Demócratas y republicanos en la mira

Otra muerte y un debate interminable

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El Empire State, edificio emblemático de Nueva York, fue escenario de uno de los tantos episodios violentos que conmovieron a Estados Unidos en los últimos 60 días.

Foto: Agencia EFE

La facilidad con que los estadounidenses acceden a las armas sigue en el centro de la discusión después del reciente episodio ocurrido en Nueva York. Desde el 20 de julio, 20 personas murieron y 64 resultaron heridas en distintas masacres.

 

Por Pat Reber

Agencia DPA

Un trabajador descontento asesinó a un ex compañero frente al emblemático edificio Empire State de Nueva York, en un ataque que generó un intenso tiroteo por parte de la policía y que volvió a encender el debate en Estados Unidos sobre la posesión de armas.

Nueve personas resultaron heridas en la persecución del sospechoso, Jeffrey Johnson, a quien finalmente la policía abatió. Johnson llevaba una pistola calibre .45 de fabricación española.

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, admitió que algunos de los heridos pudieron ser víctima de balas perdidas de la policía, pero destacó que en ninguno de los casos hay riesgo de muerte. La policía disparó 16 tiros contra Johnson, quien a su vez habría disparado su arma seis veces, según The New York Times.

El enfrentamiento causó conmoción a los estadounidenses en las abarrotadas calles del Midtown cuando se dirigían a sus trabajos a las 9 de la mañana. Los testigos señalaron que los peatones salieron corriendo en todas direcciones derramando sus tazas de café cuando comenzó el tiroteo.

Muy cerca de lugar una larga cola de turistas esperaba para comprar las entradas a una de las mayores atracciones de Nueva York, el edificio Empire State, desde cuya terraza en el piso 86 se tiene una vista de toda la Gran Manzana.

Bloomberg y el comisionado de policía de la ciudad, Raymond Kelly, elogiaron la rápida reacción de un trabajador de la construcción que se dio cuenta de lo que pasaba cuando Johnson huía y avisó a las autoridades, lo que según sus palabras evitó una situación “aún más trágica”.

Una discusión inconclusa

La violencia desatada en pleno corazón de Nueva York generó una nueva ronda de debate sobre la facilidad con la que se consiguen las armas en Estados Unidos. Desde el 20 de julio han sido asesinadas 18 personas en masacres cometidas por hombres al parecer furiosos en una sala de cine de Colorado y un templo sij de Wisconsin. A su vez, 64 personas resultaron heridas.

Todas las armas de estos ataques, incluida la del viernes en Nueva York, habían sido compradas de forma legal.

El candidato republicano a la Presidencia, Mitt Romney, celebró la rápida actuación de la policía. “Nuestros corazones se conmueven hoy por las personas cuyo corazón sé que sufre”, declaró.

Pero Bloomberg, un independiente que aboga desde hace años por un mayor control de las armas, es un duro crítico tanto de republicanos como de demócratas en este tema, y censura a Romney y al presidente Barack Obama por su silencio al respecto en la campaña electoral.

El viernes por la mañana, justo antes del tiroteo, Bloomberg había hablado del tema en su discurso semanal por radio. Por una parte reconoció que es cierto el argumento del lobby pro-armas de que hace falta una persona para pulsar el gatillo, pero por otro destacó que Estados Unidos es “el único país desarrollado del mundo con este problema” de las masacres indiscriminadas.

Más tarde, el alcalde recordó que Nueva York es una de las ciudades del país con un menor índice de delincuencia, pero añadió: “No somos inmunes al problema nacional de la violencia de las armas”.

El atacante de Nueva York era un diseñador de ropa que había sido despedido hace un año por la empresa Hazen Imports. Él y su víctima, identificado como Steve Ercolino, de 41 años, se habían demandado el año pasado mutuamente por acoso.

Una mujer que iba caminando junto a Ercolino cuando éste murió conocía a ambos hombres. Relató cómo vio a Johnson sacar un arma de su chaqueta. “Pensé, ‘dios mío, va a matarlo’ y quise darme vuelta y empujar a Steve fuera de su camino”, relató Irene Timan, de 35 años, al The New York Times. “Steve gritó, Jeff le disparó y yo me di vuelta y salí corriendo”.