Un acercamiento a la reina de la noche

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Las fases de la Luna, de izquierda a derecha: nueva, cuarto creciente, llena y cuarto menguante.

Se le atribuyen innumerables efectos, inspira a poetas y enamorados, es motivo de admiración de aficionados y de estudio de científicos. Pero, ¿sabemos cómo es la Luna? Desde esta edición, una serie de notas para empezar a conocer al único satélite de la Tierra.

TEXTOS. JORGE COGHLAN - CODE/LIADA ([email protected]). FOTOS. GENTILEZA CODE/LIADA

Tema antiguo y siempre nuevo es el relativo a la influencia de la Luna sobre la Tierra, y difícilmente se encontrará otro que, en ningún tiempo, haya suscitado tan encontrados pareceres como éste: no hay fenómeno natural que un día u otro no haya sido relacionado con nuestro satélite.

Con razón, pues, pudo escribir un autor que, entre las influencias de la Luna, la menos discutida sin duda es la que ejerce sobre la curiosidad humana.

SIGNIFICADO DEL NOMBRE LUNA

El nombre deriva del latín “luna”, contracción de “lucina”, una forma del verbo “brillar, iluminar”. Una alternativa a la denominación más conocida puede ser “Selene”, diosa lunar en la mitología griega.

Si consideramos la “vox populi” (voz del pueblo en latín), habríamos de decir que la Luna ejerce sobre la Tierra y sobre todos sus habitantes las influencias más extraordinarias. Pues, en efecto, según la opinión vulgar, los cambios de tiempo, los estados de la atmósfera, las plantas, los animales y el hombre estarían sometidos a las influencias lunares. La Luna ha entrado bajo las más variadas formas en el léxico popular, desde la “Luna de miel”, hasta la “Luna chamusca”. ¿Que hay de verdad sobre todas estas tradiciones?

Existe un refrán popular que dice “no hay regla sin excepción”. Según esto, de conformidad con la misma creencia popular, podría darse que muchas, si no todas, las acciones atribuidas a la Luna resultasen falsas. Colocándonos en un plano de moderación y teniendo presente aquello de que todos los extremos son malos, desde ahora podemos decir a priori que no todo lo atribuido a la Luna puede ser cierto, como tampoco que todo sea falso. El examen atento de todo cuanto a este propósito nos ha sido posible recoger y que constituye el tema de una sucesión de artículos que seguirán a éste, nos dirá si nos hemos colocado en el debido lugar.

La tarea no es fácil, pues, si bien se ha escrito muchísimo, mejor dicho, demasiado, sobre las influencias lunares, no nos ha sido posible encontrar reunido en ninguna parte, formando por así decirlo “un cuerpo de doctrina”, el caudal inmenso de datos esparcidos por las más variadas publicaciones.

Pero antes de entrar en el análisis directo sobre las influencias sí o no de la Luna, vamos a introducirnos en los aspectos de la misma, que son necesarios conocer antes que todo lo demás.

DATOS GENERALES

Como en esta serie de artículos trataremos de explicar las influencias físicas y biológicas de la Luna sobre la Tierra, conviene ante todo tener idea exacta de las condiciones físicas de este astro.

La Luna es llamada por antonomasia el astro de la noche, aunque si observamos detenidamente veremos que la Luna está tanto de noche como de día. Unas veces se presenta apenas iluminada, luego como medio círculo luminoso y otras veces como un disco completo, que además del movimiento general diurno de los astros debido a la rotación de la Tierra, parece como si corriera en el cielo nocturno por entre las estrellas, a causa de su movimiento de traslación alrededor de la Tierra: basta observarla por espacio de algunas horas para comprobar este corrimiento con respecto a las estrellas.

La Luna es el único satélite de la Tierra. No faltan personas que, al enterarse de que otros planetas poseen numerosos satélites, por ejemplo Júpiter con 67 y Saturno con 62, lamenten que la Tierra no tenga otros tantos. Sin embargo, debieran alegrarse de que así sea; pues, de los contrario si tuviéramos muchas lunas se complicaría la observación del cielo, hasta posiblemente no tendríamos noches en la Tierra.

Efectivamente, la presencia de la Luna sobre el horizonte nocturno por su luminosidad, especialmente cuando es Luna llena, impide ver las nebulosas y las estrellas más tenues. Ahora bien, si la Tierra contase con varias lunas, todas las noches el cielo nocturno quedaría profusamente iluminado por los fulgores de algunas de esas lunas y, por consiguiente, nos sería imposible darnos cuenta de esos inmensos mundos estelares, de los que sólo nos llegan tenuísimos rayos de luz.

La Luna gira en torno de la Tierra, así como ésta gira en torno del Sol; pero con periodicidad diferente, describiendo una elipse muy poco alargada y algo inclinada con respecto a la eclíptica. Su distancia a la Tierra es de unos 60 radios terrestres (384.380 kilómetros), con un máximo de apogeo de 405.500 kilómetros y un mínimo en el perigeo de 363.280 kilómetros. Su diámetro es 0,273 con respecto al de la Tierra, o sea, de 3.480 kilómetros; se necesitarían cuatro globos como la Luna para formar un globo de las dimensiones de la Tierra. La masa de la Luna es tan pequeña que se necesitarían 81 lunas para tener un peso igual al de la Tierra. La gravedad en la superficie lunar es sólo un sexto de la gravedad terrestre, por consiguiente, una persona que en la Tierra pesase 60 kilogramos, en la Luna pesaría sólo 10 kilogramos.

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Noche de Luna llena brillando en un hueco entre las nubes.

“Si tuviéramos muchas lunas se complicaría la observación del cielo, hasta posiblemente no tendríamos noches en la Tierra”.