El transporte público argentino en imágenes

Las fotografías más escasas en nuestro país son las antiguas por dos motivos: se tomaron menos en el pasado y muchas -de esas pocas- están siendo eliminadas por familias que desconocen la relevancia de estas obras para nuestro patrimonio cultural. Sin embargo, coleccionistas privados rescatan estas imágenes -muchas veces insólitas- y las muestran a la población.

TEXTOS. MARIANA RIVERA. FOTOS. GENTILEZA SOCIEDAD IBEROAMERICANA DE HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA y FOTOGALERÍA DEL TEATRO GENERAL SAN MARTÍN.

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Omnibus Nº 3 de la Compañía “La Única”, de Bahía Blanca, de fotógrafo no identificado. Gelatina de plata. Circa 1939. Colección Abel Alexander.

La Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía permite a la población hacer un viaje al pasado y descubrir o advertir -a través de fotografías originales pertenecientes a coleccionistas fotográficos privados, que exhibe anualmente- cómo eran las costumbres de los argentinos.

La última que ofreció en Buenos Aires -organizada en colaboración con la Fotogalería del Teatro General San Martín- refirió a la evolución que tuvo el transporte de pasajeros en nuestro país, entre 1860 y 1960, es decir, los primeros 100 años de la fotografía en Argentina.

Transportes de pasajeros terrestres, aéreos y marítimos fueron exhibidos entre las novedosas fotografías, incluyendo las estaciones, el tránsito o los talleres. Abarcó desde el Gran Zeppelin, que llevó pasajeros a Buenos Aires en 1936, hasta diligencias, tranvías a caballo, tranvías de doble piso (los llamados imperiales), los primeros ómnibus, taxis, aviones, navíos, transatlánticos, lanchas de pasajeros del Tigre, entre otros.

El fotógrafo Abel Alexander -titular de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía- fue uno de los curadores de la muestra junto a su par Juan Travnik, director de aquella fotogalería, y realizó visitas guiadas a quienes pudieron apreciar aquellas obras expuestas en el Teatro San Martín, de Buenos Aires.

En diálogo con Nosotros, mencionó que se trató de una nueva edición del ciclo dedicado a la historia de la fotografía argentina, iniciado en 1999 entre ambas entidades, con la característica de que cada muestra tiene un eje temático, como retratos de carnaval, bodas, primeras comuniones, fotografías científicas, entre otros.

“Al igual que en todas estas muestras, abarcamos los primeros 100 años de la fotografía, entre 1860 y 1960. Cabe recordar que la fotografía nace en París, en 1839, con el proceso del daguerrotipo y llega a la Argentina en 1843. A este período se lo conoció como el del daguerrotipo y está integrado por imágenes muy valiosas y difíciles de exhibir. Por este motivo, nuestras exposiciones anuales arrancan con el proceso fotográfico, que se instala en el país a partir de 1860”, aclaró.

También destacó que “las muestras -de acceso libre y gratuito- están compuestas por fotografías originales, que provienen de coleccionistas fotográficos privados, quienes ceden gustosamente parte de sus obras para estas exposiciones. Fueron exhibidas con precauciones lumínicas, ya que queremos que la gente pueda ver cuáles eran los procesos, los formatos y las técnicas que se usaban en los siglos XIX y XX. No intervienen entidades históricas (museos, bibliotecas o archivos)”.

ONCE COLECCIONISTAS PRIVADOS

La última muestra exhibida en la Fotogalería del Teatro San Martín -la principal de Buenos Aires, que fue fundada por la reconocida fotógrafa Sara Facio hace 20 años- contó con la participación de once coleccionistas fotográficos particulares.

Aportaron 153 fotografías originales sobre el tema, que fueron exhibidas en 56 marcos con paspartús calados, una precaución importante para que la fotografía no toque el vidrio, aclaró el fotógrafo. Cada una contaba con su epígrafe, que incluyó el crédito del fotógrafo -en el caso de que exista-, la técnica empleada en esa obra fotográfica, el tema, la fecha, el lugar y a qué colección pertenece. Se entregó al público un folleto desplegable con toda esa información, editado por la Fotogalería del Teatro San Martín.

