María Luisa Bemberg

Historias de mujeres

Ana María Zancada

María Luisa Bemberg nació en Buenos Aires el 14 de abril de 1922 en el seno de una de las familias más ricas y poderosas de la Argentina. Sus padres eran el ingeniero Otto Eduardo Bemberg y su madre, Sofía Elena Bengolea. María Luisa era la cuarta generación argentina de una prosapia que nació en la época de Rosas y cuyo fundador fue Otto Bemberg, de origen alemán.

Tuvo una educación esmerada, cumplió con las exigencias de la época inherentes a su condición de heredera mujer. A los 20 años, se casó con el arquitecto Carlos María Miguens. Era la pareja perfecta: hermosos, ricos, educados. Tuvieron cuatro hijos. Todo marchaba de acuerdo con lo que tácitamente tenía que ser, hasta que María Luisa dijo “basta”, y utilizando sus palabras “dejé de ser la esposa de Miguens para pasar a ser la Sra. de Nadie”, expresión que luego serviría para una de sus obras. A los diez años de matrimonio decidió dar un vuelco a su vida y comenzar a ser ella, tal cual se lo demandaban su inteligencia y sus deseos: ser algo más que una ficha en un tablero con figuras preestablecidas.

Su inquietud e inteligencia la llevaron a asomarse al mundo que la rodeaba, sobre todo al mundo femenino que ya comenzaba a convulsionarse sacudiendo los límites, trabas y tabúes. Desde el comienzo adhirió al movimiento feminista que tímidamente pero con firmeza venía gestándose desde hacía tiempo. Según sus propias palabras, la lectura de “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, le aclaró las pocas dudas que le quedaban. También integró el grupo fundador de la Unión Feminista Argentina.

Pero el mundo del espectáculo la atraía con el magnetismo de una puerta abierta hacia nuevas experiencias. En 1949, comenzó a trabajar como empresaria de espectáculos teatrales y junto a Catalina Wolff fundó el Teatro del Globo.

El mundo del cine

Las imágenes la fascinaron desde pequeña. Allá en su infancia cuando estaba enferma con la sola atención de sus institutrices, le gustaba jugar con las imágenes que capturaba a través de un pequeño espejo de mano. Construía historias y dejaba volar su imaginación en un soterrado diálogo con su soledad.

Era una época en que la mujer no tenía ni autoridad ni poder para acceder a la dirección cinematográfica. Sin embargo, ya comenzaban a asomar algunas intrépidas en el mundo, como Dorothy Azner, en Norteámerica; Lenni Riefenstahl, en Alemania, y muchas más que peleaban contra todo un sistema.

La Bemberg, como comenzaron a llamarla, junto a otras mujeres participó y fue una de las cofundadoras del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y de a poco fueron naciendo sus historias de mujeres. Una de las primeras fue “La Margarita es una flor”, obra teatral que luego se transformó en el guión de la película “Crónica de una señora”, de la mano de Raul de la Torre, en 1970, con gran aceptación de parte del público.

Habiendo encontrado ya su ambiente, escribe “Triángulo de cuatro”, que dirigió Fernando Ayala. Comenzaba a entender el lenguaje cinematográfico. Es entonces que se lanza de lleno a escribir y dirigir su primer cortometraje, “El mundo de la mujer”. En 1978, realiza su segundo intento: “Juguetes”. Para esa época, ya la censura militar le pisaba los talones. Para escapar un poco de la atmósfera asfixiante de la Argentina y también para asentar su trabajo sobre el conocimiento necesario con que poder defenderse en un mundo manejado por hombres, viaja a Nueva York a estudiar con Lee Strasberg.

Talento y delicadeza

Al volver a su país ya se siente en condiciones de ubicarse detrás de las cámaras. Tenía 58 años y muchos proyectos. La problemática femenina la entusiasmaba desde siempre y así van naciendo “Momentos”, su primer largometraje, en 1981, a contrapelo de la dictadura militar, que la observaba de reojo, sobre todo con “Camila”, basada en la obra del escritor Enrique Molina. Esta historia de amor y dolor, resultó revulsiva en su momento, pero la Bemberg (ella no estaba conforme con esta manera de nombrarla), desplegó todo el talento, la delicadeza de las imágenes, el enfoque adecuado y una dupla que interpretó maravillosamente sus órdenes. El film llevó el cine argentino a la consideración internacional al ser candidata al Oscar como mejor película extranjera por la Academia de Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos.

