Nuestras contradicciones

por Arturo Lomello

Da vértigo pensar en la infinitud del macrocosmos y da vértigo también pensar en la infinitud del microcosmos. Y qué decir de que nosotros, los humanos, furtivos habitantes de un pequeño planeta perdido en el tejido inabarcable del universo, no obstante, somos sorprendentemente conscientes de las maravillas de la existencia. Y en la cumbre del asombro tenemos una historia tanto individual como colectiva y textos que hablan de nuestro origen divino.

Es paradójico, entonces, que con tanta belleza de misterio seamos capaces de maldad, porque más bien la presencia de tanta grandiosidad debería movernos a la veneración y al amor. Ya pensadores, artistas y místicos han expresado a lo largo de la historia nuestra abismal contradicción y ha habido también quienes con sus ejemplos de santidad se han expuesto como modelo por la fuerza de los hechos. Pero, no obstante, las contradicciones se siguen manifestando con toda evidencia. La misma humanidad que produjo las sinfonías de Beethoven o de Mozart, los cuadros de Miguel Angel o de Leonardo Da VincI, fue capaz de instalar los campos de concentración y de matar cientos de miles de pobladores con la bomba atómica ¿Es que acaso somos seres monstruosos? ¿Es que acaso somos asesinos de mente y enfermos de esquizofrenia? ¿Somos sinceros o lúcidos cuando hablamos de belleza, de amor, de Cristo? Lo cierto es que por un lado continuamos alabando las maravillas de la creación y por otro explotando a los más débiles, destruyendo el planeta y guerreando sin cesar.

Fedor Dostoievski y nuestro Ernesto Sábato fueron conscientes de estas terribles contradicciones, pero tal conciencia si bien nos alerta no sirve para conjurarlas.

¿Entonces el diagnóstico para el futuro de nuestra humanidad es desalentador? ¿Cabe esperar que nunca la experiencia terrible de la historia nos sirva para terminar con la dualidad? Si libramos todo a nuestra propia acción parecería que no hay remedio, pero el hombre no está solo en el universo, obviamente hay un creador, el mismo que captamos en las maravillas, de macro y micro cosmos. Su obra está en pleno desarrollo y las formas en que va a plasmarse en los próximos años es un misterio para nuestra reducida percepción, pero considerando la perfección del cosmos y microcosmos cabe la esperanza de que si no le ponemos obstáculos a su accionar divino podamos llegar a la unidad cuya ausencia denunciaron autores como Dostoievski y tantos otros más.