En este punto, Alexander remarcó que “hubo un especial cuidado en cuanto a la iluminación de las obras: fueron exhibidas con un rango de alrededor de 100 lux, una medida lumínica adecuada para la exhibición de estos originales. Si bien hay fotografías que no se conoce quién es el autor, sí hay 42 fotógrafos en esta muestra, de los siglos XIX y XX”.

Respecto a las visitas guiadas que ofreció, mencionó que “nos dimos cuenta de la necesidad de realizarlas pues el público no conocía mucho sobre el tema y tenía mucho interés. Vimos que era mejor que un especialista hablara de diversos temas que estaban directamente relacionados con lo expuesto: la historia de la fotografía, los procesos, los formatos, las técnicas, los fotógrafos, pero también aspectos históricos sobre lo que se exhibía. Y la respuesta fue muy buena”.

UNA CADENA DE RESCATE

Consultado respecto a la manera en que estos coleccionistas obtienen sus piezas fotográficas, Alexander planteó que “casi ninguno milita en la profesión fotográfica sino que están involucrados con la historia de la fotografía. Ésta ha sido desarrollada en nuestro país por personas que no vienen del campo de la fotografía. Los fotógrafos, lamentablemente, no tienen mucho interés sobre el pasado de su profesión”.

También comentó que “estos coleccionistas son profesionales y toman precauciones en cuanto a la preservación y conservación de estos originales porque tienen vocación por este tema, aman la fotografía y han pagado por estas obras (y a veces, no barato). Lo que se paga no se maltrata. Esto es diferente de lo que pasa muchas veces con los archivos públicos, que están en manos de funcionarios que circunstancialmente están a cargo de ellos pero que no se involucraron con el tema”.

Por otra parte, mencionó que “las fotografías que ellos tienen las han comprado pero provienen de la basura. La gente cree que la inmensa mayoría de éstas se encuentra en los museos, archivos históricos o expositorios pero -en realidad- están en las casas de familias, en aquellas cajas que se guardan en placares y roperos y que la gente va atesorando. Son aquellas fotografías que vienen de herencias familiares, de las distintas generaciones”.

Y continuó: “Pero en un momento, un miembro de la familia decide desecharlas y, entonces, se destruyen de distintas maneras. Una es abandonarlas en la calle y ahí es cuando aparecen los que yo llamo ‘agentes culturales’, los antiguos botelleros hoy cartoneros, que son los que se dan cuenta de que esas fotografías tienen valor y las ubican en los mercados de pulgas. De ahí van a los anticuarios y luego a otros más importantes, y se produce una cadena de rescate. Ahí vamos nosotros, los que coleccionamos fotografías, buscando siempre imágenes importantes, atrayentes, insólitas”.

En este punto, concluyó advirtiendo que “no es frecuente que la gente se dé cuenta que estas fotografías tienen un valor y las donen a algún museo. La fotografía familiar tiene un trasfondo emocional muy fuerte. Hay gente que tiene miedo de que los ‘seres queridos’ caigan en manos extrañas. Entonces, cuando deciden desprenderse de ellas las destruyen por medio de varios métodos: las queman, las entierran, las rompen o las abandonan (generalmente las dejan en la casa que se está desarmando y que está a la venta). Un fragmento de esta destrucción es colocar las fotografías en la calle. Entonces, nosotros rescatamos un fragmento de lo que se destruye”.

Abel Alexander aprovechó la charla con Nosotros para “concientizar a la población de Santa Fe para que cuide celosamente el patrimonio fotográfico familiar”, ya que muchos destruyen las fotos, las queman o las tiran a la basura, restándola importancia.

Sin embargo, explicó que “tengo una frase que dice: ‘No destruya sus fotografías antiguas; pertenecen al patrimonio cultural de nuestra nación’. Deben entender que en las fotografías vemos reflejada la historia del país. Por eso, hay que hacer un llamamiento a la población para que cuide los archivos fotográficos de sus familias, los que van pasando de generación en generación. Es nuestro árbol genealógico visual”.

