Historias escritas sobre el ring

Miguel Ángel Cuello, el “Rompehuesos de Elortondo”

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Entre los rivales que tuvo Miguel Ángel Cuello en Argentina, se puede mencionar al santafesino Roberto “Cara de Vaca” Aguilar, otro conocido pupilo de Amílcar Brusa.

Por Sergio Ferrer

 

El de Miguel Angel Cuello es un caso parecido al de Néstor “Tito” Giovannini. Si bien no es ignorado por completo, de los campeones del mundo de la provincia de Santa Fe podría asegurarse que es uno de los menos nombrados o recordados.

Le decían “Cuellito” o “Lita”, un sobrenombre muy relacionado con su entorno familiar y su arraigo pueblerino. Nacido en Elortondo el 27 de febrero de 1946, Cuello murió muy joven, en el año 1999, más precisamente el Día del Boxeador, el 14 de septiembre, lejos, muy lejos del barullo “grande” del boxeo. Vivió gran parte de su vida en Venado Tuerto. Muchos creen que es oriundo de dicha localidad, pero esto no es así.

Allí realizó algunas de sus peleas como profesional (terreno en el que debutó el 25 de julio de 1973), como la que sostuvo el 13 de junio de 1975 contra el buen valor santafesino Roberto “Cara de Vaca” Aguilar, otro de los conocidos pupilos de Amílcar Brusa. Esa noche, Cuello (a quien el “Grandote” dirigiría más adelante), noqueó a su digno oponente en el tercer asalto, resultado que no debe sorprender porque pelearon tres veces entre sí, con amplio dominio del “Lita”, quien se adueñó de todos los episodios de este duelo criollo.

Fisura de costillas

Con apenas un puñado de combates rentados, 22 para ser exactos, la trayectoria de Miguel llama a la atención de propios y extraños, en especial porque pegaba durísimo (19 de sus 21 victorias fueron por la vía categórica) y porque era muy fuerte, compacto y consistente como una roca. Potente, de secos impactos, retacón, un verdadero “tractor” del ring.

Por estas últimas virtudes, creemos que a Miguel tendrían que haberlo llamado “El Rompehuesos”, ya que en determinadas ocasiones hizo mucho daño en los intercostales de sus adversarios. De hecho, al estadounidense Jesse Burnett, por citar un ejemplo, le fisuró un par de costillas y lo mandó al hospital.

Su rival, un negro espigado y de buena “esgrima”, había empezado bastante mejor la refriega y lo estaba complicando, pero a un alto precio, ya que Cuello de a poco fue mellando su resistencia, hasta ponerlo nocáut en el noveno round.

Fue el 21 de mayo de 1977, en el estadio Louis II de Montecarlo (Mónaco), en disputa del vacante cetro mediopesado (79,378 kilogramos) del Consejo Mundial de Boxeo, sitial que estaba sin dueño a raíz del circunstancial retiro del afamado británico John Conteh.

Dentro del panorama de campeones mundiales argentinos Cuello fue como un “soplo de viento”. No obstante ello, tuvo sus méritos como pegador (su porcentaje de nocáuts aún hoy es difícil de alcanzar) y pudo desempeñar un rol aceptable, al margen del flojo papel cumplido en lo que fue su única derrota rentada, la que fue realmente desastrosa, no por la golpiza que recibió, sino por la que evitó recibir, “tirándose”. O mejor dicho, dejándose caer aparatosamente, porque no daba más.

Revisión histórica

Después de consagrarse frente a Burnett, Cuello tardó una eternidad en volver a Europa. Cuando lo hizo estaba muy fuera de forma. Ocurrió en Milán, el 7 de enero de 1978 contra el zurdo y hábil croata Mate Parlov. Mal entrenado, cayó por toda la cuenta en el noveno y dejó una pésima imagen, a tal punto que luego le pediría perdón a Brusa, que estuvo en su rincón.

En algunas notas que aparecen en Internet sobre Cuello se manifiesta que Brusa no estuvo en su esquina el día del combate con Parlov enojado por la falta de seriedad de Miguel- y que solamente subió quien lo entrenaba regularmente, José Batista.

Eso es totalmente falso. Lo aseguramos por dos motivos. Primero, porque tenemos declaraciones de Brusa que así lo corroboran. Segundo, lo confirmamos recientemente con Rufino Cabrera, que combatió en las dos veladas en las que Cuello fue mundialista, la de Montecarlo y la de Milán, que en definitiva fue su performance del adiós.

El “Lita” se dio el gusto también de ser campeón argentino de las 175 libras cuando serlo significaba deportivamente algo- pero no lo fue a nivel sudamericano, como anotamos erróneamente alguna vez. Cuando estaba a un paso de intentarlo, su mánager Osvaldo Nogueira lo vinculó con Umberto Branchini y lo llevó al viejo continente.

En Argentina hubiera seguido eclipsado por la grandeza de Víctor Galíndez (rey mediopesado de la Asociación Mundial de Boxeo) y el trato selectivo del Luna Park, que cuidaba a sus figuras más rentables y raleaba al resto.

Nogueira no se equivocó. Las mejores actuaciones de su campaña Cuello las concretaría entre 1975 y 1976 en Alemania, Francia e Italia, “anestesiando” a rivales como Charles Freeman, Phil Matthews, Ray Anderson, Mario Almanzo, Wayne McGee y Kurt Luedecke.

Ese fue su tope. Luego sobrevinieron las comentadas actuaciones contra Burnett y Parlov.


“Me pidió perdón llorando...”

“Sí, es cierto, con Cuello me enojé y mucho, porque cuando tuvo que defender el título que tanto le había costado ganar hizo todo al revés y lo terminó regalando, de la forma más sonsa que puede existir”, supo expresar Amílcar Brusa, allá por 1992, al opinar sobre el que había sido su segundo campeón mundial (el primero fue Carlos Monzón).

“Recuerdo que en el vestuario se me acercó y se puso a llorar, a pedirme perdón; a decirme que me había fallado. Yo le dije: vamos hombre, no llore, lo hecho, hecho está; más que fallarme a mí, se falló a sí mismo; se perjudicó usted solo”, eran las palabras con las que cerraba el veterano maestro aquel comentario.

Brusa sabía que el ganador de la pelea tenía chances de combatir con John Conteh, aquel que había dejado el cetro vacante para que lo disputaran Miguel Angel Cuello y Jesse Burnett. Evidentemente, don Amílcar vislumbraba la gran oportunidad económica que estaba dejando pasar el púgil de Elortondo, ya que apenas unos meses más tarde Mate Parlov expuso la corona ante Conteh en Belgrado -por entonces capital de la Yugoslavia del mariscal Josip Broz, mucho más conocido como Tito-, presentación por la que percibió 612.500 dólares, una verdadera fortuna, reunida por un grupo de promotores británicos ligados a la campaña del ex monarca.