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“Viajes en Europa, África y América”

Publicada por la Asociación Civil Instituto Sarmientino de Santa Fe, acaba de aparecer una selección de los Viajes en Europa, África y América, de Domingo Faustino Sarmiento.

Bajo el axioma de que “para conocer a Sarmiento hay que leer a Sarmiento”, la Comisión Directiva de la mencionada asociación inicia con este volumen la transcripción de partes del libro de viajes de Sarmiento, respetando la ortografía de la versión original.

En esta primera publicación se presenta el periplo de Sarmiento desde su partida en Valparaíso, pasando por Montevideo, Río de Janeiro, Ruan y París

Ya en el Prólogo, Sarmiento expresaba el motivo y meta de estos viajes: por un lado, la evocación o recuerdo de su tierra, “el recuerdo de cosas análogas de América, haciéndome, por decirlo así, el representante de estas tierras lejanas...”, y por el otro, el anhelo de ver mejor, encontrar solución a las dudas que oscurecen a la verdad.

En la forma de la misiva es evidente que Sarmiento encuentra un incentivo para una narración de los distitnos lugares que conoce con un estilo directo, espontáneo y amistoso.

Así, a propósito de la isla Mas-a-fuera, recuerda que fue allí que naufragó el marinero Serkilk, que dio origen a la célebre historia de Robison Crusoe. Cuando escribe sobre Monteviseo homenajea a Ascasubi (que escribe así: “Ascazubí”): “¿Cómo hablar de Ascazubí, sin saludar la memoria del mentevideano creador del jénero gauchi-político, que a haber escrito un ligro en lugar de algunas pájinas conmo lo hizo, habría dejado un monumento de la literatura semibárbara de la Pampa? A mí me retozan las fibras cuando leo las inmortales pláticas de Chano el Cantor, que andan por aquí en boca de todos. Echeverria describiendo las escenas de la Pampa, Maldonando imitando el llano lenguaje, lleno de imájenes campestres del Cantor, qué diablos! porque no he de decirlo, yo, intentando describir en Quiroga la vida, los instintos del pastor arjentino...”.

Los catedráticos e intelectuales argentinos suelen citar hasta el hartazgo a Walter Benjamin y sus textos sobre el “flâneur”. Probablemente desconozcan las páginas que mucho antes le dedica Sarmiento: “El español no tiene una palabra para indicar aquel far-niente de los italianos, el flâner de los franceses, porque son uno i otro su estado normal. En París esta existencia, esta beatitud del alma se llama flâner. Flâner, no es como flairer, ocupación del ujier que persigue a un deudor. El flâneur persigue también una cosa, que él mismo no sabe lo que es; busca, mira, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace rodeos, marcha, i llega al fin... a veces a orillad del Sena, al boulevard otras, al Palais Royal con más frecuencia. Flanear es un arte que solo los parisienses poseen en todos sus detalles; i sin embargo el estranjero principia el rudo aprendizaje de la encantada vida de París por ensauyar sus dedos torpes en este instrumento de que solo aquellos insignes artistas arrancan, inagotables harmonías...”.Y sigue explayándose extensamente sobre el tema.

“Viajes en Europa,  África y América”
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