EN LO QUE VA DE 2012 YA MURIERON 65 PERSONAS

Una de cada cuatro víctimas de

homicidio tenía menos de 20 años

En los crímenes cometidos en La Capital hay un alto grado de participación de jóvenes que resuelven sus conflictos a los tiros. Especialistas advierten sobre la falta de políticas de Estado que cubran las necesidades básicas de niños y adolescentes.

 

Salomé Crespo

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En lo que va de 2012, se cometieron en el departamento La Capital 65 homicidios. Al analizar los casos, hay dos datos que llaman la atención: 41 fueron consumados con armas de fuego y casi la mitad de las víctimas eran personas jóvenes: 16 tenían entre 35 y 21 años y 17 menos de 20 años.

Las cifras surgen de un relevamiento realizado con las notas publicadas en El Litoral. Para elaborar el informe este medio solicitó los datos a la dirección de Investigaciones de Análisis Criminal de la provincia pero los negaron esgrimiendo que “era información sensible que no consideraban oportuno hacer pública por respeto a los familiares de las víctimas”.

En las estadísticas resultó tristemente célebre el caso de Exequiel Nicolás Ojeda, la víctima más joven de este año: con tan solo 13 años recibió un impacto de bala a la altura de la axila cuando estaba en su casa del barrio Chaqueño. También la muerte de Priscila Soria de 16 años, la mujer más joven entre las 65 víctimas que falleció este año por dos balazos. Estaba junto a un joven de 18 en una vivienda de Monseñor Zazpe al 4100 en barrio Santa Lucía cuando varios individuos irrumpieron a los tiros en el interior de la casa. En abril de este año, también falleció Sandra Guadalupe Pelozo, de 24 años, embarazada de 7 meses. Desde un auto abrieron fuego hacia donde ella se encontraba en Santiago de Chile al 8000; su bebé se salvó.

La gran mayoría de los enfrentamientos con armas de fuego, y las muertes, se producen por discusiones personales, por venganzas entre bandas dedicadas a delinquir o por quedar en el fuego cruzado entre fracciones.

Los números de la taquilla de homicidios que ocurrieron el año pasado no son muy diferentes a los del presente y evidencian el alto grado de violencia que se vive en algunos barrios, la facilidad para conseguir armas de fuego y la consecuente resolución de conflictos a los tiros. En 2011 se contabilizaron 75 homicidios, 53 se cometieron con armas de fuegos, 24 fallecidos tenían entre 35 y 21 años y 19 tenían menos de 20. Marcos Benítez fue la víctima más joven: tenía 10 años cuando fue acribillado en la vereda de su casa en zona del Arenal al quedar en el fuego cruzado de bandas. Una bala que no era para él le atravesó el pecho.

El año pasado también fue asesinado en la zona de La Boca en el distrito costero de Alto Verde, Nicolás Meza, de 11 años, un niño al que ejecutaron a quemarropa luego de haber participado en el robo de una play-station y una cafetera. Por el caso, la justicia procesó a un hombre de 32 años.

No es un juego de niños

Los años que lleva la doctora Ana María Elvira a cargo del Juzgado de Menores Nº 2 le dieron la experiencia y las palabras precisas para responder las preguntas de las que partió la entrevista que le otorgó a El Litoral: ¿Cómo un niño de 13 años termina muerto de un balazo? ¿Cómo un adolescente tiene a los 16 años una carrera delictiva suficiente como para que le juren una bala?

Elvira también maneja números. Según dijo, en el año 1989 llegaba al juzgado un homicidio cada cuatro años, cifra que se modificó exponencialmente entre 2011 y 2012: el promedio actual es de 4 homicidios por mes en cada juzgado. Los casos que llegan al juzgado Nº 1 y Nº 2 (están de turno un mes cada uno) son los que involucran a menores de 16 a 18 años que cometieron delitos que conllevan más de dos años de pena. “Un hurto o una lesión leve no entra”, aclara Elvira.

