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“Lacan, frente y contra todo”

Jacques Lacan, idolatrado por sus seguidores y defenestrado hasta la irrisión por quienes lo juzgan un charlatán promulgador de ecos lexicales, ocupa un lugar principal en el campo de la historia psicoanalítica. Elisabeth Roudinesco, que ya se había ocupado de Lacan en la tercera parte de su Historia del psicoanálisis y en Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, se vuelve a ocupar de él en Lacan, frente y contra todo, evocando “algunos episodios sobresalientes de una vida y una obra con la que toda una generación estuvo mezclada, y comentarlos con la perspectiva que da el tiempo, de manera libre y subjetiva”.

Confiesa que le gustaría que su nuevo estudio sobre Lacan fuese leído como el enunciado de una parte secreta de la vida y de la obra de Lacan, “un vagabundeo por senderos desconocidos: un revés o una cara oculta que viene a iluminar el archivo, como un cuadro encriptado donde las figuras de la sombra, antaño disimuladas, vuelven a la luz”.

Roudinesco señala, en principio, que Lacan fue el único heredero de Freud que dio una armadura filosófica a sus teorías (mientras Freud había rechazada la filosofía, comparándola con un sistema paranoico, y prefiriendo volverse hacia la biología, la mitología y la arqueología). Lacan buscaría finalmente hacer del psiconálisis un antídoto de la filosofía, una antifilosofía, “oponiendo el discurso del amo al del analista. “Tomó así el riesgo de unirse, en contra de las Luces, a los secuaces del oscurantismo o de las anti-Luces”.

El inventario de los objetos de Lacan; su pasión por la oralidad, su interés por Kant, Sade o Antígona son algunos de los hechos, fenómenos, autores o personajes que le permiten a la autora recorrer algunos senderos desconocidos procurando un retrato revelador de este maestro del psicoanálisis.

El amor y el deseo, por supuesto ocupan un capítulo especial. “El amor es una especie de suicidios”, decía Lacan, y Roudinesco comenta: “En él sólo contaba el aspecto irracional y compulsivo de la pasión. Había conservado de su maestro en psiquiatría, Gaétan Gaitan de Clérambault, fetichista de las telas, y de su frecuentación de las mujeres locas y de los poetas surrealistas, la idea de que el amor lleva a la locura del amor loco”. Lo describe como seductor, preocupado por gustar, incapaz de soportar el hecho de se no ser apreciado y amado. “También se conducía como un niño caprichoso, incapaz de aceptar que la realidad no fuera conforme a sus deseos. Tal cigarro, tal marca de whisky, tal objeto, tal golosina, tal alimento: todo debía serle llevado al minuto y donde él se encontrara”.

Decía: “No hay relación sexual”, lo que significaba que la relación amorosa no es una relación “sino más bien una lucha entre dos contrarios, cada uno en posición disimétrica frente al otro. El amor viene a sustituir esa falta de realción secual: ‘El amor es dar lo que o se tiene a alguien que no lo quiere’, o incluso: ‘Te pido que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso’”.

Publicó Fondo de Cultura Económica.

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Jacques Lacan. Foto: Archivo El Litoral