Nuevos libros de poesía

Obras de Laura Yasan serán editadas en España y México

Jorge Boccanera

Télam

“Las grandes ciudades son como nidos gigantes para la orfandad”, sostiene la poeta Laura Yasan, quien hizo de una épica del desencanto en un territorio salvaje el eje de una obra acrecentada ahora con dos nuevos títulos: “Animal de presa”, publicado en España y “Safari”, recién editado en México.

De este modo, los temas de la soledad y el amor como un asunto negociado atraviesan la producción de esta poeta bonaerense nacida en 1960, que cuenta en su haber los libros “Doble de alma”, “Cambiar las armas”, “Loba negra” y “La llave Marylin”, entre otros.

Yasan, que obtuvo con “Animal de presa” el Premio de Poesía Carme Conde de España en 2011, se había hecho anteriormente con otros galardones importantes, como el Premio Casa de las Américas de Cuba y el premio Educa (Editoriales Universitarias Centroamericanas), entregado en Costa Rica.

Tanto la antología personal “Safari”, editada por el sello Floricanto, como “Animal de presa”, publicado por ediciones Torremozas, remiten desde los títulos al mundo animal: “El mundo animal es una fuente vital para la poesía, porque lo humano es en verdad muy limitado. Es un mundo de una riqueza fastuosa, interminable”, explica Yasan.

Y para explicar su proceso creativo apela a la figura de una loba negra: “Una loba que me habitaba y poseía. Fundé un universo alrededor de ese concepto. Un animal de condición salvaje, que tiene hambre, épocas de celo; que marca territorio y me domina a la hora de escribir”, indica.

Un modo de exploración

También “Safari” alude desde el nombre a un modo de explorar, de penetrar, dice, “en los diferentes universos, como un modo de internarse en selvas y desiertos, paisajes poco explorados con especies extrañas, peligrosas, indefensas, todas hambrientas”.

Mientras que “Animal de presa”, funciona como una metáfora que según la autora remite a la búsqueda amorosa entre “cazadores y cazados, víctimas y victimarios, hombres y mujeres presas del instinto, de lo salvaje, lo irracional”.

El relato que subyace en esta poesía revela un desfasaje entre lo anhelado y lo perdido: “Visto en retrospectiva, parece ser así. Aunque nada de eso se piensan a la hora de escribir; yo comienzo en una nada, una zona inhóspita y hostil”.

Hay un contendiente en sus libros, ese “otro” que aparece en una puja descrita siempre con imágenes de destrucción, alega Yasan: “Cada hombre es para mí un estuche repleto de incógnitas, carne de poema”. “La materia de mi escritura es referencial, sale de mis vivencias; desde mi infancia el amor fue una cuestión confusa, mi familia tuvo extrañas formas de negociarlo. Siempre sentí al amor como algo que debía salir a ganarme, tuve que construirlo cada día como esos castillos que se arman a la orilla y el mar se lleva cada noche”, señala.

“Parto del lugar más común de todos, hay que dar para recibir. Se obtiene en tanto que se entrega, lo bueno y lo malo -explica-. Pero en la vida hay desajustes e injusticias permanentes y sentimos que recibimos algo malo cuando entregamos mucho de lo bueno, y que nunca sucede al revés (‘nunca me sale cisne ni princesa’, digo en un poema).

“Todo hay que ganárselo con esfuerzo, dejando pedazos; sea el afecto, el reconocimiento, un lugar en el mundo, un papel en la obra; esto es materia permanente de mi poética, otra de mis obsesiones”, acota.

Coloquio urbano

En el registro expresivo de esta poeta predomina un coloquio urbano que incorpora fraseo de tango y locuciones populares con el que dice identificarse: “Me reconozco en todo lo urbano, soy un bicho de ciudad, hablo con la voz de la ciudad. Mi concepción de la poesía es lo cotidiano, en mi poesía se lavan los platos, se revuelven ollas, se mezclan clavos con medias de seda en los cajones, se cuelgan muertos de las perchas”.

Otras constantes en la escritura de Yasan son la ironía y un tono grotesco que la acerca a Nicolás Olivari: “La ironía es una marca fuerte en mi vida que por lógica se traslada a mis poemas. El grotesco es una forma de ver la realidad, subiéndole el volumen al sinsentido. El grotesco devela lo que no se quiere ver, la basura debajo de la alfombra”.

Una de las virtudes de su poesía es la coexistencia entre la oralidad de la crónica y un mundo metafórico rico en imágenes, imágenes que de a ratos son descarnadas como aquella que muestra la sombra de la antropofagia: la poeta habla de “una albóndiga de hombres masticados”. El tema la lleva a Alejandra Pizarnik.

“Fue la primera poeta que me deslumbró y marcó de una forma visceral con versos como ese que dice: ‘alguien en mí dormido / me come y me bebe’, que me habilitó la posibilidad de poder ser comida por cualquier cosa de este mundo y viceversa. Y si lo pienso un poco, hubo antes una Caperucita comida por un lobo y una mujer que metió en el horno a Hansel y Gretel”, apunta.

Otro tema que se reitera en su poesía es el suicidio, el habitante de la ciudad viviendo al borde: “El suicidio es una de las tantas evasiones posibles de una realidad asfixiante. Los habitantes de Buenos Aires somos suicidas en potencia, cruzamos la avenida en mitad de cuadra, pasamos semáforos en rojo, vivimos respirando la nube negra de los caños de escape, escuchando el ruido del tránsito, de las sirenas”, subraya Yasan.

La nota

“Me reconozco en todo lo urbano, soy un bicho de ciudad, hablo con la voz de la ciudad... En mi poesía se lavan los platos, se revuelven ollas, se mezclan clavos con medias de seda en los cajones, se cuelgan muertos de las perchas”, dice la poeta. Foto: Archivo El Litoral