Antes de contestar, se aferra a los libros que la rodean. “Yo aplico la ley, tenemos leyes ideales pero virtuales”, dispara prendida de un ejemplar ajado del Código Penal. En la legislación nacional y en las normas provinciales no está contemplado el proceso penal para menores de 16 años que cometen un delito sino un proceso tutelar. Tampoco está permitido dejarlos detenidos por el amparo de la ley de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (la Nº 26.061) y la provincial de Protección y Promoción Integral de los Derechos Niñas, Niños y Adolescentes (la Nº 12.967). En cambio, debe intervenir la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia que se ocupa de velar por los derechos de los niños, es decir, hasta los 18 años según la ley.

 

/// ALGUNOS HECHOS

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Exequiel Ojeda. Tras la muerte del niño de 13 años en el barrio Chaqueño, la policía realizó allanamientos y secuestró lo que podría ser cocaína cuando buscaba a una persona que estaría vinculada con el hecho.Foto: Danilo Chiapello

 

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Sandra Pelozo. Estaba embarazada de siete meses cuando recibió los disparos que le quitaron la vida. Tenía 24 años cuando desde un auto abrieron fuego hacia donde ella se encontraba en Santiago de Chile al 8000; su bebé se salvó. Foto: Archivo El Litoral

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Nicolás Meza. Había participado en el robo de una play station, un preciado juego para niños y después lo mataron de un disparo en Alto Verde. Tenía 11 años. En los reclamos de justicia, también participaron niños. Foto: Nicolás Meza

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Marcos Benítez. El niño de 10 años es la víctima más joven en mucho tiempo. Fue acribillado en la vereda de su casa en zona del Arenal al quedar en el fuego cruzado de bandas. Una bala que no era para él le atravesó el pecho. Foto: Archivo El Litoral

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Priscila Soria. La adolescente de 16 años es la mujer más joven que falleció este año por disparos. Hubo marchas pidiendo justicia y vecinos del barrio Santa Lucía incendiaron 5 viviendas relacionadas con un sujeto que estaría vinculado con el asesinato. Foto: Guillermo Di Salvatore

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Lucas Ramírez. Se crió en barrio San Lorenzo y en uno de los pasillos encontró la muerte a los 16 años. Lo ejecutaron dos sujetos desde una moto en lo que sería una venganza entre bandas. La modalidad es muy frecuente. Foto: Mauricio Garín

Los que llegan al Cullen

En la guardia del hospital José María Cullen ingresan buena parte de los heridos con armas de fuego. A veces arriban al nosocomio en autos particulares o en ambulancias con acompañamiento policial.

Aunque en pocas oportunidades los profesionales que trabajan en la emergencia logran conocer las circunstancias en las que el paciente fue herido, la guardia no deja de ser uno de los lugares donde se refleja la violencia. La demanda de atención en la urgencia hace que en oportunidades se resientan otros servicios del hospital.

“Para nosotros es un paciente más gravemente herido que necesita la atención inmediata y adecuada para garantizar la posibilidad de sobrevida. Hace aproximadamente 10 años que es notable la cantidad de ingresos que involucran a personas muy jóvenes”, asegura el doctor Horacio Locatelli, jefe del Servicio de Guardia y Urgencia del hospital.

Así como los casos aumentan, también crece el riesgo al momento en que los médicos toman contacto con el paciente que muchas veces llega armado hasta el mismo shock room. Locatelli comentó que ha ocurrido que cuando estaban desvistiendo a un baleado para atenderlo “se les cae un arma de entre la ropa”.

“El problema lo vamos a tener el día que se dispare”, dijo el médico de urgencias que además contó que hubo episodios en los que bandas enemigas se encontraron en los pasillos del hospital y terminaron una disputa dentro de la misma guardia,que si bien no fue a los tiros, sí mostraron armas de fuego.

El sector de emergencias del hospital cuenta con custodia policial.

 

200 armas de fuego

se entregaron a cambio de dinero en el puesto móvil del Registro Nacional de Armas y Explosivos (Renar) durante una semana que estuvo en la ciudad de Santa Fe. La campaña organizada por la dirección de Planificación y Evaluación del Ministerio de Seguridad de la provincia, se denominó “Desarmar es honrar la vida”.

