mujeres que no cumplieron la “política del hijo único”, creada en China a fines de los ‘70 para frenar su superpoblación.

En 2005, cuando los medios chinos elogiaban su labor, fue acusado de “destrucción de propiedad” y “asamblea con posterior disturbio del tráfico”, cargos que le costaron una pena de cuatro años y tres meses de prisión.

Durante su cautiverio, se le otorgó el premio Ramón Magsaysay, el “Nóbel Asiático”, por su “irreprimible pasión por la justicia a la hora de liderar a los ciudadanos chinos en la defensa de sus derechos legítimos”.

Chen finalizó su pena en 2010 pero, como suele pasar con los disidentes chinos que han ganado fama internacional, su privación de derechos continuó e incluso empeoró al salir de la cárcel, ya que tanto él como su familia fueron sometidos a arresto domiciliario desde entonces hasta la actualidad.

Alrededor de su casa, un centenar de policías y un muro -el que tuvo que saltar en su huida- impedían a Chen y su familia una vida normal.

Las duras condiciones del arresto domiciliario llevaron a activistas, periodistas y celebridades a intentar visitarlo para darle su apoyo: la policía los repelió a todos con amenazas, empujones o pedradas.

La fuga de Chen fue hollywoodense: aprovechando la noche saltó el muro que rodea su casa, cruzó un río y deambuló 20 horas, cayendo “200 veces”, según su amigo el también perseguido disidente Hu Jia, hasta que finalmente fue recogido por un automóvil de una amiga, He Peirong, quien lo llevó a Pekín. Peirong fue detenida y se desconoce su paradero.

Una vez en Pekín, Chen se puso bajo “protección estadounidense”, si bien la embajada de EE.UU. ha declinado por ahora, hacer comentarios.