También sugirió que “se identifique quiénes son las personas de las fotografías, en qué fecha y lugar fueron tomadas, siempre escribiendo al dorso de la fotografía y con lápiz, nunca con tinta. En muchos casos, la gente destruye estos archivos porque ya no saben quiénes son esas personas; intuyen que son parientes pero no los reconocen y no hay a quién preguntar. Las personas mayores deberían tener la tarea de identificar estas fotografías”.

Por último, remarcó que “en la inmensa mayoría de los casos, las fotografías de familia están cuidadas y resguardadas por las mujeres. Son ellas las que deciden quién se queda y quién se va en una familia; por eso habrás visto muchas fotografías donde aparece una cara cortada o donde falta una dama o un caballero porque vienen estas eliminaciones familiares. Esas mujeres también deciden quién va a continuar estos archivos: por lo general, son aquellas mujeres que muestran más interés”.

Árboles genealógicos visuales

Generoso aporte privado

La 12º exposición histórico-fotográfica anual organizada por la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía contó con la curaduría del reconocido fotógrafo Juan Travnik, director de la Fotogalería del Teatro San Martín, y su par Abel Alexander, titular de esa institución.

Participaron once coleccionistas fotográficos privados: Abel Alexander, Guillermo Campion, Roberto Conde, Colección Cuarterolo, César Gotta, Silvio Killian, Carlos Marcelo Mazza, Delia Mazza, Juan Pangol, Fernando San Martín y Diran Sirinian.

Abel Alexander aclaró que “por el hecho de que son coleccionistas locales, sus obras giran alrededor de las fotografías realizadas en Buenos Aires. Participan generalmente los mismos coleccionistas, a quienes convoco y me van alcanzando sus piezas vinculadas al tema. Hago una primera selección y luego con Juan Travnik, curador de la Fotogalería y cocurador de esta muestra, hacemos la selección final”.

La muestra ofreció un atractivo panorama de la evolución de los medios de transporte en la Argentina. Las imágenes mostraron desde transatlánticos y grandes barcos, lanchas y diferentes tipos de navíos de variada envergadura, hasta carruajes de alquiler, carrozas de desfiles, carros y colectivos. También fueron expuestas fotos de autos, trenes, aviones, motos, tranvías, subterráneos y cuanto elemento se haya utilizado para el transporte, tanto público como privado. Las grandes obras, las estaciones y terminales de trenes y de ómnibus, las actividades de mantenimiento y diferentes curiosidades que -a lo largo del tiempo- han quedado registradas a través de la fotografía.

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estación quilmes, 1875. colección fernando san martín.

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Pasajero en la cubierta del ‘Almanzador’, de fotógrafo no identificado. Gelatina de plata; Circa, 1937. Colección Abel Alexander.

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Puente ferroviario a Cosquín (Córdoba), de fotógrafo no identificado. Albúmina; Circa, 1885. Colección Guillermo Campion.

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Un momento de la inauguración de la muestra, con algunos de los coleccionistas expositores: Carlos Marcelo Mazza, Silvio Killian, Carlos Mazza, Abel Alexander (curador), Andrea Cuarterolo, Mirta Cuarterolo y Guillermo Campion, junto a Juan Travnik (director de la Fotogalería y cocurador). FOTO. CARLOS MARCELO MAZZA.

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Jorge D’Agostino, taxista de Siam Di Tella, del fotógrafo Francisco Mazza. Gelatina de plata. Circa 1960. Colección Delia Mazza.

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Coche de la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires. Foto de autor no identificado. Ca. 1940. Colección Cuarterolo.

+datos Antecedentes

El fotógrafo Abel Alexander (www.abelalexander.com.ar) preside la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía, es asesor fotográfico de la Fototeca de la Biblioteca Nacional, denominada Benito Panunzi, y también se desempeña en el diario Clarín en proyectos que tienen que ver con fotografías antiguas. En 2005, estuvo a cargo de una colección ofrecida gratuitamente por ese diario de la historia de la fotografía argentina.