La vida en verso

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Pedro Vázquez

Nació en San Bernardo, provincia de Santa Fe, en medio del campo, de libros y de historias. La poesía y la música son parte misma de este escritor comprometido con la palabra y la verdad.

Textos. Revista Nosotros. Foto. luis cetraro

De campo adentro. “Nací en el campo, en la localidad de San Bernardo, provincia de Santa Fe; a 35 km de Santiago del Estero y 90 km de Chaco, en el departamento 9 de Julio. Nací entre balidos de ovejas, de chivos, del relincho de caballos... o sea en el medio del campo. Debe ser que la poesía vino conmigo porque cuando yo tenía tres años, murió un hermano de cáncer, el tenía 15 años. Absorbí todo eso y me hice medio solitario. Mi vieja se impactó, se fue también con mi hermano un poco. Entonces yo cuando volvía de la escuela primaria, me iba detrás de mi casa donde había un curupí. Es un árbol que no tiene defensa por lo general suele nacer en la costa de los alambrados o cerca de las viviendas, los animales le quiebran los gajos y no tienen mucha vida. Entonces yo hablaba con el árbol, era su amigo, le contaba de mis tareas; una cosa media loca, de la infancia. Más tarde escribí el poema “Recuerdos del curupí”. Debe ser por eso que me hice amigo de los pájaros y empecé a cantarles”.

Historias alrededor del fuego. “Después me hice amigo de la guitarra y aprendí a tocarla solito en el galpón. Mi casa solía parecer un asilo de ancianos, porque mi papá era un tipo muy bueno, mi mamá también; entonces cuanta persona pobre andaba por ahí, terminaba ahí en casa. Llegaban también ancianos solitarios. Había una viejita que se llamaba Eleonor, era francesa o descendiente de franceses, con ella yo aprendí los cuentos de ‘Las mil y una noches’, los había adaptado a su vocabulario del campo y los contaba de noche, estábamos todos alrededor de ella. Después había un viejito que era esquilador, parecía un profesor de exclamación. Era de noche, en invierno, en el campo, un mechero a querosen, fuego, y un tipo que te hablaba con voz fuerte y te decía: ‘Yo lo ví, era el diablo!’. Se te erizaban los pelos, daba miedo; yo rezaba después porque no podía dormir. A partir de todo esto debe ser yo empecé a narrar. Escuché Atahualpa Yupanqui que me marcó a fuego, a Eduardo Falú, a Mercedes Sosa, a Alfredo Zitarrosa; fueron los primeros referentes que tuve. Me gustaban las letras de Armando Tejada Gómez, José Castilla o del mismo Yupanqui. En la escuela primaria un día la maestra me dijo ‘vos vas a ser un poeta’; y debe ser que me lo creí, porque empecé a escribir”.

Lo que vale la inspiración. “Yo soy un cantor de artes olvidadas nada más, como dijo Atahualpa alguna vez. Escribí 5000 versos en Villa Minetti y acá en Santa Fe nadie lo sabía. Hay gente que escribe más o menos, otros mejores. Lo que vale es la inspiración que tenés, nada más. Algunos serán Borges, algunos seremos poetas nada más pero lo que vale es la inspiración y las ganas de hacer algo. Hice la primaria en el campo, empecé la secundaria en el pueblo pero la tuve que interrumpir porque había problemas en mi casa y tenía que trabajar. Así que escribía versos cuando cuidaba a las cabras, en algún reparo donde daba el sol. Algunas cosas que escribí quedaron ahí porque las dejaba en huequitos del árbol. Eran poemas de amor, de cosas de mi familia, de mi lugar o sobre la gente que frecuentaba en casa. Una vez alguien acá en Santa Fe me hablaba de Julio Migno, un gran poeta de la isla, y yo le decía que nosotros en el norte escribimos otra cosa. No tenemos el mismo paisaje, allá ni siquiera río tenemos. Está el monte, las casas, la gente, el hombre que es un paisaje que anda”.

Inspiración. “Aprendí música de oído, también a escribir. He leído mucho. Uno a través de la lectura va aprendiendo, va puliendo el lenguaje, el castellano es tan rico. Uno con el tiempo, con la misma lectura va ampliando el vocabulario, hay poetas que te hacen aprender. Por eso es importante leer buenos escritores. Me gustaba sobretodo la literatura española, los poemas de Antonio Machado. Yo venía a Santa Fe a visitar parientes y me metía en las casas de libros usados, que eran muy baratos. Me llevaba a Miguel Hernández, Violeta Parra, Arthur Rimbaud, Gibrand. Me gustaba también la literatura gauchesca como el “Martín Fierro” o “La cautiva”. Después, todo lo que absorbí del folklore y el tango. Me gustaba mucho Alfredo Zitarrosa, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Enrique Cadícamo, Horacio Ferrer. Tocaba la guitarra y creaba, aprendí tres notas y compuse una zamba, con letra y melodía original, era algo que me salía del alma. Hice una chacarera que fue finalista del Pre Cosquín. Más adelante veíamos en el campo a Charly García, a Spinetta; y yo decía “estos están locos”, porque tiraban humo cuando tocaban y se vestían de forma estrafalaria. Pero cuando escuchaba las letras como ‘Muchacha ojos de papel’ y pensaba “este escribe bien, no es ningún gil, mirá lo que dice”. Yo prefería escuchar a Gardel que usaba saco, o Julio Sosa, o Ada Falcón,o Virginia Luque. Piazzola también me sonaba tan raro con esas disonancias y arreglos, pero siempre tuve la buena predisposición de poner el oído; cerraba los ojos cuando lo escuchaba y me imaginaba la ciudad de Buenos Aires, ahí me daba cuenta que era tango lo que hacía y me di cuenta que era un grande”.

Compromiso en la voz. “En Villa Minetti hay mucha soja, mucho glifosato, mucho veneno. Había mucho monte y lo han talado indiscriminadamente, no están dejando nada. Esto está cambiando la geografía del lugar y ya no hay buen aire, está todo envenenado. Y bueno, yo tenía un programa de radio que se llamaba “El andamio” y como a mi me duelen las injusticias y no soy de callarme, agarraba el micrófono y hablaba de estas cosas. Tuve serios problemas porque había gente muy pudiente a la que no le gustaba esto, personas que tuvieron ganancias muy grandes y no tomaron las medidas que corresponden para no causar daño. A mi no me afecta que alguien gane dinero, para mi es un derecho legítimo; pero que vos hagas algo que perjudica a los demás y tengas el dinero suficiente para aminorar esto y no lo hagas, me choca. Después abundaba el cáncer y cosas muy grosas. Con los versos pasó lo mismo, hubo gente que grababa mis temas y después no se animaba a tocarlos porque les creaba un compromiso. Así también tuve un montón de gente que se puso a favor mío y colaboró conmigo. Siento que fui la voz de muchos que no se animaban a hablar y de otros que no sabían cómo hacerlo. Por eso cuando el año pasado tuve un ACV, hubo cadenas de oración en el pueblo, creo que fue un poco porque me jugué. La verdad es como un conjuro, está ahí no se la puede negar”.

El genio del ángel

Cuando la faja rosada

comienza a envolver el cielo

cerrando su azul pañuelo

se va la tarde callada

y más la noche apresurada

monta en su oscuro corcel

y en estrépito tropel

deja la tierra sin luz

en remolino hecho cruz

centella sobre un jagüel.

Pedro Vázquez