La rebelión de Camila frente a las normas impuestas era de alguna forma la suya propia al ubicarse, con la humildad que la caracterizaba en el podio de los mejores directores argentinos y de Latinoamérica.

En 1986, escribe el guión de “Miss Mary”, en colaboración con Jorge Goldenberg. Aquí, María Luisa vuelca aspectos de su niñez, criada entre institutrices y dando su versión de una clase privilegiada a la que perteneció.

“Miss Mary” obtuvo el Premio Coral a Mejor Película, Mejor Actriz y Mejor Escenografía en el 8º Festival del Cine de la Habana en 1986 y Premio al mejor film en el Festival de Cine de Venecia.

Pero si había una mujer con la que podía identificarse era Sor Juana Inés de la Cruz, transgresora e inteligente. María Luisa construye su historia basándose en la obra de Octavio Paz “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”. Pero ella a su vez da al personaje una luz especial, otra vez la cámara juega con las imágenes creando el clima necesario para entender la soledad de una mujer que pretendió ir contra las reglas de una sociedad asfixiante que no le permitía pensar ni ser ella misma.

El ser femenino de María Luisa emerge, casi sin quererlo, en cada personaje que recrea con su cámara. Es un mensaje soterrado y a la vez brillante de la condición de la mujer a través de la historia. Mientras la crítica la distingue. “Yo, la peor de todas”, recibe el Premio OCTC en el 47º Festival de la Habana en 1990; Premio Mejor Producción otorgado en el Festival de Chicago, Premio Especial del Jurado en La Habana, Premio Elvira Notari, otorgado fuera de concurso en Venecia, Premio Mejor Película en el Festival de Cartagena en 1991, Premio del Público y Premio de la Asociación de Escritores Cinematográficos de Andalucía en el Festival de Huelva.

Ahora sí, María Luisa Bemberg se sentía segura. Nadie dudaba de su capacidad. No necesitaba demostrar nada. Ella, una simple mujer había ubicado al cine argentino en los estrados internacionales.

Pero toda la gloria conquistada no logró mellar su timidez y humildad, demostrada a través de las múltiples entrevistas que concedía, y brindarse generosamente a todos aquellos que tuvimos la suerte de conocerla y tratarla.

De eso no se habla

Pero faltaba su canto del cisne. Para su sexto largometraje, eligió a Marcello Mastroianni, que encantado se puso a sus órdenes. Sobre un cuento de Julio Llinás y junto a Jorge Goldenberg, tomó forma “De eso no se habla”, un fuerte alegato por el derecho a la diferencia. Otra vez un tema delicado, tratado con la inteligencia de esta mujer especial que sentía que llevaba el cine en sus venas: “Las imágenes me ayudan a cristalizar mis ideas, mucho más que las palabras... Pero fundamentalmente la libertad es el tema de todas mis películas”.

María Luisa Bemberg murió de cáncer el 7 de mayo de 1995. Un tiempo antes, con la generosidad que formaba parte de su ser habitual, donó al Museo de Bellas Artes toda su valiosa colección de pinturas y una escultura de Alicia Penalba, a quien admiraba profundamente.

La Secretaría de Cultura de la Nación la declaró Personalidad Emérita de la cultura argentina; el Fondo Nacional de las Artes le otorgó el Premio Centenario del cine Louis Lumière y en el 2001 se le otorgó el Premio Konex de Honor.

Más allá de los premios y distinciones, su nombre es un hito dentro de la cinematografía del mundo. Abordó temas delicados y controvertidos y tuvo la valentía de ubicarse con inteligencia, sin prepotencias ni soberbia en el podio de los mejores hacedores, que a fuerza de situaciones sabiamente logradas embelesaron y entusiasmaron a públicos de distintas latitudes. Tal vez detrás de cámara sólo existía una niña creando imágenes con su espejo en la soledad de una habitación.

La vida fue generosa con ella en el sentido de haberle dado inteligencia, belleza y una posición social y económica envidiable.

5.jpg

Con Fito Páez, también en la filmación de “De eso no se habla”.

2.jpg

Detrás de la cámara, su gran pasión.

Fotos: Archivo El Litoral

Espléndida,

en los bellos años de su juventud.

Espléndida,
4.jpg

Junto a Marcello Mastroianni, cuando filmaron “De eso no se habla”.

3.jpg

Elegante, bella, una mujer inteligente y distinguida.