EDITORIAL

Un ministro Peter Pan

Se supone que las preocupaciones institucionales de un ministro de Educación en un país normal deberían ser las de mejorar la calidad educativa en términos de mayor inclusión social y óptimo rendimiento intelectual. Es lo que se supone, porque nuestro actual ministro de educación, Alberto Sileoni, parece estar más interesado en apoyar a los adolescentes que tomaron durante varios días los colegios Nacional y Pellegrini de la ciudad de Buenos Aires para reclamar la concesión de un bar y de una fotocopiadora.

 

Siempre se supuso que había profesores o padres Peter Pan; es decir, que se rehúsan a crecer y asumir su adultez. Ahora descubrimos que hay un ministro Peter Pan, llamado Sileoni. Ocurre que lo que debería haberse evaluado no como un acto de rebelión, sino como una lastimosa manifestación de inmadurez, ha sido convalidado por la máxima autoridad de la educación nacional, quien ha calificado como “cocina de la participación democrática” a un reclamo que da verguenza ajena. Que los adolescentes se dejen dominar por ciertas pulsiones transgresoras o realicen ejercicios de militancia es previsible, lo que resulta insólito es que el ministro les exprese su apoyo con argumentos de compinche, propios de un adulto inmaduro o de un demagogo que busca el aplauso fácil de la muchachada.

En rigor, algunos antecedentes del ministro permiten inferir que sus palabras más que inmaduras pueden ser intencionales. O las dos cosas. No es la primera vez que las actuales autoridades fogonean conflictos estudiantiles para ganar posiciones de poder o desplazar a autoridades que no comparten del todo sus puntos de vista o han perdido el favor oficial.

A mediados del año, un informe del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), dejó a la vista que el nivel de rendimiento de Argentina está por detrás de Uruguay, Chile, Brasil y México. Según un estudio de la Organización y Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), estamos últimos en la lista de buen comportamiento y en el nivel de comprensión de textos las deficiencias se han acentuado.

Estos datos interpelan con dureza al ministro Sileoni, quien de seguro dirá que esos resultados han sido manipulados para atacar a la Argentina. Entre tanto, las evaluaciones de UNESCO expresan que el 43 por ciento de los educandos no concluyen el ciclo de enseñanza media en el plazo establecido y sólo la mitad de los inscriptos llega hasta el final del programa de estudios.

El ministro emplea con recurrencia la palabra ‘lucha‘, un término que bien podría compartirse en materia educativa aunque con otra connotación: la que promueve luchar sin cuartel contra la ignorancia y la decadencia educativa, una lucha que debe incluir a docentes, funcionarios y alumnos. Pero lamentablemente no parecen ser estos los objetivos del ministro. Para él resulta más fácil identificar el vocablo ‘lucha‘ con la toma de colegios por razones pueriles que trabajar con esfuerzo en la mejora constante de la calidad educativa de nuestro país.