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“Me pregunto qué se hizo antes de los 16 para evitar que lleguen a un juzgado”, pronuncia Elvira y se responde: “Si la familia no está, los niños viven tirados en la calle con hambre, con frío y con miedo. Crecen en la calle donde se les respeta la libertad ambulatoria pero no el derecho a la salud, a la vivienda, a la educación, a jugar. Entonces, cuando ese chico llega a los 16 y mata la sociedad entera habla con espanto”.

Con el delito consumado la alternativa para el menor son las instituciones que dispone el Estado pero, según la magistrada, no hacen más que prolongar la desatención. “No cuentan con gente capacitada para atenderlos, trabajan por lo mismo que se paga por un plan social y hay casos en que descargan con los chicos los problemas que llevan desde la casa”, sentenció.

Una de las variables que se repite casi como condición para el inicio en el delito es la deserción escolar, la expulsión por parte del sistema escolar de chicos que tienen serios problemas de aprendizaje, repiten los cursos por años y tienen serios problemas de conducta.

“Acá llegan con un alto grado de analfabetismo, a veces me dicen ‘doctora si usted escribe mi nombre yo puedo copiarlo’. El paso siguiente es la calle”, repitió la jueza una y mil veces.

En ese momento, la alternativa es la lección que les da el entorno donde sobrevive el más fuerte, a veces a la par de los mayores.

“¿Es posible que de esa vida se logre un ser humano equilibrado y respetable? ¿por qué va a ser ‘normal’ ese adolescente que desde la panza fue maltratado?”, interroga Elvira después de haber dado todas las respuestas.

Homicidios 2012.pdf

OTRA MIRADA /// ESPECIAL PARA EL LITORAL

Cuando la vida no vale

Marcos Barberis *

La violencia simbólica y efectiva en los barrios se produce cotidianamente y en determinados momentos explotan situaciones límites en las que hay armas de fuego y están involucrados adolescentes.

Para que eso no ocurra hay muchas cuestiones previas que resolver: un aspecto está vinculado con la misma fuerza policial que no sólo no funciona como el “lugar” de donde la gente obtiene seguridad sino que además, tiene mecanismos para que “los pibes se maten entre ellos”. Eso es lo que se ve en los barrios sumado a la violencia que ejercen al detener a pibes de 14 ó 15 años y dejarlos encerrados durante dos días sin estar procesados, sin motivos y siendo menores. En ese sentido, es crucial que la Policía como institución del Estado genere cambios de base.

Por otro lado, la vulnerabilidad de los pibes es extrema: no concurren a la escuela, no tienen trabajo, las mujeres más grandes se hacen cargo de los hermanos o de sostener una familia porque son muchos en la casa. La situación es compleja de abordar para poder conocer por qué un día un pibe tiene un arma en la mano y no les tiembla el pulso al disparar una bala. Esa bala para ellos no significa más que perder la vida y en ese contexto lo que se debe poner en cuestionamiento es qué valor tiene eso.

La criminalización de la pobreza es una variante de la violencia simbólica. En muchas oportunidades, los pibes salen a buscar trabajo y no lo consiguen porque son “del barrio...”, entonces se las arreglan como pueden y descargan bronca de alguna forma, tomar un arma es una alternativa cercana.

La decisión de cambiar esa realidad es política, de ese sector dependen los movimientos bruscos de intervención en los barrios. En ese camino es compartida la apertura de espacios como La fábrica Cultural y La Redonda pero fueron construidos para que accedan personas que ya tienen llegada a bienes culturales.

¿Por qué no generar espacios de sostén, de capacitación en los barrios carenciados? Ese es un rol que el Estado debe cumplir y si bien algo se hizo, falta muchísimo.

*Titular de Canoa, organización civil de perfil popular que trabaja con jóvenes en los barrios San Lorenzo, Santa Rosa, Villa del Parque y la Costa.