Revoluciones eran las de antes

Revoluciones eran las de antes
 

Por esas cosas del destino, se me ocurrió volver a un gimnasio. Ahora está la modalidad de pase libre: por unos pocos pesos más, vos podés hacer distintas actividades, una especie de buffet froid de gimnasia. Por supuesto, uno picotea primero de lo conocido. Pero en algún momento caí en una clase de RPM. ¡La cantidad de revoluciones que uno hace por minuto!

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Y como llegué con la clase recién empezada, todos ya volaban sobre sus bicis fijas. Tuve dos sensaciones encontradas -tan encontradas que chocaron con mi devaluado físico pre cincuenta y pre cien, si nos atenemos a edad y peso respectivamente-: la primera es que esa gente va muy rápido y la segunda es que esa gente es muy joven.

Me recibió una profe entusiasta, que sin parar de arengar a la tropa completa, se presentó, me regaló un chocolate por la semana de la dulzura y me invitó a sumarme ¡dale, dale! al grupo. Empiezo a cavilar significados para RPM: Realmente Ponete en Marcha.

Yo supe que caí en una trampa. Lo supe de inmediato y si no, si no fuera perspicaz, igual me hubiese enterado medio minuto más tarde, cuando a los gritos -un sargento de marines, pero con onda- pidió que subamos la palanquita que frena la rueda de la bici y te invita amablemente a trepar, a escalar, a darle duro. Repitamadre me dije para mí, mientras veía que a mi alrededor las pibas volaban sin aparente esfuerzo.

Uno está como encarcelado arriba de esa cosa fija que tiene presillas para tus pies, y encima movimiento continuo. Además, ya campea una cosa de orgullo no sólo herido sino mancillado, pasado por arriba, pisoteado. Sabés que no vas a poder mantener ni ese ni ningún otro ritmo, pero estás ahí por la próxima hora. Me doy cuenta de que RPM son las siglas de Ratifico Preparación Mínima.

Ya está, ya estoy acá, ya voy tratando de adaptar lo inadaptable: ahí están todos en el mismo trabajo y queda mal transformarse en un talle discontinuo. Empiezo a transpirar primero y a sudar enseguida, tengo cierto malestar estomacal, repaso mentalmente lo que ingerí y juro que si hay segunda vez, vengo sólo con dos tragos de agua encima. RPM: Repito Pata y Muslo.

Van cambiando las canciones que inspiran a la tropa y a su conductora a trepar, bajar, subir, mantener, dale, dale, no aflojes y el ya se termina no se termina nunca. Yo no sé por dónde están yendo en bicicleta pero se me figuran Los Alpes, el cruce a Chile, los Montes Urales y Las Rocallosas. Anoto mentalmente desvarío: “RPM: Ruta Por Montaña”.

Esta gente no sólo no se cansa, no sólo no sufre, no sólo no resiente los gritos, los ayes y arengas, sino que parece disfrutar de la situación, la sesión de tortura colectiva, el masoquismo en su máxima expresión.

Me pregunta, la profe, si estoy bien. No sé mentir: “No”, le digo. Me sugiere, inclusiva, que baje la carga, la palanquita esa que hace más pesada la bici. Pero más abajo ya no la puedo poner, mis pies bajan y suben solos, de a ratos quiero treparme a la bici.

La única carga que quiero bajar es la de la busarda y la de la culpa incipiente por alguna comida excedida en calorías -se me pasa enseguida, no se preocupen: más bien invítenme a una bagna cauda o un asado con mollejas para vencer ese pequeño trauma instalado en mí-, pero la profe tiene todo un grupo al que comanda con sabio ritmo.

Yo estoy ahí, pero ya me bajé de cualquier pretensión. Sólo dejo que pasen los minutos que no pasan. RPM: Ritmo Pobre y Modesto; Realmente Podrido y Molesto; Ridículamente Pesado y Mareado; Resolví Parar Momentáneamente, RPM, RPM, RPM...

Canchera, la profe me dice que me espera la próxima clase: Rescindí Por Machismo; Rescátenme Para Misa; Rascame Pantorrila y Metatarso (Reniego Poder Moverme) y -sobre todo- Recuérdenme Post Mortem. Terminó la clase, la RPM que lo tiró.