Tribuna de opinión

Río+20: ¿Desarrollo sustentable con

equidad social o capitalismo verde?

Alberto López Calderón, Claudio Passalia, Julio Lozeco y Martín Tarragona (*)

En 1992 los países del mundo se reunieron en Río de Janeiro para discutir temas relacionados con el medio ambiente y su degradación; después de 20 años, en Río+20 (Junio 2012), volvieron a reunirse, aunque en un contexto internacional muy diferente al de los 90, a la par que agravado en lo ambiental a nivel global.

En Rio 92 se consensuó el paradigma del Desarrollo Sustentable, entendido como un proceso que incluye crecimiento económico con eficiencia, equidad social y preservación ecológica, elementos no sustituibles entre sí. No fue un fracaso, al menos en lo intencional, ya que instaló el tema a nivel global, así como importantes conceptos y elementos para marchar hacia un futuro sustentable de las sociedades humanas y los ecosistemas.

El encuentro de Rio +20 intentó alinear sus objetivos y herramientas de acción con los propósitos de Desarrollo del Milenio de la ONU; entre ellos, la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, la enseñanza primaria universal, y la protección del medio ambiente.

El reporte “Río+20”, puesto a consideración de más de 150 mandatarios del mundo en junio pasado, centra sus argumentos en una perspectiva muy económica y poco clara en lo social, que busca invertir el 2% del PIB mundial (alrededor de 1,3 mil millones de dólares) en “enverdecer” 10 sectores fundamentales de la economía; entre ellos, energías renovables, creación de cientos de millones de empleos, acceso al agua potable (según el mismo reporte, en la actualidad casi 900 millones de personas en el mundo carecen de acceso a este bien esencial), vida urbana más sustentable, reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, etc.

La “Economía Verde” según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), es una economía orientada a mejorar el bienestar humano y la equidad social, y reducir significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas. Los fondos serían usados para orientar el desarrollo y los flujos de capital público y privado hacia actividades que apunten a las metas arriba señaladas. La Economía Verde pretende ser una forma operativa para alcanzar el paradigma del desarrollo sustentable a nivel global, regional y nacional.

El siglo XX se caracterizó por un acelerado crecimiento y desarrollo de la técnica, la industria y la población humana; este crecimiento no fue ni geográfica ni socialmente homogéneo. El estilo consumista y despilfarrador de ciertas sociedades produjo una alta presión sobre las bases sociales y ecológicas, traduciéndose en desigualdad, pobreza, desnutrición y mortalidad junto con el deterioro de la calidad ambiental, la disminución de stocks ambientales y la pérdida de biodiversidad.

El concepto de Desarrollo Sustentable

En la década de los 80 surge el concepto de Desarrollo Sustentable. Este aparece como una mirada superadora que incorpora criterios de equidad social y preservación del medio natural. Plantea que los alcances del crecimiento económico deberían acompañarse de mejoras sustanciales en la distribución de los ingresos, mejoras en el bienestar de la población y puesta en práctica de acciones compatibles con el ambiente. “Es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Informe Brüntland, 1987); esto es, la satisfacción de las necesidades humanas. Así, la superación de la pobreza se vuelve condición indispensable para el desarrollo sustentable, pero siempre teniendo en cuenta que las mejoras en la calidad de vida humana, no deben rebasar el potencial de los ecosistemas que la sustentan.

Pero, hasta ahora, y en lo cotidiano, la implementación del Desarrollo Sustentable, soslaya la racionalidad dominante en el sistema capitalista, la ganancia, en cuanto proceso de desarrollo hegemónico.

Así, en la actualidad se enfrentan el crecimiento económico indiscriminado y el consumo irracional en el mundo desarrollado, frente al empobrecimiento global con consecuencias ecológicas en los países más pobres, implicando sectores de pobreza y de infraconsumo que aspiran, influenciados por la propaganda mediática, al exceso de consumo o consumismo.

También debemos resaltar que la noción de “subdesarrollo” entraña una concepción peyorativa para aquellas sociedades en las que existen culturas tradicionales -e incluso arcaicas- que comportan saberes, conocimientos prácticos y artes de vivir que se mantienen intactas de generación en generación.

Si bien es importante el debate internacional dado en Río +20, no es posible soslayar que la concepción de “Economía Verde” de las sociedades altamente desarrolladas, se basa en la conservación a ultranza de este orden socioeconómico que los hace privilegiados; los lleva a quedarse con todo, pero cuidando de no agotarlo en forma definitiva.

Las sociedades ricas, tras siglos de “gastar” la naturaleza, consiguieron armar sistemas sociales y productivos donde ya no la explotan directamente, sino que fabrican mercaderías más sofisticadas, con mayor valor agregado, que venden caras para comprar productos de la tierra baratos, que los producen quienes todavía tienen que permanecer atados a la tierra y gastarla con su uso.

Sabemos que la tierra se deteriora con el uso, y que hay campesinos (casi 1.300 millones, según el mismo reporte), que deben exigirla para sobrevivir. Pero también sabemos que el producto de ese esfuerzo luego queda en manos de unos pocos, que además, tienen tiempo para preocuparse por esa naturaleza sobreexigida, usarla para su recreación, gastar dinero en su conservación; en síntesis, actuar haciendo como que “pagan” sus deudas sociales.

El colapso ecológico y el cambio climático son presentados como una responsabilidad común de la humanidad; todos somos culpables; pero la generalización de la culpa lleva a su disolución.

Si volviéramos a ser una economía de provisión de las necesidades básicas, y dejáramos de lado el consumismo, el despilfarro sin límites, que es lo que sustenta al sistema económico globalizado, seguramente reduciríamos sustantivamente muchas amenazas ambientales, aún el calentamiento global.

Pero sabemos que el hombre no se impresiona fácilmente ante las previsiones científicas; seguramente será mucha la gente que va a morir de hambre y de enfermedades evitables, en los próximos 20, 30 o 50 años, antes de que el cambio climático empiece a tener efectos irreversibles, de manera que siempre se puede esperar a ver si eso llega.

Conclusiones e interrogantes

La reunión realizada este año en Río de Janeiro ofrece las siguientes conclusiones y plantea los interrogantes que a continuación se detallan:

1) Si se persigue un “desarrollo sustentable” con equidad social, van a ser las sociedades ricas las que más van a tener que resignar y ceder; ¿lo harán.?

2) Las nuevas y necesarias tecnologías que requerirá una Economía Verde, ¿motivarán a las empresas privadas, que buscan siempre la rentabilidad inmediata, a invertir en ellas?.

3) Si queremos “desarrollo sustentable”, sobre todo los que tenemos ingresos suficientes para una vida con bienestar, deberemos modificar necesariamente nuestras pautas culturales del actual consumismo.

4) Las relaciones entre el “Sur” y el “Norte”, es decir, entre “subdesarrollo” y “desarrollo”, deben transitar hacia la equidad; esto es, un mundo de relaciones comerciales y de todo tipo, más justas.

5) La crisis financiera internacional, la fuerte dependencia de los países “en desarrollo” de sus exportaciones de bienes “primarios” (productos del agro, petróleo, etc.), determina que cada país, sobre todo los más pobres, deban tener un desarrollo más “endógeno”, con menor dependencia.

6) La superación de la pobreza requerirá en simultáneo encontrar los “límites al crecimiento económico” y al consumismo sin freno.

7) Sin temor a dudas, el documento final de “Río+20”, suscripto por la gran mayoría de los mandatarios del mundo, resultó algo “lavado” y light, no contemplando la actual crisis financiera internacional, que hará muy difícil el camino al Desarrollo Sustentable, tanto en lo social como en lo ambiental.

8) La Cumbre de “Río+20” no dio ningún paso hacia una nueva racionalidad económica; se siguió centrando en los dos pilares del capitalismo: “ganancia” y “ consumo”, sin avanzar hacia una economía más justa.

9) En Río+20, alguno de los autores de estas notas, pudo observar que muchas pequeñas comunidades, pueblos originarios, pequeños agricultores, ONGs, están marchando adelante de los propios gobiernos de sus países en la conciliación del desarrollo, el ambiente y la equidad social.

Es probable que algún lejano día lleguemos a una humanidad más justa con sus propios integrantes y amigable con su ambiente. Mientras tanto, organicemos “cumbres”.

(*) El Ing. Agr. Alberto López Calderón es presidente de la Asociación Argentino-Uruguaya de Economía Ecológica-ASAUEE y titular de la cátedra de Economía Ecológica en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que también integran Passalia (docente), Lozeco y Tarragona (pasantes adscriptos).